Hoy se cumplen diez años del fallecimiento de Antonio Asensio. El que fuera fundador y presidente de Grupo Zeta murió a los 53 años. Un joven Asensio tuvo que asumir, a la muerte de su padre, un pequeño taller de fotocomposición que trabajaba para el desaparecido Grupo Mundo de Sebastián Auger. Cuando éste cerró, (entonces se cerraban los periódicos cuando la empresa estaba en crisis), fundó en 1976 la revista INTERVIU y de ahí llegó a crear un importante conglomerado de empresas periodísticas y a presidir Antena 3 TV.
Zeta se fundó con 500.000 pesetas de capital(3.000 euros actuales) y en su momento más álgido, allá por el año 2000, llegó a facturar más de 700 millones de euros. Los periódicos y revistas de Asensio llegaron a tener más de 6 millones de lectores...
Los que tuvimos la oportunidad de formar parte de su equipo directivo, y estoy convencido que la mayoría de los que trabajaron con él, lo sentían como una referencia emprendedora y el motor de las iniciativas más arriesgadas en el mundo de la comunicación. La vitalidad de Asensio, su visión a largo plazo del negocio de los medios, su optimismo y ese punto de riesgo que nos ponía siempre al límite fue, sin duda, la causa del éxito de su grupo periodístico.
Alguien que era capaz de revolverse contra Felipe Gonzalez que le negó la concesión de una televisión privada y, posteriormente, contra Aznar que le obligó a vender Antena 3 a la Telefónica de Villalonga, y al mismo tiempo participar en el diseño de la portada del Periódico de Cataluña o de la revista Tiempo, tenía el mérito de poderse llamar EDITOR.
Los tiempos pasados no fueron fáciles, la intervención gubernamental en los medios en la época de Aznar era insostenible, la fragilidad financiera de un grupo en constante crecimiento como el de Asensio y la competencia mediática del grupo PRISA con Jesús Polanco al frente pujando por los derechos del fútbol y compitiendo en su momento por la prensa regional, dibujaron un panorama muy complicado.
Cuando las aguas de PRISA y ZETA llegaron a un mismo cauce y los dos editores se dieron la mano, entonces Aznar no perdonó. Fue la época en que Polanco estuvo a punto de ir a la cárcel y Asensio perdió la televisión .
De aquellas batallas, hoy queda poca memoria histórica. Nada que haga suponer que los grupos de comunicación puedan ilusionarse con algo más que no sean las operaciones corporativas de fusiones y adquisiciones bajo intereses de capitales foráneos, y nada que no sea recortar los costes, externalizar las tareas y menguar los riesgos en espera de que el temporal pase. Nada que signifique explorar nuevas iniciativas y mejorar la calidad periodística.
A veces pienso que esta actitud no es tanto por la situación de crisis que viven los medios, como por la falta de aquellos editores que hubieran sabido capearla con otros criterios.
En fin, no lo podremos saber jamás porque aquel optimismo y empuje, aquel sentido del riesgo y creatividad, desaparecieron hace diez años con el último editor, Antonio Asensio.