Llevaba mosqueado desde hace unas semanas a consecuencia del repentino incremento de visitas observado en una antigua entrada del blog sobre cómo protegerse de un corralito. No le veía ninguna explicación hasta que el incremento de noticias económicas sobre el intento de independencia catalana me abrió los ojos.
De alguna manera, ese incremento repentino de visitas sin explicación aparente eran las primeras olas del gran tsunami económico que se aproximaba como consecuencia del problema catalán. Los ahorradores empezaban a tener miedo.
Las noticias que se iban produciendo a medida que se acercaba el 1-O cada vez traían olas más grandes y, pese a todo, creo que el tsunami, la gran ola devastadora, pese a estar cercana, todavía no ha llegado.
El domingo 1 por la noche los independentistas vislumbraban la victoria y creían haber logrado internacionalizar el conflicto, pero esa internacionalización más que un triunfo, ha resultado una enorme derrota. Ese día todo el mundo tomó conciencia de que la declaración de independencia de Cataluña podía crear una descomunal inseguridad económica, tanto a nivel catalán como estatal.
En unos pocos días, la situación se ha invertido completamente en Cataluña. El aparente triunfo de la independencia se ha convertido en una gran cagada económica y hoy son muchos los catalanes que se están arrepintiendo de sus votos.
Por otro lado, Europa condenó la violencia policial, pero se negó a intervenir y mediar en los asuntos internos de España. Los líderes de los grupos parlamentarios europeos y los jefes de gobierno de los países más representativos dejaron claro que España es un país democrático, que los conflictos deben resolverse de acuerdo con lo establecido en la Constitución, y que no se planteaban intervenir o mediar en los problemas internos españoles. La independencia de Cataluña sería muy peligrosa para Europa, no sólo por la inestabilidad y las repercusiones sobre España, sino por los fenómenos similares que podía alimentar en otros países y regiones alentando una subdivisión de estados, lo que crearía un grave problema extra a la UE.
Entonces empezaron a llegar las primeras noticias del éxodo de los bancos catalanes, así como de varias empresas del Ibex y quedó demostrado que la independencia tiene unos costes económicos elevadísimos.
Yo creo que no habían pensado en la economía, o habían sido demasiado optimistas o pecaron de ingenuos. El independentismo siempre había presumido de que la economía catalana era demasiado relevante como para que la independencia tuviera efectos negativos. Todo este planteamiento saltó por los aires en un par de días.
De repente, los hoteleros y restauradores se alarmaron ante la comprobación de que las reservas para los próximos meses descendían (a la sensación de inseguridad en las calles se unen, sin duda, los efectos del pasado atentado en Barcelona y el radicalismo de los independentistas).
La alerta llegó también a las dos grandes entidades financieras catalanas (CaixaBank y Banco Sabadell), que veían cómo aumentaban los síntomas de desconfianza desde septiembre (depositantes asustados que preguntaban en las oficinas, clientes españoles enfadados, bonistas europeos que se empezaban a inquietar, descensos bursátiles, etc.). No era una situación alarmante, pero lo podía ser si había declaración unilateral de independencia y los mercados sabían que ambas entidades quedarían al margen de la protección del Banco Central Europeo. No había otra opción que trasladar la sede social fuera de Cataluña para que no quedara duda de que ambos bancos quedarían bajo el paraguas del BCE.
La decisión de la banca catalana, unida a las claras advertencias del Círculo de Economía, fue seguida inmediatamente por empresas relevantes como Gas Natural y Agbar, mientras otras como Abertis o Inmobiliaria Colonial se preparaban para hacerlo.
Es muy significativo que 14 valores, de los 15 que forman el llamado Ibex catalán, vieran caer durante una semana el precio de sus acciones más que la media de la bolsa española, que también bajó, pero bastante menos a consecuencia del problema catalán.
Por su parte, Goldman Sachs reducía un 10% el precio de referencia de toda la banca española para dentro de un año y el FMI advertía de que el alargamiento de la crisis catalana podía afectar negativamente al aumento del PIB. El éxodo económico de sedes sociales de diferentes empresas empezó a convertirse en la tónica habitual.
Tras el descomunal éxodo empresarial, que no acaba más que comenzar, los defensores de la tesis de una independencia sin problemas económicos han quedado absolutamente desautorizados.
Los autónomos también empiezan a verle las orejas al lobo. Los autónomos no cuentan con los medios de las grandes empresas para cambiar de sede ni pueden trasladar sus negocios con la misma facilidad. Su margen de reacción es mínimo en el caso de que consideraran necesario modificar sus ubicaciones o actividades.
Por ello, se está generando una incertidumbre en este colectivo a la que se une el gran parón de actividades que afectará dramáticamente a las cuentas de los autónomos y afectará incluso a las cuentas de resultados de los negocios y pymes regentados por este tipo de profesionales. La incertidumbre y la paralización de la economía durante tanto tiempo pasará factura importante en la economía de los autónomos y pymes catalanas.
La hostelería catalana, por su parte, está entrando en una situación crítica, situándose muy lejos del crecimiento del sector en el resto de España. Por poner un ejemplo, en Barcelona, el conflicto generado por la ordenanza de terrazas del Ayuntamiento, unido al fenómeno de la turismofobia y los atentados en la Rambla del pasado mes de agosto y la tensión política, les está afectando mucho, provocando una caída de las ventas acumulada de entre el 25 y el 30%, según el Gremi de Restauració de la capital catalana.
No sólo hay numerosas anulaciones de reservas por parte de particulares, sino que también se está produciendo una masiva cancelación de eventos empresariales unida a la alarmante caída de visitantes extranjeros y españoles.
La hostelería catalana y, especialmente la de la capital, quedará en una situación de máximo riesgo ya que, tan sólo en Barcelona, hay más de 70.000 empleos en el sector de la hostelería.
En toda Cataluña hay cerca de 43.500 bares, restaurantes y cafeterías que se juegan ahora gran parte de su futuro a la espera de las actuaciones que lleve a cabo el gobierno catalán.
Frente a lo que ocurre en Cataluña, a nivel nacional la situación es muy distinta ya que el verano se cerró con 1,72 millones de trabajadores (un 4,3% más que el año pasado) y, aunque todavía no hay datos de ventas, las expectativas son buenas y se podría mantener la línea alcista registrada en el primer semestre del ejercicio, con crecimiento del entorno del 6%.
Por el contrario, el Consistorio barcelonés reconoce caída del turismo ya que, por ejemplo, tres cruceros cambiaron Barcelona por otro puerto recientemente, y respecto a los hoteles, el ritmo de reservas para los próximos meses ha caído o no está siguiendo los mismos niveles que otros periodos de tiempo equiparables.
La situación de las empresas catalanas es alarmante, con abundantes traslados de sedes sociales como Gas Natural, Banco Sabadell, Abertis, CaixaBank o Cellnex. Ya son cerca de una veintena de gigantes de la economía catalana los que han iniciado sonadas mudanzas hacia otros puntos de la geografía española intentando protegerse de los efectos de una eventual declaración unilateral de independencia, que caso de ocurrir, afectará a otras muchas empresas.
Tenemos abundancia de ejemplos. Grifols, multinacional española especializada en el sector farmacéutico y hospitalario, e Idilia Foods, fabricante de Cola Cao y Nocilla, se verán obligadas a abandonar Cataluña si se proclama la independencia. Colonial, Abertis, Adeslas y la empresa de mensajería MRW trasladan su sede social y la Editorial Planeta ha prometido hacerlo si se mantiene la inseguridad jurídica y económica.
La propia patronal catalana ha advertido a los gobernantes catalanes que, como no cambien las cosas, Cataluña se dirige hacia la insolvencia económica.
Incluso en la planta de Seat en Martorell cunde la preocupación. La empresa no tiene intención, a priori, de marcharse de Cataluña ya que no es igual trasladar una sede que una factoría, pero tampoco descartan la idea y en Martorell tienen claro que, si la fábrica se va, los obreros que trabajan en ella se irán también (ello supondría el éxodo de 10.000 empleados y dejar de fabricar en Cataluña unos 450.000 coches anuales).
El valor de las empresas que están abandonando Cataluña equivale a un 50% de su PIB. La relación de bancos y empresas que han abandonado ya su domicilio social catalán (o están dispuestas a hacerlo) tiene un valor de mercado que equivale a cerca del 50% del Producto Interior Bruto de Cataluña, lo que debilita cualquier proyecto de independencia. El PIB catalán supera actualmente los 210.000 millones (cerca de un 20% del español) y las empresas con sede en Cataluña que cotizan en el Ibex valían hasta hace poco en Bolsa más de 90.000 millones.
Casi todos los asesores jurídicos recomendaban últimamente cambiar el domicilio social para proteger a las diferentes empresas de cualquier legalidad paralela que intente imponer la Generalitat catalana o, al menos, advertir que la intención es salir en caso de independencia para frenar intentos de control posterior.
El panorama es ciertamente dantesco ya que hay centenares de empresas que planean abandonar sus sedes catalanas, además de estar produciéndose una fuga de capitales ya que numerosos clientes de fondos de ahorro y de inversión están trasladando sus cuentas fuera de Cataluña.
Pero ahí no acaba todo, existe otra mayoría silenciosa, en este caso, empresarial ya que son cientos los startups que en la última década han consolidado a Barcelona como uno de los grandes centros neurálgicos de la industria tecnológica al sur de Europa, atrayendo una cantidad ingente de talento a la ciudad y apuntalándola como una referencia en condiciones de competir con ciudades como Londres o Berlín y que se han visto inmersas sin comerlo ni beberlo en un gran marrón. En el fondo, no es un motivo ideológico ni político, es un problema legal ya que tienen licencia para operar en territorio nacional, pero si Cataluña se independiza, no podrán parar su actividad y no tendrían otro remedio que marcharse.
Las agencias de rating también han pedido explicaciones y soluciones ante el problema catalán. La amenaza, además, de que se pueda llegar a nacionalizar las compañías de servicios públicos catalanas, no deja de avivar más la llama. Los mercados han comenzado a extender el mensaje de que España y Cataluña se pueden convertir en una enorme inseguridad jurídica y económica. Según expertos y fuentes financieras, habrá que esperar aún años para que el efecto negativo independentista desaparezca de los mercados.
El turismo también se está viendo afectado. La patronal de Cataluña ha alertado de que las reservas turísticas en Cataluña han caído un 50% respecto a sus niveles habituales de ocupación debido a la crisis independentista y la amenaza de una declaración unilateral de independencia.
Los ahorradores ya llevan tiempo preocupados como comentaba al principio de este artículo temerosos de que se produzca un corralito o su dinero corra algún peligro. Estos días se está viendo como los ahorradores catalanes llevan su dinero a Huesca, a Andorra, a Zaragoza, a Baleares o a donde su iniciativa les da a entender.
Muchos ahorradores catalanes están optando por sacar sus fondos de Cataluña y están yendo todos los días a registrarse desde primeras horas de la mañana en sucursales bancarias de provincias próximas a Cataluña tratando de preservar su dinero por si acaso y como medida de precaución.
Conviene destacar que no llevan cuatro duros sino cantidades grandes ya que estos impositores están abriendo cuentas con importantes cantidades económicas y están descapitalizando, de alguna manera, a Cataluña ya que una gran parte de los ingresos oscila entre los 30.000 y 50.000 euros, aunque se han llegado a registrar entradas próximas o superiores al millón de euros, estas últimas de empresarios con una mayor capacidad financiera.
Además de las imposiciones realizadas tras esperas en largas colas, estas entidades bancarias están registrando también importantes movimientos de fondos a través de Internet o, incluso, por medio de llamadas telefónicas.
Un sentimiento de elemental prudencia está llevando a una importante cantidad de ahorradores a crear cuentas pantalla en sucursales fuera de Cataluña a la espera de cómo evolucionen los acontecimientos.
Y lo peor de todo es que sólo estamos viendo la llegada de las primeras olas que preceden al gran tsunami. Quizá se produzca o quizá la sensatez acabe imponiéndose, pero caso de producirse, los efectos pueden durar muchos años. España se verá sin duda afectada, pero Cataluña quedará totalmente anegada y los efectos de dicha inundación podrían ser irreparables a muy largo plazo.
Las consecuencias del tsunami para Cataluña pueden ser devastadoras ya que la economía catalana puede quedar gravemente herida, el empleo puede resentirse notablemente, los mercados internacionales huirán de Cataluña como de todo aquello que produce inseguridad e inestabilidad, los servicios sociales empeorarán, la deuda crecerá, los ingresos caerán de forma drástica, mucha gente se verá obligada a abandonar Cataluña si se acaba imponiendo el independentismo, muchos pequeños negocios pueden arruinarse y un larguísimo etcétera que no legamos todavía ni a vislumbrar.