Si entro en un restaurante y está mal iluminado me voy. Si voy con gente, lo hago notar. Si me tengo que quedar, lo hago a disgusto. ¿Dónde quiero llegar con esta declaración de principios de pacotilla? A que en un restaurante lo valoro TODO. Y defiendo que los propietarios de los mismos deberían tener a sus futuros clientes en cuenta antes de poner bombillas con un color de luz fría o comprar cuchillos que no corten. Ahora parece que esté criticando al restaurante Clectic. Y para nada voy por ahí. Lo voy a poner por las nubes -para empezar por el uso de la luz y la música-. Pero estaba hablando de mí misma. Ya me conocéis. Soy egocéntrica hasta decir basta. A veces.
El otro día fui al Clectic por una cadena de casualidades: quedo con una amiga que hacía mil que no veía, quedo en otro sitio, a última hora cambiamos de idea, me paso de largo* dos veces el restaurante, cuando llego mi asiento estoy por pedirme un whiskey on the rocks -por lo inapropiado que era para comer: asiento bajo, respaldo inclinado hacia atrás... y duro como una piedra- pero finalmente, como hemos ido a comer, lme pongo delante la carta. El untuoso de aguacate del restaurante Clectic lo puedes probar en el menú de mediodía y hace honor a su nombre.
De entre los entrantes del menú, me decido por el plato que tiene el nombre más largo; si sus ingredientes incluyen aguacate, granada, cilantro, lima... se me hace la boca agua y el estómago me vibra al ritmo de Gimme, Gimme. Y si incluye jalapeño yo digo ¡YIHAAAAA!
Cuando llega es un timbal monísimo que haría echar a correr a cualquier adolescente que se precie pero que a mí me da ganas de sacarle fotos hasta agotar la memoria del teléfono**. Pero es que luego lo pruebo y... ¡YIHAAAA!
¿Qué tiene de especial el untuoso de aguacate del restaurante Clectic?
Es atrevido. A ver. A mí el restaurante Clectic me había parecido un Saona, cosa que me parece bien, aunque yo apuesto por la diferenciación. Pero el Clectic tiene una intención mexicana que me tira mucho. Y probar el untuoso y que mis papilas se pongan a cantar rancheras me da mucha vidilla. Viva lo políticamente incorrecto. ¿Se pasan con la proporción de jalapeños? Pues en la primera cucharada te diría que sí. Pero a día de hoy mi estómago no ha sufrido el más mínimo daño, cosa que en algún mexicano si me ha dejado alguna marca. Aunque igual tuvo que ver que en esos locales trato de apagar el ardor con Margaritas... ejem. Volvamos al plato: el resto de ingredientes se conjuga perfecto. La cantidad muy adecuada. Súper-recomendable.
Y ahora diréis, si ya has acabado con el plato... ¿no vas a hablar del baño? Pues sí. Pues claro que sí. El baño tiene la música a un volumen que te entran ganas de llamar a todos y montar una party. Pero lo que es criticar, no le puedo criticar nada. Al contrario 🙂
Y aún diría más, como Hernández y Fernández, que en la intro he dicho que lo valoro TODO. La identidad corporativa del restaurante es muy sólida. Con esa ballena que representa la "cocina migratoria" con la que ellos mismos se definen. ¿Quieres saber más sobre su cocina? Tienes más detalles en su web.
***La imagen que ilustra esta entrada la tuvo que sacar mi chico en una segunda visita, cuando lo llevé a probar el untuoso de aguacate del Clectic. Mi iPhone se había roto, tema que dejo para un próximo artículo... incendiario. Hay una expresión muy de mi tierra para ubicar una localización que es "hace chaflán", incorrecta, pero muy útil. Pues el Clectic "hace chaflán" con la C/ Conde Salvatierra, y si lo buscas en la GV Marqués del Turia te vas a pasar de largo... como yo.Escríto por: Pau
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