Revista Educación

El vacío

Por Siempreenmedio @Siempreblog
El vacío

El otro día se me escaparon el niño y el animal que hasta entonces siempre había llevado dentro. No sé si ambos se confabularon para acometer la huída mientras dormía a pierna suelta en una de estas cálidas noches de verano o si este desafortunado episodio ocurrió por un descuido en el que abrí la boca más de la cuenta durante uno de esos bostezos prolongados en los maratones de series de Netflix a los que acostumbro entregarme sin concesiones los fines de semana.

En todo caso, no es momento para plantearse qué es lo que falló en el operativo de seguridad que tenía habilitado para mantenerlos retenidos sino de lamentarse por la pérdida de estas dos criaturas que, aún a su pesar, tanta compañía me hacían y a las que habitualmente recurría para justificar una repentina salida de tono o cualquier comportamiento inadecuado.

A raíz de lo sucedido, hay quien sostiene que ya iba siendo hora de que se fueran y que ya tengo edad suficiente para apañármelas yo solo ante cualquier eventualidad, y no les quito la razón, pero no me acostumbro a estar tan solo.

No recuerdo si lo dijo uno de esos filósofos de relumbrón cuyas teorías caen siempre en el examen de la EBAU o si me lo inventé yo mismo para autoconvencerme de que hacía bien en no dejarlos marchar, pero cuando los demás me recriminan por esta actitud mía tan egoísta les cuento que el niño y el animal son algo así como un pack que viene de serie en todos los humanos al estilo de la Santísima Trinidad, aunque en formato terrenal y que la gente se va desprendiendo de ellos a medida en que ya no los necesita. (Ojo, que cada uno va a su ritmo y yo para estas cosas soy más bien lento).

Al parecer, el animal anda desatado por ahí haciendo de las suyas sin ningún control. De hecho, algunos vecinos y amigos que lo han visto me han comentado que deambula por la calle sin mascarilla y sin mantener la distancia de seguridad, enseñándole la lengua a los transeúntes y colándose en las tiendas de franquicias de moda sin ponerse gel hidroalcohólico en las garras.

Incluso, me consta que, en venganza por haberlo mantenido tanto tiempo dentro de mí, suele usurpar mi identidad en las redes sociales para increpar a algunos de mis contactos. (Si alguno de ellos es usted, le pido disculpas).

En cuanto al niño, se ha independizado y, aunque me cueste reconocerlo, está demostrando ser más maduro de lo que yo pensaba; es más, creo (y eso me duele) que está más preparado que yo para encarar la vida en solitario.

Por si fuera poco, no solo ha roto todo contacto conmigo sino que además me acusa de haberle arruinado la infancia y le ha contado a todo el mundo que está pensando en interponer una querella contra mí por secuestro.

Entre tanto, yo estoy de lo más mansito y formal y, ahora que dentro solo tengo vísceras y huesos, una enorme pena ha venido a ocupar el gran vacío que han dejado su ausencia.

Si alguien se los encuentra, díganle de mi parte que los echo mucho de menos y que, por favor, recapaciten y vuelvan. No obstante, si eso no fuera posible y algún niño y/o animal lee esto y busca cuerpo de acogida le ruego que contacte conmigo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog