Se han escrito ríos de tinta sobre la historia de Roma en el siglo I a.C. Es normal, ya que es un momento apasionante, de transformación y cambio, son las décadas en las que la vieja República oligárquica de los senadores da sus últimos coletazos antes de dejar paso al gobierno de una sola persona que se materializará en el Principado primero y en el Imperio después. Como todas las épocas apasionantes, este siglo esta plagado de "gigantes" de la historia romana que la hacen más interesante aún. Es el momento histórico de grandes hombres como Mario y su rival Sila, de Pompeyo, de Cayo Julio Cesar, de Cicerón de Octavio, Marco Antonio, Sertorio, y otros jóvenes descendientes de las grandes familias senatoriales como Bruto, Catón, Casio o Escipión. Aunque no nos engañemos no solo había hombres, también es una época de grandes mujeres como Livia, Terencia, Cleopatra, Fulvia y por supuesto Servilia. De ellas y de su vida pública sabemos menos, y siempre a través de fuentes masculinas, pero conocemos lo suficiente como para adivinar las grandes mujeres que fueron. Va siendo hora de sacarlas a la luz, de ser capaces de ver el mundo con el velo de su mirada.
Imagen del personaje de Servilia en la serie Rome (HBO)
La novela de Mireia Gallego Verdejo nos va desgranando los acontecimientos desde la perspectiva de una domina de clase senatorial que, desde muy niña ve como los hombres más importantes de su vida van siendo devorados por Roma, esa madre ingrata que devora a algunos de sus mejores hijos. Su padre, su marido, su hijo y el amor de su vida irán siendo presa de los juegos de poder y prestigio de la Urbs. Para hacerlo utiliza la evocación del recuerdo y la forma epistolar. Servilia recuerda como ha sido su vida desde muy niña y se la va narrando en cartas a su gran amigo Tito Pomponio Ático, famoso editor que se relacionó con las figuras más importantes de su tiempo.
Así descubrimos como Servilia padece, al igual que el resto de mujeres romanas, su limitado rol de hija, esposa y madre. De ella se esperará obediencia a los varones que dirigen su familia, primero a su padre y a sus tíos y después a los maridos que se eligen para ella. El primero matrimonio, cuando ella tenía apenas 14 años, lo hará con Marco Junio Bruto, con quien tiene a su hijo del mismo nombre y uno de los cesaricidas más conocidos. Tras la muerte de su primer esposo, sus hermanos la vuelven a casar con un hombre mucho mayor que ella, casi un anciano, Marco Junio Silano al que le dará tres hijas. Su vida parece destinada a ser como la de las demás mujeres, obediente hija y esposa y devota madre cuya única función es la de dar hijos, si puede ser varones, a sus esposos, servir como peones en las complicadas políticas de alianzas entre las familias senatoriales y encargarse de la administración de la casa. Sin embargo Servilia se rebela contra su destino, espoleada por un autentico amor a César y consigue la independencia de un marido que la tiranizaba y poder vivir su vida con mucha más libertad e independencia de lo que nunca habría pensado.
La novela tiene grandes virtudes: La primera es el estilo de la autora que no se queda en lo meramente narrativo. El lenguaje que utiliza sorprende por su calidad en una autora que presenta su primera novela, aunque los que la conocemos ya sabemos que lleva años escribiendo y divulgando historia romana en su excelente blog ateneaniké.com. La segunda es que la novela aporta la visión de una mujer independiente y culta, contradictoria a veces entre sus sentimientos y sus ideas políticas ya que se debate entre el amor al todo poderoso Cesar y las ideas republicanas de combatir a los tiranos que representa la familia de los Bruto, encabezada ahora por su hijo. Es una mujer rica y noble con criterio propio, protagonista de una época turbulenta y apasionante a la vez. En sus cartas a Ático vemos pasar ante sus ojos a todos esos grandes personajes artífices de la última fase de la República romana. La tercera, y que me ha gustado mucho, es que describe a Cayo Julio César, en lo que yo pienso que es su verdadera dimensión. Lo describe como a un hombre generoso, capaz de las mayores bondades pero a la vez dominado por una ambición tan desmedida que sacrifica a ella a quién haga falta, Servilia, su único y gran amor incluido. La cuarta es lo bien que están construidos los personajes, todos muy bien definidos y creibles desde el punto de vista psicológico. Me han encantado dos de las mujeres que aparecen en ellas: la mejor amiga de Servilia, su compañera de fatigas y penas, la descarada Terencia, esposa de Cicerón y en el otro extremo de la escala socialvVivia la fiel esclava de Servilia, aquella que le limpia las lágrimas tras los disgustos que César da a su ama o la que le cura los golpes de su último marido Silano. Dos grandes personajes de los que se podrían escribir sendas novelas.
Estamos en definitiva ante la sorprendente y más que prometedora "opera prima" de nuestra compañera en Divulgadores de la Historia, Mireia Gallego Verdejo, una gran narradora de historias a la que deseamos mucho ánimo para que pronto nos regale otra nueva historia que nos acerque un poco más a la Antigüedad, a esa Roma que nos define en tantos aspectos en nuestro presente.
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