La historia presenta en contrapunto la muerte de Charles Dickens en Londres y la vida de su hijo Frank en Bengala, la India. Vemos aquí cómo el oficial Frank Dickens desentraña un caso de robo de un cargamento de opio cuyo cultivo y comercialización estaban permitidos por Inglaterra. Este asunto del opio sirve para acceder al asunto de la novela inconclusa, asunto del que nos iremos enterando poco a poco, pero que en síntesis plantea qué final tuvo Edwin Drood, a quien su padre expulsó de casa por su mala vida y conducta.
Al tiempo y en contrapunto temporal con 1870 se nos presenta la campaña de conferencias por USA que Dickens ofreció en 1867 y que al decir de algunos agravaría las dolencias que ya sufría y que en definitiva precipitaría su muerte tres años más tarde. Esta parte del relato es importante para entender el desenlace de la historia y también lo es en sí mismo por servir para presentar la vida norteamericana de aquellos años, en especial la dura competencia existente entre editoriales que llegaban –es el caso de Harpers & Brothers- a delinquir por hacerse con obras y/o relatos de los escritores más afamados del momento. Histórico en efecto es la grandísima repercusión que Dickens tuvo en América y cómo llenaba los teatros con sus lecturas dramatizadas, al igual que lo es el impago de derecho alguno de autor por parte de las editoriales norteamericanas, hecho que el auténtico Dickens denunció en vida en reiteradas ocasiones por lo que adquirió injusta fama de tacaño.
Estos son pues los tres elementos de la novela de Matthew Pearl: el tráfico de opio, la novela inacabada y los sucedidos en Boston y Nueva York con Charles Dickens. Junto a estos tres elementos aparece la historia de amor que nace entre el editor Osgood y su joven y bella asistente Rebecca que viajan a Londres para desentrañar el misterio.
¡¡AVISO!!
No es mi costumbre caer en ello, pero debo advertir que a partir de aquí hay SPOILER. ¡¡Quien avisa no es traidor!!
Los antagonistas de los héroes pertenecen lógicamente al mundo del opio y a los competidores de la industria editorial. El asunto sufre una vuelta de tuerca cuando se comprueba que el misterio de Edwin Drood no era otro sino que frente a lo supuestamente admitido este personaje no habría muerto emparedado sino que con un cambio de nombre él mismo era el dirigente de este submundo de delincuencia. Y la unión con el relato y el propio Dickens es que al igual que otros autores [Poe por ejemplo] en esta novela inacabada Dickens tenía desde hacía tiempo escrito el final que no era otro que el que acabo de exponer por lo que el personaje real retratado en la ficción no podía consentir ser descubierto por lo que pone todo su empeño en evitarlo, algo que no logrará. Pero tampoco el editor logrará ser el único que publique la resolución del misterio porque el fajo de páginas que encontró desaparecerá en el fuego en el que morirán sus perseguidores (Herman y Wakefield). ¿Todo desapareció? No, Osgood previamente había desgajado el último capítulo del resto de páginas. Pero (¡otra sorpresa!) estaba escrito en un código taquigráfico incomprensible para todos los que se dedicaban a la industria editorial por lo que El misterio de Edwin Drood proseguiría sin resolverse, aunque siempre, en un futuro próximo o lejano, cabría la posibilidad de que alguien supiese descifrar esa taquigrafía dickensiana.Me gustó: La recreación de la época de Dickens así como la información que se alcanza a ver de la literatura de habla inglesa a finales del XIX. También algunas reflexiones sobre la creación literaria
No me gustó: Cómo juega Matthew Pearl con el lector llevándole a creer –respecto al personaje de Herman- que se encuentra ante un auténtico Mefistófeles. Con ello el novelista busca atraerse a ese público de las novelas fantásticas en las que tanto abundan estos personajes demoníacos. Me parece un recurso algo rastrero. Esto y otros detalles inscriben al relato dentro de la categoría best seller, en su nivel más populachero.
