Revista Cultura y Ocio

El último bastión – @ASorginak

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Abres los ojos.

Miras a tu alrededor.

Cráneos huecos, vidas vacías. Todo un eterno vagar por la vida, un deambular cansino que no conduce a ningún punto. Cuerpos inertes sin ambición ni ganas de avanzar. Solo un eterno caminar sin dirección, sin ilusión y sin ganas. Sin más motivación que la de seguir respirando un día más.

Cierras los ojos. Solo para volver la vista atrás, pues desde muy pequeño aprendiste que las cosas más importantes solo pueden verse con los ojos cerrados. Y evocas. Evocas los tiempos en los que las gentes que ahora avanzan a trompicones y con paso cansino por la vida, rezumaban vitalidad, espontaneidad… Esa chispa que se ha borrado de sus ojos, de sus corazones. Ese empuje que los hacía seres relucientes, deslumbrantes. Aquellos tiempos en los que las calles brillaban, en los que sonaba música en el alma de la gente.

Vuelves a abrir los ojos y ves el paisaje gris que ahora te rodea. Los gestos mustios.

Ya no hay música, ya no hay color. Como si una densa niebla se hubiera adueñado de tu entorno, de las personas, de la vida. Como si un denso humo negro envolviera todo, o quizá solo tus ojos, impidiéndote ver el pantone de colores que antes era tu alrededor. Pero algo. Algo intengible. Algo que violenta tu cabeza, pues añoras con fuerza aquel arco iris de sensaciones cálidas que vivías antaño. Extrañas los silbidos, el trote alegre, los saludos despreocupados y efusivos, incluso entre desconocidos, el alegre canturreo de las conversaciones en mitad de la calle.

Ahora nadie habla. Nadie mira. Nadie se saluda. Son como ovejas perdidas dentro de un inmenso rebaño que se ignora mutuamente. Ese sentirse solo rodeado de muchísima gente que hace del mundo un lugar desconocido, y lo peor, inhóspito. Cabezas gachas, gestos apesadumbrados, pasos lentos y desesperanzados que solo les trasladan de un lado a otro dentro de sus grises rutinas.

Y entonces piensas. ¿Dónde perdimos nuestra espontaneidad, nuestro libre albedrío? ¿Cuándo dejamos de ser humanos para ser autómatas?

Y te das cuenta de que es en tu interior donde reside el último bastión de la esperanza. Donde buscar el último halo de alegría. Donde hallar el último estandarte de felicidad.

Y sabes que a ti se te ha encomendado la misión de devolver esa esencia humana a las personas. Y que el único modo de conseguirlo es empezar por ti mismo. Por retornarle a tus ojos el brillo que en algún momento olvidado perdieron.

Y debes hacerlo.

Desde ya.

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