Revista Cultura y Ocio

El único e incomparable Iván

Publicado el 25 mayo 2015 por Plausible @plausibleblog
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Me llamo Iván.Soy un gorila.No es tan sencillo como parece.Iván es un poderoso pero tranquilo gorila que vive en el centro comercial Gran Circo. Allí se ha acostumbrado a los humanos que lo observan a través de las paredes de cristal de su jaula, y rara vez echa de menos su vida en la selva. De hecho, casi nunca piensa en ello, Iván prefiere ver la televisión y charlar con sus amigos Stella, una anciana elefante, y Bob, un perro callejero. Lo que más le gusta a Iván es pintar, captar en sus cuadros el sabor de un mango o el sonido de las hojas de los árboles. Pero el día que llega Ruby, una elefantita bebé que fue separada de su familia, todo cambia, e Iván comienza a ver su hogar y sus cuadros de una forma distinta.Katherine Applegate combina humor, ternura e ingenio para crear la inolvidable voz de Iván en esta historia de amistad, arte y esperanza.

Gracias a Océano por el ejemplar.
Esta fue mi primera colaboración con la editorial (por si no lo vieron al costadito, con el resto de los colaboradores :D), y es gracioso que casi no lo eligiera. Es decir, casi me tiro por el de Mara Dyer o algún otro por el estilo, pero estoy segura que no me hubieran llenado tanto como este. ¡En lo absoluto!
La cosa con este libro es que te sentís llena todo el tiempo; como esas veces en donde te sentís satisfecho pero te dicen que al final sí hay postre, así que de angurriento le entrás y después necesitás desabrocharte el pantalón. Bueno, esto es algo así.
Nunca es demasiado tarde para convertirnos en lo que hubiéramos podido ser
George Eliot
Desde la primera página (se los juro, desde la primera) Applegate te va llenando de a poquito de un sentimiento muy cálido; te va llenando el corazón. Con frases increíbles y una historia de superación, familia y amigos, poco a poco vas amando cada vez más a este pequeño libro.
Creo que lo principal del libro son los personajes y sus relaciones. Iván, el único e incomparable, es el mejor amigo de Stella, la elefanta algo mayor que fue maltratada en el circo de donde viene, en el que la ataban a su jaula de las patas unas 23 horas diaria. Ambos van superando día a día el vivir en sus "dominios", como llama él, o en sus "jaulas", como dice ella.
-Creen que soy muy vieja para meterme en problemas -dice Stella-. La edad avanzada es un disfraz poderoso -agrega.

También está Bob, el perro sin hogar que duerme con Iván y que lo hace reflexionar durante toda la novela. Y no nos olvidemos de George y Julia, padre e hija: él trabaja limpiando el centro comercial y ella se pasa las tardes allí, dibujando y haciendo la tarea, hablando con el gorila... conectándose con él.
Los humanos derrochan palabras. Las lanzan como cáscaras de plátano y las dejan ahí para que se pudran.

Y por último (pero no por eso menos importante) está Ruby, una pequeña elefantita que llega de un día para otro y cambia absolutamente todo en el centro comercial. No sólo tiene el alma de una nena (hace preguntas todo el tiempo... como yo, pero más extrañas), sino que además es tan inocente que le tienen que explicar todo.
Pero Ruby es más importante que eso, es más importante que haya comenzado a ser la nueva atracción del lugar: Ruby es la vuelta de tuerca que necesitan todos para darse cuenta de que, en realidad, Stella es más inteligente de lo que aparenta. No son los dominios de los animales. Son jaulas.
No tenemos mucho en común, pero sí lo suficiente.

Me emocionó ir avanzando con Iván. Si bien tenía la noción de que eso estaba mal, la autora logró que me conectara con él y que fuera entendiendo a lo que se refería. Poco a poco me encariñé con Stella como con una figura materna del centro comercial, y con Ruby como una hermanita a la que tenía que proteger. De a poco y con paciencia me fui convirtiendo en un espalda plateada como él, con la necesidad de proteger a los míos y de ver series de cowboys en una tele vieja (porque soy muy fan de Bonanza, for you to know).
Al igual que los niños que escupen y tiran piedrecitas, Julia también es una niña, pero eso, a fin de cuentas, no es culpa suya.

Lo más lindo que tiene el libro es que está contado como para chicos, pero tiene un montón de cosas que decirles a los más grandes. Con dibujos (¡que son hermosos!), capítulos que en realidad parecen escritos como cuentos y una letra propia para los peques, Iván se va metiendo en nuestros corazones y nos da a nosotros, a los que somos más grandulones, una herramienta perfecta no sólo para inculcarles la lectura a los más chicos, sino que también nos ayuda a pensar a los animales como uno más de nosotros.
Como se dice en un momento específico del libro, "los elefantes también son personas". Nos enseña a ver que, después de todo, quizás los animales y nosotros no tengamos tantas diferencias. O quizás sí... pero los "animales" somos nosotros.
A través de estos personajes hermosos la autora logra enviarnos un mensaje muy claro sobre la explotación animal, sobre cómo debemos tratarlos como a unos iguales y cómo, aunque el zoológico sea un paraíso comparado con la jaula en el centro comercial, sigue estando mal. Los animales no pertenecen a zoológicos, así como nosotros no pertenecemos a una habitación que tiene algunas comodidades pero de la cual no podemos salir.
Quizás sea hora, con las nuevas generaciones, de debatir este asunto con los más chicos. Sin público los zoológicos no existen... y los animales sin su hábitat natural, a la larga, tampoco.
No sé por qué me habla la gente, pero a menudo sucede. Quizás es porque piensan que no puedo entender lo que dicen.
O tal vez es porque no puedo responderles.

PD: con esta reseña queda oficialmente inaugurada (?) la nueva sección del blog que no es tal: voy a empezar a reseñar más libros para chicos que antes. Obvio que sí porque antes básicamente no reseñaba libros para chicos, pero ya saben a lo que me refiero.

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