Mirarán a mí, a quien traspasaron… – Zacarías 12:10.Todo ojo le verá, y los que le traspasaron. – Apocalipsis 1:7.
Jesús salió de Jerusalén llevando su cruz. A cambio de su amor recibió odio (Salmo 109:5). Sobre su cabeza pusieron una corona de espinas y como cetro le dieron una caña (Mateo 27:29). Se burlaron de él, lo golpearon con la caña y le escupieron la cara (Mateo 27:30). Fue despojado de su ropa, la cual los soldados, sin escrúpulos, repartieron entre sí. Luego Jesús fue clavado en la cruz. ¿Dónde estaban aquellos a quienes él había sanado y consolado? Incluso sus discípulos huyeron.
¿Por qué Jesús tuvo que estar en la cruz? ¿Debido a la maldad de los hombres? Esa no es la única razón. Si Jesús aceptó morir en la cruz fue porque sólo su muerte podía salvarnos. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado. Por ello, cuando terminó su obra expiatoria, pudo entregar su espíritu a su Padre y morir… El jefe de los soldados constató su muerte y le pareció inútil quebrarle las piernas como a los otros dos crucificados. Entonces uno de los soldados le hirió el costado con la lanza.
¿Cómo reaccionaría Dios ante ese último ultraje hecho a su amado Hijo? Sin duda usted piensa que llegó el castigo. ¡Pues está equivocado! Eso no sería conocer a Dios, quien es amor. Del costado herido de Jesús salió sangre y agua: la sangre que expía el pecado y el agua que purifica al pecador que se reconoce culpable y cree en ese sacrificio. Donde el pecado y el odio humano abundaron, la gracia y el amor divinos sobreabundaron.
(Amen,Amen)