La historia contada en El último triple de Larry Bird no conduzce (espero) a pensar en mi pura autocomplaciencia ante lo que escribo, más bien obedece a esa sensación de que has escrito –por fin- algo parecido a lo que has deseado escribir (o al menos se encuentra lo suficientemente cerca) y después de los años sigues pensando que ese algo que has escrito es para ti importante (contiene una clave personal), pero en realidad no le importa a nadie. Por supuesto, esto también guarda relación con la frustración que representa intentar publicar tus libros y que no le interesen a ninguna editorial, uno de los pivotes sobre los que se sostiene el discurso de El Calvo del Sonora.
En El último triple de Larry Bird describo el recuerdo de unas imágenes televisivas; como la tecnología lo permite, dejo debajo del poema el video de Youtube donde aparecen las imágenes de las que hablo.
EL ÚLTIMO TRIPLE DE LARRY BIRD
Pasa el tiempo y la imagen perdura:
NBA, concurso de triples, años 80. Larry Bird, el Imbatido, ha fallado algunos lanzamientos, necesita la doble puntuación del último para ganar, para revalidar su título, para seguir siendo él mismo. Faltan tres segundos. El tiro sale. Y según abandona el balón sus manos, Larry Bird alza el brazo y el índice. Sabe que va a entrar, sabe que es de nuevo el campeón. El estadio guarda un silencio clamoroso mientras el balón recorre su certero arco de Robin Hood, y un instante después estalla.
Sigue siendo mi imagen adolescente de la seguridad propia, el sueño de cualquier patoso: la adquisición de una identidad neta, inamovible. Siempre quise vivir un instante como el de aquel último triple de Larry Bird.
Hoy, que han pasado los certeros arcos de los años, a veces creo haberlo conseguido, yo también encesté mis últimos triples de Larry Bird. Lo he sentido en el palpitar de los dedos sobre la dura cancha del folio en blanco,
pero ha sido sin cámaras, sin focos, en el silencio de un estadio vacío.