Revista Maternidad

El trato amable

Por Violetaosorior
No importa lo bien que nos traten, no importa lo amables que puedan llegar a ser, lo dulce de su voz o el tiempo que se tomen en cada consulta: es violencia obstétrica tratar de paciente  a una persona sana (dos en realidad madre e hijx), sumirla en un paradigma donde rige la intervención y la medicalización, haciendo de un hecho fisiológico un proceso patológico y un acto médico, es violencia obstétrica la presunción de enfermedad y patología, así como existe la presunción de inocencia, las personas gestantes deberían ser tratadas como sanas (porque eso somos) hasta que se demuestre lo contrario 
No importa con cuanto amor (¿?) y amabilidad realicen sobre nosotras intervenciones de rutina, no importa si mientras las hacen nos hablaban dulcemente y nos agarran la manito y hasta nos secan las lágrimas. Intervención y medicalización sin que medie justificación médica o petición de la mujer con información suficiente, completa y verdadera es violencia obstétrica y es abuso de poder, sin atenuantes, ni medias tintas. 
Tendemos a asociar parto respetado a un parto donde nos trataron bien y ya es la gloria si además nos contuvieron emocionalmente y no es así, o no es solo eso, en realidad se habla de parto respetado cuando por un lado se respeta la fisiología del parto/ nacimiento  sin intervenir ni medicalizar innecesariamente y por otro cuando se respetan las decisiones informadas de la mujer (la información debe ser completa, verdadera y suficiente) a eso hace referencia sobre todo el término parto respetado. El buen trato, el trato digno debería darse por descontado, es lo que corresponde por el mero hecho de existir. Desafortunadamente sabemos que no es así, que tenemos que partir de la base de pedir y exigir que nos hablen bien, nos traten bien, no nos infantilicen, ni nos agredan verbalmente….  
Es interesante, como  incluso las mujeres solemos defender o proteger al profesional que nos asistió diciendo que nos trató bien, que era muy amoroso y contenedor y hasta divertido, por encima de la carnicería que haya podido realizar sobre nuestro cuerpo o el de nuestra criatura,  lo que demuestra una vez más el alto nivel de tolerancia que tenemos frente a la opresión, la necesidad que tenemos, en un mundo a veces tan hostil, de un trato amable y la desconexión que tenemos con nuestro cuerpo, dando prioridad a que nos hayan hablado bien y tratado amablemente sin percatarnos que nuestro cuerpo ha sido irrespetado, maltratado, mutilado y denigrado, con cortes, pinchazos, medicaciones y demás maniobras innecesarias.  
La existencia de la violencia obstétrica, está arraigada  en la idea de que nuestro cuerpo es de segunda categoría, inferior a la mente y la razón y que además le pertenece a otrxs, y es por eso que asistimos mansamente a las sesiones de tortura que socialmente hemos acordado llamar partos.  
Si a las mujeres siendo niñas nos hubieran permitido tomar posesión de nuestro cuerpo, dejándonos explorarlo, conocerlo, amarlo, disfrutarlo y no se hubieran empeñado en enseñarnos que nuestro cuerpo es tan solo un objeto  para complacer al otrx, que puede ser éste nuestra pareja futura, cuando no el/la abusador/a intramuros de turno o el /la violador/a que nos tocó en “suerte”.  Si nos hubieran enseñado que lo pasa de las caderas para abajo también nos pasa a nosotras y es nuestra responsabilidad y derecho y no solo el territorio del “no se habla”, “ no se toca”, “no se siente” por lo menos podríamos identificar que es violento que metan dedos en nuestra vagina sin siquiera pedir permiso, ni informar el para que de ese tacto, ya ni hablar de un tajo en nuestros genitales o en el útero, o un kristeller, o la invasión con medicamentos innecesarios, pero como de niñas nos enseñaron de mil maneras distintas que nuestro cuerpo le pertenece al patriarcado  y que además es de segunda categoría, pues con que nos hablen con cariño y nos traten bien sentimos que hemos sido respetadas y hasta recomendamos y llevamos un regalo…

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