Revista Libros

El tumor Camps

Publicado el 14 junio 2011 por Jcgarrido @jcgarridodp

El septiembre pasado, cuando Camps se veía obligado a acceder de forma vergonzante, por el sótano, a la sede de su partido, este seguro servidor lo calificaba de forúnculo. Los incidentes producidos frente a las cortes valencianas, el día de su constitución, prueban que este molesto grano ya ha degenerado en tumor, un bulto maligno que, cuanto más tiempo pasa, se va tornando mayor y más dañino.A estas alturas, a su jefe (¿jefe?), léase Rajoy, no debiera importarle si Camps es un corrupto en toda regla, o apenas tan estúpido como para aceptar unos trajes encontrándose en su posición, máxime con el ejemplo que le ha dado la dirección de su propio partido en la comunidad de Madrid, donde, preventivamente, se cercenaron todas las cabezas sobre las que pendían indicios razonables de corrupción.Mientras siga en su cargo, Camps supondrá un estigma permanente, un recordatorio infamante por el que el que su partido deberá agachar la cabeza cada vez que se mente la palabra corrupción. Pero no solo eso, sino que el caso Camps ha sido la prueba fehaciente del modo de obrar de Rajoy ante este tipo de problemas: no hacer nada y esperar que se resuelvan solos, praxis que no le postula como un candidato demasiado apetecible para gobernar el país.Es cierto que frente a él tendrá al candidato más quemado de la historia de la democracia, el mismo que muele a palos a los indignados de Valencia y deja campar por sus fueros a los de Madrid, también que su antecesor le ha dejado el listón tan bajo que se antoja imposible no superarlo, pero no menos cierto que Rajoy no encarna el ideal de persona íntegra, resuelta e indoblegable que se precisa para sacar al país del hoyo en el que se encuentra.Columna publicada en El Soplón

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