Lo acabo de oir en las noticias: el bombardeo de un hospital en Alepo, Siria, ha causado más de una una veintena de muertos. Entre ellos hay varios niños y el último pediatra, que estaba su cuidado.
Cuando elegí esta profesión nunca me la imaginé como una actividad de riesgo. He trabajado en varios países, media docena de hospitales y algunos centros de salud, algunos en barriadas de las que no se pueden considerar favorecidas. Nunca me he sentido amenazado, aunque haya tenido algunas situaciones comprometidas por razones diversas. Obviamente he tenido una vida privilegiada.
He sabido de pediatras que han muerto en medio de situaciones violentas, pero no en el ejercicio de su profesión: Salvador Allende, George Habash… Está visto que no es suficiente matar niños; hay que matar también a sus pediatras.
X. Allué (Editor)