Revista Sociedad

El triste regreso del pasado a Tussam

Publicado el 28 febrero 2013 por Jackdaniels

Vídeo realizado por Alfonso Alonso, hermano de José Luis.
En los tiempos que corrían entonces, Tussam era un cortijo en el que se solazaban a gusto algunos señores feudales que tenían un concepto de la política y de la administración de la cosa pública íntimamente ligado a oscuros intereses personales. Algo que hoy la realidad se está encargando de demostrar que es lo habitual.
La demostración más palpable del ambiente cortijero que reinaba en todos y cada uno de los rincones de la empresa era la pérdida generalizada de la condición de seres humanos para los integrantes de la plantilla. El concepto persona había desaparecido por completo de la cotidianeidad laboral, borrado de un plumazo por la actitud dictatorial del cacique que la dirigía, que supo aprovecharse de la falta de carisma político de unos dirigentes que siempre utilizaron la empresa para satisfacer unos intereses políticos en la mayoría de las ocasiones diametralmente opuestos a los de la compañía. La prueba más evidente de todo ello fuel el nefasto resultado de su terrorífica gestión que todavía hoy sigue lastrando a la empresa.
Si se discrepaba de alguna decisión, por nimia que ésta fuera, la respuesta sistemática era la represión. El miedo incluso a expresarse se extendía por los pasillos de la sede principal como un plaga bíblica.  Incluso en las conversaciones íntimas entre los trabajadores ese miedo era más que explícito y se implantaba en cualquier ámbito de la organización, como una losa granítica que impedía a todos crecer como personas.
El mayor logro de una manera tan peculiar de dirigir una empresa pública fue un clima de relaciones humanas irrespirable y la desgraciada muerte de dos trabajadores, Enrique y José Luis, que por las causas que fueran decidieron no soportar más tal estado de vejación.
Se dijeron entonces muchas cosas, muchos sin sentidos que hoy parecen todavía más desacertados. Cuando un conflicto de estas características estalla se pone en marcha un mecanismo oculto que es implacable y siempre al servicio de los mismos intereses. Medios de comunicación, periodistas, políticos y cierto tipo de entidades, que generalmente actúan a manera de lobbies, engrasan sus maquinarias y las ponen a funcionar a toda máquina. Los titulares se encargan de hacer el resto, casi siempre sin pararse a pensar sus posibles consecuencias. Lo vemos cada vez que estalla una protesta en el ámbito de lo público.
Han pasado cuatro años para que la justicia otorgue la razón a José Luis. Quienes vivimos aquellos días de manera muy cercana lo sabíamos desde primera hora. No podía ser de otra manera. Hoy a los Alfredo Sánchez Monteseirín, Guillermo Gutiérrez Crespo, Carlos Arizaga, Fran Fernández y demás se les ha debido remover algo en sus conciencias, en el caso de que les quede algún resquicio de humanidad en su interior. Y además tienen motivos más que suficientes para estar seriamente preocupados.
También algún que otro junta letras de la prensa local —en especial uno del diario que luce el nombre de la ciudad, que ejerce de vocero oficial del poder de turno y que se dedica en su tiempo libre a llamar rompe lunas a cualquier trabajador de la empresa que no satisfaga sus deseos por muy descabellados que estos sean—, debería reflexionar sobre si ese es el sacrosanto cometido de una profesión tan hermosa como el periodismo. Porque una cosa es prender la luz para que se vea lo que ocurre y otra muy distinta incendiar la estancia de manera que nadie sea capaz de poner en pie lo ocurrido allí.

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