Finalmente sucedió. Nunca me lo había planteado realmente, pensé que todavía había tiempo de sobra. Mi hija mayor ya conoce el gran secreto de la Navidad.
Estábamos celebrando su actuación (¡magistral!) como puma y zombi en la cantina del colegio. Las dos solas, como corresponde a una niña grande de 8 años. En medio de una conversación (no recuerdo de qué trataba) disparó: Mamá, hay niños que dicen que Papá Noel no existe. ¿Es verdad?
No voy a mentirles, no lo dudé. Le dije:”Amor, no voy a mentirte, Papá Noel no existe. Somos los papis que les hacemos regalos a nuestros hijos para celebrar el nacimiento del Niño Dios. Sólo los niños grandes lo saben, y ellos ayudan a los adultos a que los hermanitos pequeños sigan creyendo, porque la ilusión es muy linda e importante.”
Ella miraba con sus ojasos fijos en mí, tomando su gaseosa. Le pregunté si estaba decepcionada. Me dijo: “mamá, me dijste la verdad! está todo cool! Yo te voy a ayudar a que las peques (sus 2 hermanas menores) no se enteren. Y no le voy a decir a las chicas que no lo saben.”
El decirle la verdad fué la reacción natural. Como cuando nació y me la quisieron sacar de mi lado y no lo permití. Como cuando me fabriqué mi primer fular y la cargué hasta los casi 3 años. Como cuando le di la teta cada vez que pedía. Como cuando durmió conmigo hasta que sola se fue a su cama.
La crianza con apego es eso: es decir la verdad. Es ser coherente entre lo que se vive, lo que se enseña con lo que hacemos. ¡Y me siento tan orgullosa de ella! Y ella está feliz, porque puede confiar en su mamá.
Hoy Rosario aprendió que no sólo puede contar con mamá cuando la necesita, sino, que mamá siempre le va a decir la verdad.
Nada mal para una charla en la cantina, ¿verdad?
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