El año 1898 selló las puertas imperiales para España. La pérdida de sus últimas posesiones ultramarinas en la guerra con Estados Unidos, vino unida a una sensación de crisis más profunda, una crisis moral, de fin de una época. Se empezó a hablar de Regeneración. El cirujano de hierro que preconizaba Joaquín Costa, se encarnaría en la dictadura de Primo de Rivera en 1923.
Incluso se temió una operación militar estadounidense o británica contra Canarias, Baleares, o la misma Península. Esto condicionaría la actuación de los gobiernos españoles, quienes temieron la reacción británica si realizaban una acción que pudiera ser entendida por este país como una agresión.
Pero al mismo tiempo, en Marruecos se jugaba una partida de ajedrez. Marruecos había sido el gran imperio del Magreb, pero sus años de gloria habían pasado. El último gran sultán, Hassan I, había muerto en 1894 y su hijo Abd el-Aziz, no tenía el carisma de su padre y no pudo frenar la descomposición de su país.
En efecto, Gran Bretaña tenía una presencia cada vez más intensa desde que en 1859, concedió un préstamo al gobierno marroquí para pagar las compensaciones de guerra a España tras la guerra hispanomarroquí de ese año. Francia, por su lado, desde que en 1830 había conquistado Argelia, no cejaba en su afán de expansión a costa del vecino marroquí. En 1845, el Tratado de Lalla Narnia, fijaba las fronteras entre Argelia y Marruecos, pero no significó que prosiguiera su política de presión.
España, por otro lado, es quien más derechos históricos puede argumentar sobre Marruecos, pero la situación social y militar de ese momento no es la propicia para embarcarse en aventuras coloniales y por ello, siempre intentará que se mantenga el status quo de independencia marroquí. No obstante, en Madrid se es consciente de que esa situación está llegando a su fin, y se preparan para maniobrar en reparto más que seguro del territorio.
Y así llegamos a 1899, con la llegada al poder de los conservadores de Silvela. Intentando romper el aislamiento internacional, buscó entrar en la alianza militar francorusa sin mucho éxito, por lo que se acercó al Reino Unido, de quien solo obtuvo buenas palabras. Este desengaño, hizo que sondeara un nuevo acercamiento a Francia, justo cuando su gabinete caía y era sustituido por el liberal de Sagasta el 6 de marzo de 1901.
Sagasta prosigue la línea de búsqueda de un acercamiento a Francia, justo en el momento en que ésta busca un acuerdo con España e Italia para tener las manos libres en Marruecos. Con Italia firmará un acuerdo que deja en manos italianas la Cirenaica a cambio de que no se oponga a las aspiraciones francesas en Marruecos. Pero con España el acuerdo será más complicado.
España siempre temió la reacción británica al conocer un posible tratado francoespañol y por ello buscó sin éxito el compromiso francés para garantizar la integridad territorial española, por medio de las armas si era necesario. Además, el gobierno español buscó ampliar su zona de influencia todo lo posible, lo que tensó las negociaciones.
Las negociaciones se iniciaron nada más tomar posesión del cargo de ministro de Estado el duque de Almodóvar, quien dio instrucciones al embajador español en París, Fernando León y Castillo, para que hiciera la proposición al ministro de Asuntos Exteriores francés, Theophile Delcassé.
A fines de 1901, Delcassé ofrece a España una zona entre el Atlántico y el Río Sebú junto a otra zona al sur entre el Cabo Bojador e Ifni, propuesta que León y Castillo envía a Madrid junto a una nota que advierte que "Urge [...] en mi opinión, dar señales de vida, porque según dije a uno de los predecesores de V.E., si la cuestión de Marruecos no se resuelve de acuerdo con nosotros, se resolverá sin nosotros y probablemente contra nosotros".
Sin embargo la proposición no se aceptó. En los siguientes meses se buscó ampliar la zona española, encontrando siempre la negativa francesa a ceder Fez, llegando incluso a participar la misma reina regente María Cristina, sin resultado. Sin embargo, contra todo pronóstico, a primeros de septiembre de 1902, León y Castillo logró que Delcassé aceptara ceder Fez. Sin embargo, en Madrid, el gobierno no aceptó la oferta francesa y comunicó que no aceptaría ningún acuerdo que no estableciera la línea Rabat-Salé como frontera. Aún así, y tras incansables reuniones, el 8 de noviembre de 1902, León y Castillo pudo enviar a Madrid la última propuesta francesa que recogía la práctica totalidad de las peticiones españolas, salvo la petición de extender la zona española hasta la línea Rabat-Salé.
En el despacho enviado por León y Castillo a Madrid, se incluía una nota en la que pedía que si se daba la aceptación a la firma del tratado, se telegrafiara la palabra clave "Guadalajara". León y Castillo siempre mantuvo que esa palabra clave nunca le fue enviada y por ello no pudo firmar el tratado. Sin embargo, la documentación de la embajada española de París que hoy en día se guarda en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (AGA), conserva el telegrama enviado por el gobierno español, con la palabra clave autorizando la firma.
Entonces, ¿por qué no se firmó?. La noche del 22 de noviembre, León y Castillo recibió unos documentos del gobierno francés con unas pequeñas modificaciones técnicas del tratado. León y Castillo dudó. Dado que la autorización del gobierno no contemplaba esas modificaciones, aun siendo menores, no se atrevió a firmar y decidió enviar la documentación a Madrid. Justo en ese momento, el gabinete de Sagasta caía y era sustituido por el conservador de Silvela. Éste, al conocer las negociaciones, se negó a firmar un acuerdo con Francia que no fuera conocido y aceptado por Gran Bretaña. El acuerdo quedó aparcado y la oportunidad de firmar un acuerdo beneficioso para España se perdió. La historia demostraría la importancia de ese error.
Autor: Sergio Sánchez Gallego para revistadehistoria.es
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