Cualquiera que haya pasado por la calle Narváez, a la altura del número 8, le habrá sorprendido un puesto de bebidas pintado con llamativas formas geométricas en azul y blanco. Pero no os dejéis engañar por las falsas apariencias ya que éste no es un 'kiosco' más, se trata de un tenaz superviviente, ni más ni menos que el último aguaducho que aún existe en Madrid.
Resulta probable que más de uno no hubiese escuchado o leído hasta ahora esta bonita palabra, para quien esté en este grupo os ahorraré el trabajo, la RAE lo define como ' Un pequeño puesto o establecimiento en el que se vende agua, refrescos y otras bebidas' y es que estas sencillas o casetas, 'padres' de nuestros actuales kioscos fueron muy populares en Madrid, llegando a haber más de 300 en la capital y a ser mencionados en numerosas zarzuelas y representaciones musicales.
Estos aguaduchos se solían instalar en las principales arterias de Madrid, como el Paseo del Prado o el de Recoletos. También se montaban con motivos de fiestas especiales, como las verbenas de San Isidro. y es que estos lugares eran los preferidos por aquellos madrileños para saciar la sed, sobre todo en los días de verano. ¿Y qué se bebía en estos lugares? Pues el menú principal se componía de aguas de sabores (como el agua de canela o el agua de azahar) y las bebidas que más han perdurado hasta nuestros días, horchata natural, agua de cebada y el granizado de limón.
Estas tres opciones se siguen produciendo a diario y de manera artesanal en este aguaducho, regentado por dos primos llamados Miguel y José. Ambos pertenecen a la familia Guilabert, una dinastía con origen en Crevillente que llevan desde hace mucho, mucho tiempo dedicándose a este negocio. Se trasladaron desde su localidad a la capital a principios del siglo XX y se instalaron en varios puntos de Madrid, como la Plaza de las Cortes o la Plaza del Carmen, hasta llegar a su ubicación actual en 1944. Es decir casi 80 años endulzando los días de los vecinos del Barrio de Salamanca y de muchas generaciones. Por supuesto, entre todas las personas que han pasado por este coqueto establecimiento están distintas personalidades de ámbitos como la política o la cultura.
Si un día estáis por la zona y os apetece refrescaros, os animo a pasar por este histórico puesto, el último aguaducho de Madrid y disfrutar de un rico trago mientras charláis con sus dueños Miguel y José. Son dos tipos encantadores que os contarán un montón de anécdotas mientras probáis una riquísima horchata (con fartons incluidos si así lo queréis) o un agua de cebada, bebida cuyos orígenes se remontan hasta 1870 .