Revista Opinión

El Varón Domado de Esther Vilar

Publicado el 18 abril 2019 por Carlosgu82

Hará aproximadamente un mes que descubrí el libro de “El Varón Domado” de Esther Vilar, y leerlo ha sido toda una sucesión de sorpresas agrias sobre cómo puede llegar a pensar la propia mujer acerca de las demás mujeres. Como hoy en día, además, la controversia entre el machismo y el feminismo está en boga, me parece un tema atractivo para desmenuzarlo.

El Varón Domado es escrito en 1971 y presenta a la mujer como un ser parasitario del hombre. A decir verdad, desconozco de primera mano cómo debía de ser el mundo de la mujer en esos años, pero hacer semejante afirmación de sus compañeras de sexo me resulta de lo más indigno para ella misma. No hay más que comenzar a leer el prólogo, el cual dictamina que la contraprestación que hace la mujer al hombre para que trabaje para ella es ponerle a su disposición la vagina de vez en cuando, para que suscite emociones intensas de ira.

Para esta escritora la mujer es un animal instintivo, que no desarrolla la inteligencia por propia decisión, que solo sabe hacer cosas inútiles, que desde los 12 años ejerce la prostitución para labrarse un porvenir (seducir a un hombre) y que se dedican a manipular al hombre desde que nace para que él sí sea útil a la sociedad y que sea él quien se desgaste trabajando.

Por lo visto, según el libro, un trabajo que se efectúa durante varios años seguidos es una especie de esclavitud al que el hombre se va sometido para ganar un sustento  que pueda mantener a su familia. Es mejor opción quedarse en casa realizando tareas domésticas, inútiles según Esther Vilar, pero que le sirven de pretexto a la mujer para quejarse y justificar su existencia.

El hombre, en cambio, es representado por un ser celestial y servidor que se sacrifica por una única mujer (mientras no haya otra, me imagino), puesto que ya se encargó primeramente su madre en domarlo para que fuera fuerte y de utilidad, y, posteriormente, su esposa a través de la sensualidad que remarca con su cuerpo en todo momento a través de las vestimentas coloridas y ajustadas, prototipo de prendas que les son prohibidas a los hombres, ya que ellos deben llevar atuendos oscuros o apagados que oculten su bello cuerpo musculoso.

Esther Vilar cree que el hombre tiene en su mano conseguir la libertad trabajando de manera ambulante, sin ataduras o, directamente, no trabajando, sin necesidad de procrear, ni de formar familia, ni de tener responsabilidades con nadie, puesto que posee capacidad técnica, conocimientos y creatividad, pero es incapaz de no sentirse perdido si no se somete al dulce yugo de una mujer, ya que ha sido amaestrado para ello.

Es tanta la humillación a la que se somete Esther Vilar que justifica la infidelidad de los esposos diciendo que el hombre, con la desesperación por bandera, se da cuenta de que está casado con una mentecata que no se interesa por la política, ni por la economía ni por la ciencia, pero sí por los bordados de los tapetes. Y, es así, que busca de manera extramarital otra fémina que le resulte más interesante y que puede acercarse más que su esposa al nivel de curiosidad por el mundo que él sí tiene.

Llega todavía más lejos diciendo que las amantes son aceptadas por las propias esposas, que ignoran adrede el percal, porque asé les dan menos problemas sus maridos y no les hace falta atenderlos en la cama. Además, las mujeres carecen de sentimientos, fingen las lágrimas que derraman y son los hombres los que sí manifiestan el amor, solo que a ellos se les ha exigido desde niños el esconder las emociones. Es por ello, según Esther Vilar, que la esposa no se despeina mucho a nivel sentimental cuando descubre una infidelidad, solo el importa el sustento económico.

La conclusión de ella es que el mundo no está regido por una inteligencia técnica, sino por la manipulación femenina. Podría decir que lo único coherente en todo el libro en  esa última frase acerca de lo que rige el mundo, pero la escritora, en su odio hacia la mujer, no se da cuenta que el arte de la manipulación está sobre todo en los grandes varones que llegan al poder en las estructuras sociales y políticas, y que son ellos los que tienen menos instinto familiar y que, por ello, son más capaces de volcarse al a veces hostil mundo laboral.

Tampoco se da cuenta de que a la mujer también la han amaestrado desde tiempos inmemorables a que se dedicara a la casa, a los hijos y al marido y a que esté en un escalafón subordinada a éste. Que ha de aceptarlo porque no ha tenido opción para desarrollar otras habilidades, mientras que al hombre siempre se le han dado alas para que pueda volar. Que ella ha estado a voluntad de éste, que ha podido tener suerte y vivir cómoda o ha podido  vivir un calvario de maltratos y restricciones.

Debe de ser una vida de lo más enriquecedora y motivante ver pasar los años dentro de una casa y ver cómo tus hijos crecen, pero tu progreso es limpiar diariamente la vajilla cada vez más desgastada y tu proyecto de vida es esperar a que tu marido llegue a casa e intuir el ánimo del que viene para poder mantener la paz casera.

No me he parado a investigar mucho sobre esta escritora, leer el libro ya ha sido bastante para sobreentender que ella, probablemente, tuvo problemas sociales en el entorno femenino desde la infancia, lo cual le hizo albergar un resentimiento profundo hacia la mujer. En los años en los que ella estudió medicina, psicología y sociología no debía de ser fácil compaginar “una vida de hombre” siendo mujer, y ello provocó estragos reportándole una conducta contra su propio sexo.

El Varón Domado fue un best seller debido al gran revuelo que causó que una mujer, cargada de odio, tuviera semejantes ideales antifeministas más endemoniadamente directos que los que puedan tener los machistas. Porque es odio lo que se respira en este libro, no constituye ningún tipo de crítica constructiva hacia la vida cómoda y sedentaria que pudieran llevar algunas féminas de la época. Es un mera compilación de despropósitos estructurales de la sociedad supuestamente regidos por mujeres.


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