Título: El umbral de la
eternidad
Autor: Ken Follett
Editorial: Plaza y Janés
Año de publicación: 2014
Páginas: 1148
ISBN: 9788401342196
Descubrí a Ken
Follett con La caída de los gigantes hace ya dos
años, en octubre de 2012, y la novela me gustó tanto que dos meses
después leí El invierno del mundo, la segunda parte
de la trilogía The Century. Estos dos años esperando
para ver cómo acaba la trilogía se me han hecho muy largos, pero la
espera ha merecido la pena, ya que este último libro es sin duda el
que más me ha gustado de los tres. Si en el anterior libro
los protagonistas eran los hijos de los personajes del
primer libro, en esta ocasión conocemos a sus nietos.
La tercera
generación de cinco familias que son ya viejos amigos con los que es
un placer reencontrarse y saber qué ha sido de sus vidas todos estos
años. La novela transcurre entre 1961 y 1989 y está dividida en 62
capítulos y un epílogo que da el salto hasta 2008. A su vez, los
capítulos están estructurados en diez partes: Muro,
Escuchas, Isla, Fusil, Canción, Flor,
Cintas, Astillero, Bomba y nuevamente Muro
Sobre los protagonistas,
en Estados Unidos volvemos a encontrarnos con la familia
Dewar: el matrimonio formado por Woody y Bella y sus hijos
Cameron y Ursula, a quien todos llaman Beep. Y también con la
familia Peshkov-Jakes: George, el nieto de Lev, así como su
madre Jacky, su padre Greg y su abuela Marga.
Mientras que Cameron es
un joven obsesionado con ascender en política y trabajar en la Casa
Blanca, su hermana Beep es alocada, despreocupada y vive con
libertad, haciendo en todo momento lo que le apetece, sin pensar en
las consecuencias ni en nadie más que ella. La verdad es que ninguno
de los dos me ha caído demasiado bien.
Por su parte George es un
joven negro que vive en primera persona la lucha por los derechos
civiles y la igualdad entre blancos y negros, enfrentándose a los
segregacionistas de los Estados del Sur y haciendo todo lo posible
para cambiar las cosas para que, en el futuro, sus hijos y nietos
puedan vivir en un país totalmente libre, igual y justo para todos.
Pero su lucha es únicamente política. Me ha gustado mucho su
idealismo, su romanticismo, pero en muchas ocasiones, tanto en el
plano laboral-político como, sobre todo, en el personal, me ha
parecido demasiado iluso e incluso ingenuo.
En Inglaterra nos
reencontramos con la familia Leckwith-Williams. La ya anciana
Eth Leckwith, su hijo Lloyd, su nuera Daisy y sus nietos Dave y Evie.
Dave es un adolescente que sueña con ser una estrella de rock,
mientras que Evie es una joven y prometedora actriz sin tapujos,
dispuesta a luchar por conseguir su sueño, sin renunciar a sus
ideales.
En Alemania
volvemos a coincidir con la familia Franck: mi adorada Maud,
su hija Carla, su yerno Werner, sus nietos Walli, Lili y Rebecca y el
odiado Hans Hoffmann, marido de Rebecca. Probablemente esta es la
familia con la que más he disfrutado, los que me han resultado más
cercanos, a los que les he cogido más cariño, seguramente porque ya
en las dos novelas anteriores tenía predilección por Maud, una
afinidad que ahora se ha extendido también al resto de su familia.
Todos viven en el Berlín
Oriental y sueñan con cambiar el futuro negro, oprimido y
dictatorial que les espera a ese lado del odiado muro. Rebecca es la
mayor, la más realista, la más pragmática. Walli es un joven
desobediente que sueña con convertirse en un cantante estrella y
vivir de la música, mientras que Lili también quiere luchar,
cambiar su vida y su destino, pero es demasiado joven y todavía no
tiene las armas ni sabe cómo hacerlo.
Por último, en la URSS
vive la familia Dvorkin-Peshkov, formada por los abuelos
Grigori y Katerina, su hijo Volodia, su nuera Zoya, su hija Ania, sus
nietos Tania y Dimka y la novia de éste, Nina. Tania y Dimka son
hermanos mellizos. Ella es periodista y trabaja en la agencia estatal
de noticias y él es político y trabaja como asesor de Jrushchov, el
secretario general del Partido Comunista. Ella cree que hay que
derrotar al comunismo y él que hay que cambiarlo. Al menos los dos
están de acuerdo en que, tal y como están, las cosas no funcionan,
pero cada uno hará la guerra a su manera. Los dos son luchadores,
inconformistas e idealistas.
De la mano de todos ellos
vivimos los años del Muro de Berlín, el Telón de Acero, la Guerra
Fría y episodios que, aunque son relativamente cercanos en el
tiempo, a mí me suenan lejanos y remotos y apenas los recuerdo de
las clases de Historia del instituto. Bahía de Cochinos, la guerra
de los misiles de Cuba entre la URSS y Estados Unidos, el caso
Watergate, el asesinato de J.F. Kennedy y de Martin Luther King, la
guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, el desmantelamiento de la
URSS, la caída del Muro de Berlín...
Y, cómo no, junto a los
personajes de ficción de la novela acompañaremos también a otros
muchos personajes históricos: J.F. Kennedy, su mujer Jackie, su
hermano Bobby, Martin Luther King, los presidentes de Estados Unidos,
Johnson, Nixon, Carter, Reagan y Bush, Lech Walesa, presidente del
sindicato polaco Solidaridad, Jrushchov, Gorbachov...
Como novela histórica
esta, al igual que las dos anteriores de la trilogía se merece un
diez. Es un repaso completo, muy bien documentado y ameno de la
Historia del siglo XX. Toda una lección de Historia que, además de
enseñar e instruir, divierte, entretiene y engancha. Algo que tiene
muchísimo mérito.
Pero como novela de
ficción le he encontrado unos cuantos peros que voy a intentar
explicaros. El primero es que, al menos para mi gusto, hay demasiado
politiqueo. Los principales personajes George Jakes, Cameron Dewar,
Rebecca o Dimka trabajan como asesores políticos. Mucha reunión,
mucho trabajo de despacho, muchas decisiones... que al final han
acabado saturándome y resultándome repetitivas. Demasiados
puestazos, todos quieren trabajar en la Casa Blanca o en el Kremlin,
en la CIA, el FBI o el Pentágono y todos o casi todos lo consiguen,
a pesar de su juventud o su falta de experiencia. No me ha resultado
creíble y en pequeñas dosis sí, pero en grandes al final ya no me
aportaba casi nada.
Es cierto que los países
los construyen los gobiernos, nos guste o no son quienes hacen y
escriben la Historia, pero no podemos olvidarnos que los ciudadanos,
el pueblo, la gente también forma parte de esos países y de esa
Historia y he echado en falta más personajes de a pie, más
ciudadanos y menos políticos, especialmente en la URSS y en el
Berlín Oriental.
Leyendo a Follett parece
que el Muro de Berlín solo aisló a la URSS de Estados Unidos,
cuando en realidad aisló, separó y distanció a miles de familias.
Justo he terminado de leer esta novela cuando se cumplen 25 años de
la caída del Muro de Berlín. En estos días se han publicado y
emitido muchísimos reportajes que sí han hecho hincapié en las
horribles, tristes y dolorosas consecuencias que el muro tuvo para
los ciudadanos de las dos Alemanias.
El segundo de los peros
lo he llamado “síndrome Alcántara”, en alusión a la familia
protagonista de la serie Cuéntame. Como ellos, los protagonistas de
El umbral de la eternidad se las ingenian y apañan para estar
siempre en el lugar adecuado y en el momento preciso para ser
testigos e incluso protagonistas de los principales acontecimientos
que marcan la Historia. Una vez más, lo poco gusta y lo mucho cansa
y tampoco me ha resultado creíble al cien por cien.
Al margen de estos dos
pequeños peros, como ya he dicho antes esta es la novela que más me
ha gustado de la trilogía. Aunque me daban mucha pereza sus más de
1.100 páginas, para mi sorpresa solo he tardado dos semanas en
leerlas y, lo más sorprendente, me han sabido a poco y me he quedado
con ganas de más.
Con ganas de seguir
acompañando a todos sus protagonistas a lo largo de la Historia del
siglo XX y, por qué no, del XXI y con ganas de conocer a más
generaciones de estas cinco familias que ya forman parte de la mía.
Me ha dado mucha pena terminar la trilogía The Century. Les
he cogido muchísimo cariño a sus protagonistas que además de
haberse hecho un hueco en El umbral de la eternidad se lo han
ganado también en el de mi memoria.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.