Una característica común de las personas que se declaran felices es su capacidad para valorar y disfrutar de lo que tienen; la conciencia del valor de aquello que tenemos y que nos da la vida y de las pequeñas grandes alegrías de ésta.
La felicidad parece emerger de la toma de conciencia de aquello que es obvio y que, precisamente por ello, obviamos: un buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos, el contacto con la naturaleza, una buena conversación, tener el privilegio de trabajar en algo que amamos…
En la antigua Grecia existía un concepto que, por desgracia, ha caído en desuso con el paso del tiempo: obnosis. La obnosis hace referencia a aquello que es obvio y paradójicamente acaba siendo obviado… Obviamos lo obvio. Un ejemplo simple sería decir que sin un aire respirable moriríamos o enfermaríamos. Pero quizás sólo daremos valor al hecho de tener un aire respirable el día que tengamos que pagar por respirar; cuando los estados deban financiar sus políticas medioambientales a través de un impuesto que grave nuestro consumo de aire como ciudadanos. Porque es obvio que si no respiramos, morimos, pero normalmente no nos damos cuenta de ello.
Merece la pena abrir los ojos aquí y ahora para darnos cuenta de todo cuanto nos rodea y por lo que podemos sentirnos felices y agradecidos: desde el latido de nuestro corazón, la salud de nuestro cuerpo, la buena música de fondo que nos acompaña, la existencia de un ser querido o el buen vaso de agua que sacia nuestra sed. Cuestiones cargadas de valor.
Merece la pena darnos cuenta de ello y procurar cuidar esas pequeñas grandes cuestiones… Como bien lo expresa Paracelso: “Quien conoce ama. Y quien ama es feliz.”
Selección de Andrés Ubierna de La buena vida de Alex Rovira.