Desde que me plantearon la posibilidad de poder participar en este blog aportando una visión psicológica para plantearnos una opción de vida aún estando parados, he estado dándole vueltas a las posibles ideas a transmitir, para que pudieran servirnos de ayuda ante una situación de desempleo.
Para comenzar me gustaría mencionar que el trabajo influye en nuestro bienestar psicológico, siempre y cuando nos afecte a la entrada efectiva de ingresos, es decir, que no nos permitan desarrollar una vida económicamente aceptable. Pero ¿qué entendemos por una vida económicamente aceptable?, podríamos decir que si de momento tenemos la opción de poder tener un acceso a internet, además de tener nuestras necesidades básicas cubiertas, estaríamos disfrutando de una vida que no se diferencia a nivel de índices de felicidad o bienestar psicológico, con la de aquellas personas que consideramos ricos (Seligman 2007).
Por ende, hemos de comentar ante esta situación, generalmente inesperada, que es encontrarse sin empleo, nos hace sentir que no estamos siendo efectivos a la hora de aportar nuestro granito de arena a nuestra familia, a la sociedad o incluso de sentirnos que no hemos sabido mantenernos en la vida, y eso nos hace vernos proyectados al margen de la sociedad normalizada.
Queridos amigos, nada más lejos de la realidad, y bajo esta concepción totalmente irracional para muchos, desarrollaremos el primer concepto, o la primera pauta que debemos aportar a nuestra vida. Sin duda alguna, nos estamos refiriendo al OPTIMISMO con mayúsculas. Me dirán que para eso no hay que ir al psicólogo y menos visitar este blog que tantos buenos consejos nos ha dado a lo largo de su corta pero intensa existencia.
Pues bien amigos míos, debemos de mirar la vida con optimismo, está demostrado que el optimismo potencia en nosotros las posibilidades de éxito, por lo tanto, el afrontar la vida de manera positiva nos ayudará a conseguir nuestra meta, por un lado, no caer en el desánimo, y por el otro, el conseguir ese ansiado trabajo que nos permita sentirnos nuevamente en lo que interpretamos como el buen camino de la vida.
Pero no solo nos aporta eso el optimismo, sino que va más allá, está demostrado que las personas optimistas enferman menos que las pesimistas, ven más soluciones a las situaciones problemáticas y se permiten planificar nuevas metas, con mayor probabilidad de éxito. Además, también nos ayuda a luchar contra la frustración de salir cada día en la búsqueda de un trabajo y no encontrarlo.
Por lo tanto, podríamos definir el optimismo como la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables. El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.
La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades.
En general, parece que las personas más optimistas tienden a tener mejor humor, a ser más perseverantes y exitosos e, incluso, a tener mejor estado de salud física. De hecho, uno de los resultados más consistentes en la literatura científica es que aquellas personas que poseen altos niveles de optimismo y esperanza (ambos tienen que ver con la expectativa de resultados positivos en el futuro y con la creencia en la propia capacidad de alcanzar metas) tienden a salir fortalecidos y a encontrar beneficio en situaciones traumáticas y estresantes.
Jose J. Rivero
Psicólogo y Experto en Formación
Terapeuta y mediador familiar en COF2000