He visto casi todas las películas con opciones de llevarse el Oscar y, con diferencia, la que más me gustó fue El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, la que se ha alzado con la estatuilla a la mejor cinta extranjera. Entre los pasajes memorables de la misma, basada en una novela de Eduardo Sacheri, destaco uno en el que el etílico funcionario Pablo Sandoval descubre a su obstinado compañero Benjamín Espósito la pista que les llevará a dar con el asesino. Dice en un momento dado tras escrutar, con la complicidad de un enciclopédico hincha del Racing de Avellaneda, el texto de una carta: “El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios… pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”.
Para documentar esa escena, que no aparece en la novela original, el propio Sacheri reconoce, a instancias del director y para configurar el guión posterior a modo de thriller, que tuvo que hablar con veteranos hinchas del Racing debido a que ese tipo de cosas no se obtienen en Google. No quería que le contaran el mayor hito del club, como fue quizá ganar la Copa Intercontinental en 1967, sino descender a la intrahistoria del equipo, con nombres y apellidos salpicados de jugosas anécdotas. Y como el cine se convierte frecuentemente en un teatro de los sueños, Sacheri tuvo que abrazar el credo racinguista en detrimento de su militancia en la hinchada de Independiente. Y puesto a ello, ni siquiera el estadio en el que se rodó el memorable plano-secuencia en el que se localiza al sospechoso es la cancha del equipo real, sino el de Huracán.
Este sábado fue un día grande para la Academia porque arrancó un triunfo histórico en la Bombonera, y ante 25.000 personas, al derrotar a Boca Juniors por 1-2. Triunfazo, titulaba exultante la prensa adicta. Horas después, la película de Campanella obtenía el Oscar como la mejor en lengua no inglesa. Y, claro, en sólo dos días, triunfazo otra vez. Todo muy pasional.