El 15 de agosto de 1945, el emperador nipón Hiro-Hito se dirigió por radio a la nación para anunciar a unos atónitos súbditos, que por primera vez escuchaban la voz divina de su caudillo, la rendición incondicional de todas las fuerzas japonesas. La Segunda Guerra Mundial había finalizado.
Sin embargo, en esos momentos unos 3 millones de soldados japoneses se encontraban dispersos por todo el Océano Pacífico, y no todos se enteraron del fin de la guerra. Hubo algunos grupos de combatientes que, ignorando el desenlace de la contienda, continuaron resistiendo en sus refugios al enemigo norteamericano completamente ajenos a la realidad. Entre todos éstos, destacó un nombre por encima de todos: Shoichi Yokoi, un sastre que continuó librando su propia guerra....durante 28 años.
Shoichi Yokoi era un joven sastre que a los 24 años fue alistado en la Armada imperial japonesa. Tras haber pasado un corto periodo de instrucción y haber servido inicialmente en la 29º división de infanteria, fue finalmente destinado al 38º regimiento, con acuartelamiento en Guam, una de las Islas Marianas.
En 1944, las fuerzas aliadas iniciaron el desembarco sobre dicha isla, dando inicio la batalla de Guam. Fue muy dura, siendo necesarios casi 30 días de lucha hasta que los estadounidenses asumieron el control de la isla. De los 18.500 soldados japoneses que custodiaban la isla, unos 18.000 perecieron, y otros 485 fueron capturados como prisioneros de guerra. Sin embargo, hubo un pequeño grupo de supervivientes que huyó y se refugió en la selva, dispuestos a resistir hasta el final. Shoichi estaba entre ellos.
Nuestro joven sastre se internó en la espesura de la selva con otros 10 soldados, tras haber presenciado cómo su regimiento fue aniquilado por las tropas norteamericanas. Durante los primeros meses vivieron juntos, e incluso se atrevieron a realizar pequeños actos de sabotaje e incursiones. En una de ellas, 3 infantes de marina norteamericanos fueron emboscados y asesinados.
Fotografía aérea de la selva de Guam, de tipo tropical.
Poco después, algunos soldados del grupo decidieron arriesgarse a salir de la selva, dejando únicamente como resistentes a Shoichi y a otros dos combatientes. Durante éste periodo, concretamente en 1952, encontraron unos panfletos escritos en japonés y que presumiblemente habían sido lanzados desde un avión, en los que se informaba del fin de la guerra. Shoichi y sus compañeros los ignoraron, creyendo que se trataba de propaganda aliada.
Con el paso de los años los alimentos comenzaron a escasear, y finalmente los tres supervivientes decicieron separarse. Cada uno se quedaría en una zona determinada de la selva, y se buscaría sus propios recursos. A pesar de la separación, Shoichi continuó visitando esporádicamente a sus compañeros, hasta que encontró sus cadáveres en 1964. A partir de entonces estuvo completamente sólo.
La supervivencia no fue sencilla, sobre todo cuando se quedó aislado y sin compañeros. Según contó a posteriori, su principal problema fue la obtención de alimentos. Su dieta estaba constituida fundamentalmente por mango, leche de coco y anguilas. También solía cazar, fundamentalmente de noche, y tenía la precaución de hervir siempre el agua que consumía.
Con el paso de los años, las ropas del uniforme de soldado que llevaba fueron deteriorándose progresivamente hasta hacerse completamente inservibles. Fue entonces cuando Shoichi utilizó sus antiguas habilidades de sastre para confeccionarse unas sorprendentes prendas hechas enteramente con fibras de corteza de árbol. Hizo un juego de 3 camisas y 3 pantalones, a los que incluso cosió bolsillos.
Ésta es una de las 3 camisas confeccionadas por Shoichi. Cuando huyó llevaba consigo un juego de botones que utilizó para sus prendas.
Pero no menos sorprendente fueron los refugios que se construyó. Uno de ellos era una cueva excavada por el propio Shoichi en una zona de bosques de bambú y muy inaccesible. Tardó un mes en excavarla, y durante todos los años que vivió allí estuvo permanentemente ampliándola. Se accedía a la misma por una pequeña trampilla de dos metros cuadrados, disimulada con cañas de bambú, que daba a su vez a una escalera que descendía unos 8 metros. En éste curioso "hogar", Shoichi tenía incluso un agujero que conectaba directamente con un río cercano donde poder hacer sus necesidades, y una pequeña cocina con una olla, estantes y un fogón. Toda la instancia era iluminada por medio de unas lámparas de coco en las que quemaba aceites.
Entrada al refugio de Shoichi. La cueva original fue destruida en un tifón, y en la actualidad las autoridades locales han construido una réplica como atracción turística.
Un diagrama del refugio de Shoichi. La entrada y el "baño" están a la izquierda, la cocina a la derecha. La cueva no superaba el metro de altura, por lo que Shoichi siempre tenía de estar en cuclillas.
Finalmente, el intrépido superviviente fue encontrado el día 24 de enero de 1972 por unos cazadores locales, que lo vieron pescando en un río. Cuando Shoichi los vio salió corriendo, pero finalmente los cazadores consiguieron dar con él, y tras unas pocas y confusas palabras, éste accedió a mostrarles su refugio primero, y a acompañarlos a una prefectura de policía después. Inicialmente, se pensó que era un habitante autóctono de la zona, pero finalmente la sorprendente historia de éste soldado japonés salió a la luz. Había vivido durante 28 años en la selva pensando que su país continuaba en guerra, y de ellos los últimos 8 los había pasado en la más absoluta soledad.
Esta es la primera fotografía que se le hizo a Shoichi tras haber sido descubierto. No tardaría en convertirse en una celebridad.Poco después, nuestro ahora ya adulto soldado volvió a Japón cómo un héroe de guerra. Los médicos que le examinaron dijeron de él que tenía un estado físico envidiable, y una excelente salud mental teniendo en cuenta el tiempo pasado en soledad. A pesar de los cambios, se adaptó muy bien a su nuevo estilo de vida. Contrajo matrimonio, escribió dos libros, y dirigió un programa televisivo de técnicas de supervivencia. Llevó una sencilla y austera vida hasta su muerte en 1997, a la edad de 82 años.
Como ejemplo y resumen final de su carácter, merece la pena remarcar la frase que pronunció a los medios de comunicación cuando regresó a su tierra natal: "Me siento avergonzado de haber vuelto con vida".Fuentes:- "El soldado que nunca se rindió" en noticias interesantes:- Shoichi Yokoi en la wiki: (en inglés)- 30 años sobreviviendo en la jungla, de primitiveways.com (en inglés)