Los viajeros que llegan Japón acostumbran a pasar de largo la ciudad de Nagoya, situada en el centro de la isla de Honshu. Está claro que no tiene la chispa de Tokyo ni mucho menos el encanto de Kyoto pero tampoco me disgustó dedicarle un par de tardes y conocer de cerca la cuarta ciudad más grande del país y centro de la industria automovilística japonesa. La ciudad fue totalmente arrasada durante los bombardeos de 1945 en la 2ª Guerra Mundial, por lo que no hay que ir a buscar allí ni edificios históricos ni huellas del pasado sólo el trepidante día a día de una sociedad con un gran afán de superación.
Sin embargo desde Nagoya se pueden hacer algunas excursiones interesantes. Una de ellas es acercarse a Gifu, que se encuentra a tan sólo 20 minutos en tren, para ver la ancestral técnica de pesca con cormorán de la cual ya hablé en un anterior post. http://mttj-viajesyexperiencias.blogspot.com/2008/08/ukai-en-el-ro-nagara.html
Otra excursión muy interesante y de fácil acceso desde Nagoya es el Valle de Kiso.
Durante los primeros años del siglo XVII, Japón se unió bajo la dirección feudal de la familia Tokugawa la cual estableció su cuartel general en Edo (la actual Tokyo) a unos 500 kilómetros de la entonces capital Kyoto.Rápidamente se establecieron diferentes rutas que unían ambas ciudades que, además de rutas comerciales, permitían al régimen mover con eficacia y rapidez mensajes, misiones diplomáticas o incluso espías.De las cinco rutas existentes, las dos más importantes fueron la ruta Tokaido que se desarrollaba a nivel de costa y la ruta Nakasendo que, literalmente significa “camino de las montañas” y que transcurría por el interior de la isla de Honshu.
De la ruta Tokaido, la más importante y más activa, prácticamente no queda rastro alguno y los viejos caminos empedrados se fueron substituyendo por modernas carreteras y vías férreas al mismo ritmo que Japón iba desarrollando su economía. Por el contrario, la zona por donde corría la ruta Nakasendo no se ha visto tan alterada por el crecimiento económico lo que ha permitido que se conservara prácticamente inalterable y muchos de sus tramos se pueden recorrer hoy en día tal como se hacía en el siglo XVII. Por el Valle de Kiso, en las montañas de los Alpes Centrales, ya existía una antigua ruta comercial llamada Kisoji que cubría los 70 km de la zona. En la época del shogunato Tokugawa esta ruta se fusionó a la Nakasendo pasando a formar parte de los 500 kilómetros que enlazaban Tokyo y Kyoto.
A lo largo de estos caminos se fueron desarrollando una serie de pueblos, los llamados pueblos de posta, donde los viajeros encontraban los servicios básicos, principalmente comida, bebida y alojamiento pero también porteadores y cuidados para los animales de carga. Los funcionarios y samuráis se desplazaban para realizar tareas administrativas y recibían un trato acorde a su rango. Los pueblos eran también puntos que utilizaba el gobierno para el control de la red de caminos.Viajar por el sólo placer de viajar no estaba permitido pero sí lo estaban los viajes religiosos. Así pues, durante la segunda mitad del período Edo, la peregrinación se convirtió cada vez más en un fenómeno popular. Fueron apareciendo diferentes centros religiosos, como el santuario de Ise dedicado a la diosa del sol. Mientras, la economía iba creciendo con fuerza dando a la gente más dinero y tiempo libre para viajar, y eran ya miles los peregrinos que se encontraban en las carreteras.
Y allí estábamos nosotros, dispuestos a trasladarnos al siglo XVII y movernos durante unas horas por el escenario donde lo hicieron en su día samuráis, peregrinos y comerciantes. Como ya he comentado, llegar al Valle de Kiso desde Nagoya es bien fácil. Cogimos el tren JR Shinano de las 8 de la mañana en dirección a Nagano. Tras 49 minutos exactos de trayecto bajamos en Nakatsugawa. Enfrente de la estación de tren se encuentra la parada de autobús. Me imagino que la mayoría de turistas que llegan a este pueblo lo hacen con la misma finalidad que nosotros, por eso cuando el chófer vio que nos acercábamos nos preguntó: ¿Magome? y seguidamente nos indicó el autobús que debíamos tomar. ¡Viajar así da gusto! A la 9 en punto salió el bus hacia Magome y fueron 30 minutos de recorrido por una pintoresca carretera de montaña entre espléndidos paisajes. Nuestro plan era llegar a Magome, uno de los antiguos pueblos de posta y, desde allí realizar un corto trekking de 8 kilómetros hasta Tsumago.
El pueblo de Magome, a pesar de estar muy restaurado conserva preciosas casas de madera. Las calles son empedradas y muy empinadas. La calle principal está llena de pequeños establecimientos donde se vende artesanía o dulces de la región. Por las pequeñas acequias corre un agua limpia y fresca y las flores decoran las casas.Después de comprar agua para el camino tomamos el sendero que nos llevaría hasta Tsumago, recorriendo un tramo de la antigua ruta Nakasendo.
El camino no es difícil y está bastante bien señalizado. Primero se nos presentan unas cuestas que nos hacen sacar la lengua pero a medida que el camino se va haciendo más sombrío y fresco nos animamos. A lo largo de los 8 kilómetros no perdemos de vista el agua, riachuelos y pequeñas cascadas, bosques de ciprés japonés y bambú. El camino es una preciosidad y no se hace para nada pesado. Primero vamos encontrando algunas casas aisladas con su pequeña plantación de arroz, maíz o el huerto familiar. Por todas partes crecen flores silvestres: violetas, fresas silvestres, gardenias … pero sobretodo las hortensias que crecen enormes entre los árboles del bosque.
No nos cruzamos con nadie en todo el camino, a excepción de una pareja de europeos. Por fin llegamos a Tsumago. Durante el período Edo, Tsumago era el pueblo de posta número 42 de los 69 que tenía el camino Nakasendo (anteriormente fue el número 10 de las 11 estaciones a lo largo de la Kisoji, ruta que atravesaba el Valle de Kiso). Él pueblo fue en su día próspero y relativamente cosmopolita pero había caído casi en el olvido y en 1968 los residentes locales empezaron una importante labor de restauración. Actualmente es uno de los pueblos de Japón mejor conservados y paseando por sus empedradas calles es muy fácil imaginarse como debían ser aquellos días de máximo esplendor de la ruta Nakasendo.
Tal como hicieran los viajeros del siglo XVII también fuimos en busca de sustento y nos decidimos por una deliciosa tempura en un bonito restaurante de la calle principal.
Ya por la tarde, cogimos el autobús de vuelta en Tsumago hasta la estación de tren de Nagiso. Hicimos transbordo en Nakatsugawa y de aquí de vuelta a Nagoya donde los rascacielos y luces de neón nos devolvieron de repente al siglo XXI.