Relato corto “El último cochista” – Desde Gijón y en Bicicleta
" data-orig-size="1000,500" sizes="(max-width: 584px) 100vw, 584px" data-image-title="El ultimo cochista" data-orig-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg" data-image-meta="{"aperture":"0","credit":"","camera":"","caption":"","created_timestamp":"0","copyright":"","focal_length":"0","iso":"0","shutter_speed":"0","title":"","orientation":"0"}" width="584" data-medium-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=400" data-permalink="https://gijonenbici.wordpress.com/2020/04/05/el-ultimo-cochista/el-ultimo-cochista/" alt="Foto de el último cochista, espieando entre visillos - Desde Gijón y en Bicicleta" height="292" srcset="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=584&h;=292 584w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=150&h;=75 150w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=400&h;=200 400w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=768&h;=384 768w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg 1000w" class="aligncenter size-full wp-image-6008" data-large-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/el-ultimo-cochista.jpg?w=584" />4 de abril de 2102. Llevo trescientos quince días escondido en mi casa sin salir pero sé que dentro de poco vendrán a por mi. Mis ahorros se han agotado y ya no puedo pagar el local que tengo alquilado justo al lado del portal. En cuestión de días, el dueño se acercará al local, verá el cartel de “almacén de bicicletas” que tengo colocado en la fachada, abrirá el portón y descubrirá el coche que tengo escondido allí, torpemente camuflado bajo unas telas. Entonces estaré acabado.Tras los atropellos masivos de ciclistas y peatones – promovidos por las compañías automovilísticas y ejecutados por conductores de VTCs y otros incontrolados – durante el Progrom Cochista del 2100 en las grandes ciudades de todo el país, aprovechando la conmoción general y el duelo nacional, el gobierno liberticida de las élites intelectuales promulgó la Ley de Protección Especial de la Salud Urbana y el Medio Ambiente (PRESUMA) que prohibió el desplazamiento, estancia y aparcamiento de coches en en el interior del perímetro urbano y puso en marcha el terrorífico PROMESA URBI (Programa de Mejora de la Salud Urbana con la Bicicleta) para imponer su absurda y alienante agenda ciclista.
Pero yo no estaba dispuesto a separarme de mi coche y por eso lo escondí cerca de casa en los primeros días. Lo hice con mucho sigilo y sin ser muy consciente de que iba a quedar inmovilizado para siempre allí pero creo que no podría vivir sin mi coche ahí cerca.
Yo no me oponía a la línea higienista del gobierno de la Alianza Corporativa anterior, que promovía el ejercicio físico regalando chándales y organizando carreras benéficas porque defendía también mi derecho inalienable a aparcar debajo de casa y conducir mi coche a cualquier lado con libertad. Pero esto no, no y no.
Mis vecinos en cambio, como ovejas, han acogido la PRESUMA de buen grado y ahora les veo, a hurtadillas entre los visillos, caminar y montar en bicicleta con una sonrisa. Todo el mundo parece muy feliz, pedaleando en sus quehaceres diarios, pero por dentro ¡vaya usted a saber!. El silencio de la calle me resulta ensordecedor y cuando lo rompen los aullidos de los niños y niñas del vecindario jugando despreocupadamente en la calzada vacía de coches es una tortura para mis oídos. Cómo echo de menos los ruidos de los motores y las tufaradas de humo de los camiones que llegaban a mi ventana.
Pronto los agentes de Salud Urbana vendrán a tocar a mi puerta. Se llevarán mi pobre coche a uno de esos campos de concentración que llaman eufemísticamente “Aparcamiento Comunitario” en los límites de la ciudad. Y a mi me aplicarán con todo el rigor el PROMESA URBI y me obligarán a usar una de esas bicicletas eléctricas que regalan a cada ciudadano, cada día, durante 30 días, para que adquiera el hábito de su uso cotidiano para moverme por la ciudad, ir al trabajo, a las compras y demás.
Están listos. Podrán imponerme la bicicleta como modo de transporte pero no podrán obligarme a que me guste. Y tendrán que arrancarme el volante de mi coche de mis frías manos muertas.
ó