Revista Opinión

El vagabundo en busca de su familia

Publicado el 08 febrero 2017 por Carlosgu82

El cielo se tiño de gris y las ramas de  los arboles se movían con mayor intensidad por la feraz  brisa que azotaba el pueblo, observaba como los dueños de las casas principales al parque de la iglesia, cerraban las ventanas y apagaban las luces delanteras, a simple vista podía suponerse que se dormirían, pero siendo las 6pm era inerte pensar eso.

Los perros de la calle buscaban refugio para pasar la noche, pero los escasos lugares estaban abarrotados de basura por gente que venía en sus autos y la arrojaban sin remordimientos, lo hacían con más frecuencia en las noches, a eso de las 9pm cuando ya las primeras calles estaban vacías debido a la delincuencia que afronta cada año más fuerte el lugar. Mi padre siempre decía que la delincuencia aumentaría con tanta falta de recursos en muchas zonas del país, pero controlar tanta pobreza, no es sencillo y no lo será con tantos políticos enriqueciendo sus bolsillos.

La tormenta finalizo y un tremendo frio dejaba a su paso, mi huesudo cuerpo temblaba y el pedazo de manta que tenía estaba húmedo, era hora de salir y vender mis pulseritas que confeccionaba en mis horas libres. Quizás cuando regrese los condenados perros hayan comido lo poco de pan que guardo para mañana.

Me asegure de esconderlo detrás de un pedazo de ladrillo roto y me marche por las calles principales, la delincuencia no era una bronca para mi, los tipos ya me conocían de vista, no podrían robarle a alguien que vive en las calles tratando de sobrevivir día tras día.

Habían días que Pablo, un santeño con pinta de colombiano, era el patrón de los que asechaban las calles por así decirlo, por lo que se; reparten las ganancias a mitad, todo porque Pablo los transporta con facilidad y logra sacarlos de  cualquier ronda policiaca. Conocí a Pablo hace varios años cuando por equivocación sus empleados me rodearon en un callejón y trataron de robarme, lo triste es que ese día no cargaba ni un pedazo de pan viejo y cuando descubrieron que era un vagabundo me golpearon, en eso llego Pablo y pude ponerme de pie y tratar de correr mientras pablo discutía con los inútiles de sus emplea duchos, Pablo corrió y me tomo del hombro y me soltó 20 de los verdes y así ha sido desde aquel día, cuando me descubre en aprietos me brinda algo de dinero que me cae como anillo al dedo; puedo comer y compartir con los perros vagabundos también.

Vivir en las calles de hecho es un privilegio aprendes más que en cualquier lugar, pero claro todos no piensan así, me ven con esta ropa rota y sucia y se apartan con cara de desprecio. De hecho ya estoy acostumbrado.

Al principio cuando caí en las calles, el desprecio dolía, quería pedir ayuda y todos huían por mi asquerosa cicatriz en una de mis mejillas, en ese tiempo la cicatriz era más vidente y producía temor, hasta yo mismo me asustaba y me deprimía en los baños de los bares en los que entraba para pedir agua. Y si suena estúpido, pero solo iba por agua. El alcohol había desaseado mi vida, dejándome sin hogar y con miles de problemas de por medio, casi pierdo la vida y por eso mi cicatriz. De hecho es mi refugio las calles, y a pesar de no oler bien, ni tener comida todo el tiempo, de cargar esta ropa desgastada que tome del basurero, y tantas caridades que tengo frecuentemente. Estoy con vida aun y tengo posibilidades de encarar a mi familia y reiniciar mi vida sin alcohol.

La verdad, hace unos años atrás tuve miedo de volver a encarar a mi familia, pero creo que mi lección ha finalizado, todos merecemos esa segunda oportunidad y posiblemente la mía este muy cerca. No contaba con una gama de dinero, pero pertenecía a la era la clase media acomodada, mis hijos estudian en el extranjero y la mayor Bricel, ya debe estar graduada con un buen trabajo y quizás aquí en la ciudad con su madre. De hecho no siento pena por mi por estar en esta posición, pero hay un peso por mi por no seguir siguiendo los pasos y dándoles el apoyo debido a mis hijos, aunque su madre les ha dado todo y de eso no tengo dudas, pero el apoyo paterno que les brindaba era ese amor, compresión que todos los muchachos necesitan hoy en día.

Estos meses que se acercan son los más difíciles, noviembre, diciembre, festividades, viajes, risas felicidad imparable, con mi familia. De hecho pensé en matarme hace un año, precisamente en estos meses, donde te golpean los recuerdos y las ganas de recuperar todo lo que perdí por ser un cabeza dura. Pero reflexione por más de tres semanas y como todo un hombre, aquí estoy narrando esto, narrando en páginas de un cuaderno viejo y sucio que tome del basurero. Porque lecciones de vida son las que afrontamos si nos  equivocamos en nuestra corta vida, pero siendo humanos y como dicen nos equivocamos. Y así como nos equivocamos, nos levantamos. Y estoy seguro que, todo está muy cerca.

CONTINUARA…


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