Revista Política

El turismo como industria de opresión

Por El_situacionista

El turismo como industria de opresión

La foto pertenece al blog barcelona situacionista


La competición entre Madrid y Barcelona, el puente aéreo más utilizado políticamente del mundo, ha sido la principal herramienta de extorsión del Sr. Adelson. Este yankee acostumbrado a la moqueta de los despachos de la administración pública pretende instalar en una de estas dos ciudades un megacasino similar a los que tiene en Las Vegas, Nevada. Para esto ha abierto concurso opaco de candidatos, donde una de las condiciones fundamentales consiste en ofrecer suelo público a precio de costo, y la otra –incluso más grave- reventar el Estado de Derecho y modificar las leyes “al gusto” para que se adapten a su modelo de negocio: despido libre, contratación barata y muchos, muchos beneficios fiscales. Y, por supuesto, que la mayoría del dinero necesario la pongan los bancos intervenidos con dinero público.
En Cataluña y Barcelona este modelo ha caído como miel sobre hojuelas. Tanto el PSC como CiU llevan años enarbolando la bandera de los megaproyectos y del turismo barato e insostenible como modelo de desarrollo de la ciudad y del país. Eso sí, siempre con el hecho diferencial que provoca que un megaproyecto en Cataluña sea diametralmente diferente (una inversión) al mismo megaproyecto realizado en otra Comunidad Autónoma (despilfarro). Así es como se venden las cosas, y así llegamos al eslogan socialista de Barcelona como la mayor tienda del mundo.
Ahora, parafraseando al Presidente de Kutxa Bank, otro que ha visto paja en el ojo ajeno durante toda su carrera política, el modelo barcelonés se deriva desde la mayor tienda del mundo hasta la mayor casa de prostitución del continente. Todo vinculado con este turismo barato que está destrozando el tejido comercial y social barcelonés a cambio de pingües beneficios para el sector de la hostelería.
Y es que el desarrollo de la capital catalana parece que persigue la expulsión de los ciudadanos de esta ciudad a favor de los turistas de chanclas, calcetín y bolsillos llenos. A poco más de un año desde la inauguración del Centro Comercial Las Arenas, en Plaza de España, se demuestra que este nuevo “equipamiento” está siendo la punta de lanza para convertir las casas del barrio aledaño, Poble-Sec, en apartamentos para turistas. Cada día llegan más noticias de personas a quienes no les renuevan los alquileres del barrio, o directamente los propietarios les acosan, para favorecer el vaciado de las viviendas de la zona. Adiós ciudadanos, bienvenidos turistas.
La jugada es sencilla. Rehabilitar para el turismo zonas céntricas de la ciudad, que se terminarán deteriorando con el paso de los años –un breve paseo por las Ramblas en mitad de una noche de verano es suficiente para ver los efectos del turismo en la ciudad. Vender al forrado alemán o británico la experiencia de ser un barcelonés del siglo XX. La Vanguardia callará hasta que pierda la Alcaldía. Viceversa con El Periódico. Y tengan por seguro que de aquí a 50 años estaremos hablando de recuperación de la Memoria Histórica de una Barcelona habitada por ciudadanos y ciudadanas, con comercio en las calles y gentes de alquiler y de compra compartiendo vida en las plazas. Inauguraremos una placa en nombre del último ciudadano anónimo que marchó del centro de la ciudad, del último científico que dejó la universidad para jugar al blackjack o en recuerdo de los grandes estadistas que vieron que el futuro del país estaba en venderlo por partes entre sus amigos o socios comerciales. 

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