El inglés Edmund Clerihew Bentley (1875-1956) alcanzó en su época gran éxito como periodista, humorista y novelista popular; sin embargo, por lo que aquí nos interesa es por su faceta de novelista policiaco y, especialmente, como autor de El último caso de Philip Trent —su producción policiaca fue escasa: esta novela, una secuela de la misma, Trent's Own Case (1936), y un volumen de cuentos con el mismo protagonista, Trent Intervenes—
Bentley escribió El último caso de Philip Trent como un mero divertimento dedicado a su buen amigo G.K. Chesterton, gran amante de los libros de misterio, que, previamente, le había dedicado El hombre que fue jueves. Sin embargo, en cuanto se publicó, la novela se convirtió en un éxito de ventas.
Concebida inicialmente como una parodia de las novelas de Sherlock Holmes, Bentley consiguió crear a un protagonista realmente original y de gran atractivo, que se ganó rápidamente la simpatía del público porque, al contrario de Holmes, no solo no era infalible sino que era consciente de ello y lo aceptaba con verdadero buen humor.
A partir de sus modestas intenciones, la novela de Bentley fue muy elogiada por los grandes autores de la Edad de Oro de la novela detectivesca, como Dorothy L. Sayers o Agatha Christie, y sentó algunas de las bases sobre las que esos autores cimentaron su género: el asesinato de un potentado en una casa de campo, la intervención de un detective aficionado que realiza su investigación a partir de métodos deductivos y al que la policía no sólo tolera sino que comparte información con él de la más amigable manera, aceptando de buen grado su superioridad intelectual, los giros inesperados que llevan a resoluciones insospechadas…Y ese es el argumento de esta novela: Philip Trent, un talentoso pintor, del que sabemos que ya cuenta con un sólido prestigio como detective aficionado, es contratado por el director de un importante diario londinense para que investigue el asesinato de un poderoso magnate norteamericano que ha aparecido muerto en el jardín de su casa de campo. Una hermosa viuda, poco desconsolada, dos secretarios (uno de ellos especialmente atractivo), unos zapatos reventados, una dentadura postiza, una botella de whisky… esas son algunas de las pistas que nos irán llevando, de la mano de Trent y sus grandes dotes deductivas hacia a la solución acertada… ¿o no?
Eso solo lo sabrá el lector de esta historia cuando llegué a la última página del muy entretenido viaje que nos ofrece E.C. Bentley en esta novela.
En una época en la que arrasaba un infalible Sherlock Holmes, el encanto de Philip Trent consiste precisamente en su falibilidad y el tono de simpática ironía con el que está escrita la novela. Eso es, precisamente, lo que le da su carácter de modernidad, rompiendo con el carácter sensacionalista y, a menudo, encorsetado que caracterizaba a las novelas de misterio del siglo XIX. A partir de Bentley, la novela de misterio se plantea más bien como un juego entre el autor y el lector, en el que el primero le va presentando pistas al segundo para que este realice el esfuerzo por sí mismo de reconstruir el puzle en el que consiste la trama (con más o menos trampas, según el autor de que se trate).
En esta novela concreta, El último caso de Philip Trent, el lector se encontrará con que bien merece la pena realizar ese esfuerzo y pasárselo bien intentando reconstruir por sí mismo el puzle que Bentley nos ofrece. Otra cosa será si, realmente, lo consigue.
Siruela, 2017Compra en Casa del Libro
José María Sánchez Pardo