(1942), una de las piezas más celebradas del novelista y dramaturgo húngaro El último encuentro Sándor Márai (1900-1989), narra el reencuentro entre dos viejos amigos que llevan décadas sin verse. Se trata del primer libro del autor que Salamandra recuperó de entre su vasta producción -solo entre 1918 y 1947 publicó más de cuarenta obras- y se publicó en castellano en 1999, cuando fue redescubierto. Márai llegó a gozar de cierto prestigio en Hungría antes de la Segunda Guerra Mundial, pero con el establecimiento del régimen comunista se marchó de forma definitiva a Estados Unidos y su obra fue prohibida en su país de origen. Esta vida turbulenta, que culminó con su suicidio, le ha otorgado los calificativos de escritor maldito y olvidado, que tal vez, dado el espíritu romántico con el que a menudo se sigue apreciando la literatura, han contribuido a aumentar un culto más que cuestionable en torno a su figura y su obra.
Las novelas de Márai se inscriben en la tradición realista decimonónica, es decir, construcción episódica lineal -casi como los actos de una obra de teatro-, pulso elegante y preciso, gran importancia de la trama. El último encuentro en particular se centra en las cuentas pendientes entre Henrik, un general retirado, que ocupa el papel principal, y su amigo Konrád, con el que mantuvo una estrecha relación durante su juventud. Llevan exactamente cuarenta y un años sin verse; entonces ocurrió algo que los separó, y ahora, en la vejez, Konrád regresa y el general está dispuesto a aprovechar el momento para sacar a la luz el secreto que los alejó. La primera parte del libro, desde el anuncio de la visita hasta que el amigo por fin se presenta en la mansión, sirve para mostrar los rasgos de ambos personajes y plantear una oposición entre ellos a partir de su pasado, cuando se conocieron en la academia militar: Henrik, el rico, hijo de un guardia imperial, que salía por las noches a divertirse; Konrád, un chico de familia humilde, solitario y con una gran sensibilidad por la música, afición que en el entorno del primero era más propia de mujeres. Con todo, se hicieron grandes amigos.
En el presente, cuando los dos son ancianos, se han vuelto las tornas: Henrik, ya viudo, se retiró de forma prematura y vive recluido en su caserón con la única compañía del ama de llaves y los criados; se aferra a un mundo, un tiempo, que ya ha dejado de existir -la casa, como él, ha perdido el esplendor de antaño, símbolo de la imposibilidad de aferrarse al pasado, a un Imperio austrohúngaro que ya es historia-. Konrád, en cambio, ha viajado, ha descubierto otras culturas y solo ha regresado a su tierra natal para emprender este viaje, en plena Segunda Guerra Mundial. En la segunda parte de la novela, se ven las caras en un encuentro en el que Henrik, meticuloso hasta el extremo, ha decidido repetir el mismo ritual que la última vez que se vieron. En este punto, la tercera persona da paso a una conversación que es más bien un monólogo del general, un monólogo que, con una intriga bien dosificada, va desvelando los motivos de la separación de ambos amigos y pone sobre la mesa su venganza (en forma de preguntas).
Márai es un escritor de los que yo llamo "dueños de su material": domina la técnica de la novela breve de intriga a la perfección, su propuesta está bien planteada, bien escrita y bien ejecutada, y repite el mismo esquema o uno muy similar en otros libros -como La herencia de Eszter (1939), que se reseñará en las próximas semanas-. Sin embargo, dominar solo su material tiene un inconveniente: no se mueve en el terreno de la gran literatura, que conlleva riesgos, dificultades, sino en el delpotboiler o lo que hoy conocemos comobest-seller bien vestido: un libro correcto en su desarrollo y con un estilo digno, pero de escaso calado, vacío de significado. José María Guelbenzu señala en su crítica -erudita y, a mi parecer, muy acertada- que el interés de El último encuentro está supeditado a la intriga, al qué pasará. Esto no supone un problema per se, pero sí lo es cuando toda la concepción de la obra reposa solo en esto y deja en un lugar secundario los matices de los personajes o la hondura del conflicto emocional sobre la amistad. En palabras de Guelbenzu:
[...] a medida que me internaba en ella, me ha ido pareciendo, a cada página que pasaba, más pedestre y superficial de lo que hubiera sospechado y he llegado al final con la convicción de encontrarme ante uno de esos casos que, en la jerga literaria, se conoce con el nombre de "falsa gran novela". [...] esta novela no responde a criterios de conocimiento sino de atracción por lo escondido. No es lo mismo desvelar un acertijo que conocer un sentimiento o una idea. En el primer caso estamos ante una curiosidad resuelta con mayor o menor artificio; en el segundo, ante una representación de la vida cuyo sentido final es el Conocimiento. [...] La intriga que emana de los personajes emana de su complejidad, no de su simpleza; cuando son simples es cuando se supeditan a las necesidades de la mera intriga y donde hay capitán, no manda marinero. La prosa aparentemente elegante y cultivada de Márai [...] oculta una variedad considerable. Todo lo que hace es desgranar la información precisa y sucesiva para sacar adelante la intriga. Los personajes adyacentes -Nini, Krizstina y Konrád- son fantasmales, no evolucionan, tampoco dejan ver el contenido de su conciencia, simplemente informan de sus actuaciones.
En definitiva, estamos ante una buena novela dentro de su género, una novela muy fácil de disfrutar y que se lee con avidez -quizá su éxito se deba a esto, a su accesibilidad para todo tipo de lectores-, pero que resulta plana como creación literaria y está lejos de ser la obra maestra que muchos aclaman. Creo que el cuidadoso estilo de Márai, tan exquisito y refinado en comparación con la narrativa contemporánea -no olvidemos que muchos lectores siguen tomando el esquema clásico como su principal referencia de buena literatura-, junto con el sentimentalismo (siempre candidato a conmover), han llevado a engaño a la hora de valorar a este autor y han pasado por alto su simplicidad, tanto en el tratamiento de los personajes como en el conflicto psicológico. No todas las recuperaciones deben ser consideradas clásicos modernos por el mero hecho de volver a publicarse; la literatura comercial ya existía antes y, a veces, el emperador está desnudo.