Hubo un tiempo en mi vida, después de mi separación (hace 9 años), que dejé de vivir. Mi corazón seguía latiendo, pero mis ganas estaban muertas. No tenía ilusión por nada. Me daba todo igual. Si llovía, si hacía sol, si me caía, si me despertaba o si me dormía… Sólo sentía que ‘no sentía nada’.
Estuve así unos meses, estando sin estar. Se hizo evidente todo ese amor hacia mí y en mí que no tenía y que, hasta ese momento, me lo estaba cubriendo otra persona. Me quedé desnuda ante mi enorme vacío. Ahí empezó el principio de mi fin. Duró unos 4 años. Años que estuvieron llenos de pasión, de intensidad, de apegos, de risas y de mucho sufrimiento. Buscaba (inconscientemente) a otro ‘alguien’ que me diera lo que sólo yo podía darme. Y las encontraba. Y no funcionaba porque las dos carecíamos de lo mismo. Y me escapaba porque no era lo que quería por mucho que quisiera…
Hasta que un día no aguanté más y puse punto y final a esa huida de mi soledad que había emprendido. Recogí los pedacitos de mí que había ido dejando por el camino y me dediqué a escucharme, a conocerme, a mimarme, a recolocarme, a sentirme, a vivirme y a amarme. Sigo en ello. Porque Amarse es algo que hay que decidir cada día, cada minuto, cada segundo, cada instante.
He pasado por épocas muy duras (como casi todos). Pero incluso hasta en esas épocas ha habido momentos buenos, felices, plenos, bellos. Son esos MOMENTOS los que te dan la vida. Los que SON la vida. Los que te recuerdan que ‘Dios aprieta pero no ahoga’. Los que te permiten respirar, coger fuerzas, levantarte y seguir adelante. Y los que yo DECIDO pegar en mi ‘álbum de fotos’. Ésos y no ‘los otros’. Que haberlos, haylos.
No es cuestión de negarlos sino de no poner tu atención en ellos. Primero porque ya no existen. Y segundo, ¿para qué?. Todo (personas, pensamientos, trabajos, situaciones…) lo que no me vaya a aportar algo positivo en mi Presente, no lo quiero. Y este ‘no lo quiero’ es una elección que hago. Y el conjunto de esas elecciones, lo que yo ‘vote’ en ellas, será lo que ‘presida’ mi vida.
La felicidad no es algo que podamos buscar ni encontrar pero sí algo que podemos elegir. Y APARECE cuando apostamos por nosotros. Por lo que nos dicta el corazón. Por rodearnos de quien nos hace sentir como en casa. Por soltar las quejas, los victimismos, las perfecciones, los negativismos y los controles. Por esCoger mirar hacia lo bonito (que siempre lo hay y mucho), hacia las ilusiones, hacia los sueños, hacia los infinitos cielos y hacia las humanas compasiones. Con los pies en la Tierra que nos parió y la vista en el Universo que nos Creó.
Entre estar vivo y vivir hay un trecho muy grande. Lo conozco. He estado en los dos. Sé las diferencias. Sé lo que te aporta uno y lo que NO te aporta el otro. Sé los miedos que manejan nuestra barca en un lado. Y las valentías que se la arrebatan del otro. Sé que la inconsciencia mueve los hilos en uno de ellos y que los velos que nos ciegan se caen cuando ‘es el momento’ (que nunca se sabe cuándo es). Yo, por si acaso, intento ir con los ojos abiertos… No vaya a ser que se vuele uno y por no tener las ‘persianas’ subidas me quede sin VER… la Luz del día (y de la noche, que haberla, también hayla).
Como decía mi padre hoy en la comida, mientras filosofábamos con mi madre sobre la VIDA:
“El dinero se gasta hoy y se gana mañana. Pero los MOMENTOS, siempre se quedan (en ti)”
Disfrútalos todo lo que puedas. Sé consciente de Ellos. Están a tu alrededor. Esperando a que los descubras. A que los valores. A que no les des la espalda. A que sea tu corazón el que los fotografíe y no tu móvil.
Cuando dejes de buscar el momento perfecto (la vida perfecta) para ser feliz, el ‘momento perfecto’ te encontrará a ti.
Los mayores tesoros están escondidos frente a nuestros ojos.
Que tu ‘mirada’ no te los haga perder.
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