Revista Opinión

El vacío de poder en Irak

Publicado el 11 septiembre 2014 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

A casi ocho años de la muerte de Saddam Hussein y más de diez años de la invasión norteamericana, Irak continúa siendo noticia. El grupo ultra radical y violento Estado Islámico (ISIS) persigue minorías, instala el terror e intenta imponer un Califato sobre los territorios que controla, desde Siria a Irak. El exterminio de minorías religiosas es una de las primeras consecuencias del gran resurgimiento de los yihadistas en Irak.

El poderío del grupo armado Estado Islámico es uno de los resultados de la interminable guerra de Irak. Fundado en 2004 durante la ocupación norteamericana pero rebautizado en 2007, esta agrupación se fue radicalizando al punto de operar de forma independiente a Al Qaeda. Ubicada en los desiertos del sudoeste iraquí (provincias de Anbar y Niniv), el 10 de junio el Estado Islámico tomó la ciudad de Mosul, la segunda más importante de Irak.

Este movimiento yihadista sunnita es un grupo con ideas primitivas que busca establecer un régimen político perteneciente a otra era, utilizando el terror como un arma para acosar a los civiles. El Estado Islámico tiene presencia en Siria, diluyendo las fronteras con Irak y asumiendo el control de la ciudad de Raqqa. En estas zonas de Siria se ubican los grupos que están en guerra frente al gobierno de Bashar al Assad. Incluso los rebeldes “moderados” acusan a los integrantes del Estado Islámico de querer robarles la revolución.

El Estado Islámico avanza hacia el Kurdistán iraquí y comienza a prender las alarmas en el mundo occidental. Allí habitan los kurdos, uno de los pueblos de Medio Oriente que nunca recibió una tierra propia en la participación post caída del Imperio Otomano. La mayoría de los kurdos son musulmanes sunnitas, representan casi el 20% de la población de Irak y poseen una fuerte voluntad de independencia. Situados en el noreste del territorio iraquí, los kurdos intentaron aislarse del conflicto político entre sunnitas y chiitas en la Irak post Saddam.

El avance del Estado Islámico hacia el Kurdistán concentra la atención por las atrocidades cometidas y debido a que la región, ubicada entre el mar Negro y Caspio, es una cuenca petrolífera importante. El control de la zona por parte de los kurdos, con su líder Masud Barzani y su ejército Peshmerga, constituye una tranquilidad para Estados Unidos y el mundo occidental. Es por ello que en estos días y con el objetivo de frenar el avance de los extremistas, el ejército norteamericano bombardeó algunas regiones y lanzó raciones básicas para las poblaciones atrapadas en las montañas.

Una de las minorías religiosas que están viendo sus derechos vulnerados son los Yazidíes. Considerados adoradores del diablo por parte de Estado Islámico, este pueblo intenta escapar a las montañas para no sufrir el terror de lo que el médico español Juan Sotomayor, en declaraciones al diario El Mundo de España, define como “genocidio medieval”. Se calcula que son casi medio millón de desplazados por el avance del Estado Islámico, una catástrofe humanitaria.

Una de las causas de la expansión del Estado Islámico es la falta de control de zonas aisladas en Medio Oriente. El gobierno de Irak, situado en Bagdad, controla solamente franjas de su territorio que es parte de un triángulo de poder (chiitas, sunnitas y kurdos) al que se han sumado los yihadistas. Los chiíes, que representan dos tercios de la población, están en el poder desde 2006 con Nuri al Maliki como primer ministro. Los sunnies de la alianza Al Iraqya, políticamente en la oposición, reclaman desde hace años que son dejados de lado. La tercera punta del triangulo son los kurdos que dejaron el gobierno por no estar de acuerdo con las políticas de Al Maliki.

Pero la cuarta pata, los yihadistas, apareció debido a que no todos los sunnies reaccionaron de la misma manera ante esta exclusión que sintieron por parte de Al Maliki. El vacío de poder hizo que el 2013 fuese el año más sangriento desde 2008, debido a los resentimientos religiosos. Es por ello que las presiones internacionales hacia Al Maliki, por la falta de apertura, llevaron a que el primer ministro dimitiera en las últimas semanas y abriese la cancha para que otro chií pueda llevar adelante políticas inclusivas y logre un gobierno de estabilidad nacional.

El nuevo mandatario Haidar al Abadi tendrá la difícil tarea de reconstruir un país afectado por las divisiones. Para ello deberá no solo negociar internamente sino internacionalmente. Irán, clave por el apoyo que brinda a la comunidad chií, y Estados Unidos, aliado de las fuerzas kurdas, serán claves. Es que estos países así como otros de la región, como Turquía, tendrán que asumir un rol preponderante para derrotar al Estado Islámico y ayudar a la construcción de un país estable.

Quizás por su hegemonía preponderante en los últimos 20 años, Estados Unidos debiera liderar las nuevas conversaciones. Washington con su invasión a Irak fue importante en el resquebrajamiento de esta nación. Ahora deberá tener un rol preponderante para allanar caminos, no solo combatiendo a los yihadistas y defendiendo sus intereses en la región, sino también para ayudar a Irak a llenar los vacíos de poder, que son una de las causas de la emergencia de estos grupos ultra radicales. Con vacíos de poder no solo me refiero a que el Estado esté presente sino a generar mejores condiciones de vida para una población que en el contexto actual es muy vulnerable y fácil de atraer por parte de grupos como Estado Islámico.

ARTÍCULO RELACIONADO: Estado Islámico, el nuevo enemigo (Juan Pérez Ventura, Agosto 2014)


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