Hace unos días se llegó a un acuerdo entre EE.UU y la UE para poner en marcha el conocido como TTIP (siglas en inglés), Acuerdo Transatlántico de Libre Comercio, que pretende crear la mayor zona del mundo de libre comercio. Para ello, se eliminarán muchos aranceles e impuestos y se reducirán las tasas de aduanas.
Con el TTIP se pretenden unificar las normas de protección del consumidor y del medio ambiente, además de otorgar licencias para crear nuevos puestos de trabajo e impulsar el comercio y la industria.
Según ha sido presentado a la opinión pública parece la panacea universal pues un ciudadano despistado podría creer que sus intereses como consumidor, trabajador o persona preocupada por el planeta van a estar a salvo, incluso mejorarían gracias al Tratado. No obstante, lo que se oculta es bien distinto ya que no es sino el paraíso del Neoliberalismo. Para empezar, en Europa se llegaría a un crecimiento no mayor del 0,5 % en un periodo de 15 años, según un estudio de Gabrien Felbermayr.
Pero lo que realmente se quiere ocultar y pasar por alto es que este libre comercio trae consigo una relajación de los estándares para la industria alimentaria con la consiguiente invasión de alimentos no seguros, con más transgénicos, como pollos desinfectados con cloro, permitido en Estado Unidos, pero prohibido en Europa, lo que hace pensar que este tipo de procedimientos pasaría a ser legal gracias al TTIP puesto que en más de una ocasión la industria agrícola ganadera ya ha declarado que quiere menos obstáculos para sus exportaciones.
Otro de los peligros es que se generalice el fracking o lo que es lo mismo, el uso de sustancias químicas peligrosas en las capas subterráneas para obtener gas. Además, otras ONG temen que en Europa también se comience a introducir el fracking, es decir, el uso de sustancias químicas peligrosas en las capas subterráneas para la obtención de gas. Otros ponen en tela de juicio las posibles consecuencias del tratado en cuanto al acceso a bienes culturales, a la educación y al saber científico, ya que podría ampliarse el alcance de los derechos intelectuales.
La gran presión de los lobbys económicos de las multinacionales están ganado la partida y el tratado podría ser un hecho en cuestión de nada, mientras que no ha habido un solo encuentro con organizaciones ecologistas, con sindicatos ni con organizaciones protectoras del consumidor, todas ellas han denunciado la opacidad de las negociaciones y la falta de transparencia, algo que no tranquiliza en absoluto.
Especialmente grave es es el denominado proceso de mediación entre inversores y Estados (ISDS). Según se pretende en el TTIP, todo inversor que considerara que una ley determinada de un país perjudica sus interese comerciales podría demandar a dicho Estado ante un tribunal de mediación formado por un enviado del país en cuestión, uno de la empresa y una persona elegida por ambos. El veredicto del tribunal de mediación excluiría la revisión. Sin duda esta parte es la más grave ya que acabaría de un plumado con la independencia del poder judicial y desprotegería a todo ciudadano ante un abuso de cualquier empresa, mientras que para éstas supondría un verdadero derecho de pernada. Dicho de otro modo, los intereses económicos estarían por encima de los derechos humanos al ser regulados por un tratado internacional que prevalecería por encima de la ley de los países suscritos al TTIP, entre los que se encuentra España.
Si, como parece ser el TTIP sigue adelante estaremos ante un verdadero totalitarismo basado en el poder de los lobbys económicos que tendrían capacidad para decidir sobre prácticamente cualquier cuestión relacionada con el comercia, el medio ambiente, los derechos laborales, la propiedad intelectual y la salud pública. Se acabó la libertad tal y como la hemos conocido hasta ahora.