Una mañana nos regalaron un conejo de indias, llegó a casa enjaulado. Al mediodía
le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado, jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.
Eduardo Galeano, El libro de los Abrazos
Hombres y mujeres han luchado por su libertad. La libertad es una condición que solo la comprende como tal y la interpreta el ser humano. Y quizás sea esta interpretación lo que nos otorga el estatus de “libres”.
Ahora bien, en tanto libres e interpretes de nuestra libertad, también nos vemos cautivos de nuestras interpretaciones. Nuestras interpretaciones sobre el acontecer, la forma en que lo observamos nos tiene cautivos en un conjunto limitado de acciones. La cultura, el lenguaje en que habitamos, y las emociones que nos poseen a cada momento, condicionan nuestro nivel de libertad, lo que interpretamos como posible y como no posible.
En este sentido podemos decir que los seres humanos habitamos en una libertad condicional. Por un lado somos cautivos, estamos presos de nuestro estar-en-el-mundo, del lenguaje; por otro las interpretaciones que hagamos sobre lo que nos sucede nos abre o nos cierra puertas. Somos responsables de nuestro nivel de libertad pues somos responsables de las interpretaciones que hacemos y de las emociones que permitimos nos posean.
En muchas ocasiones cuando nos naturalizamos en el cautiverio de nuestras interpretaciones habituales, y de súbito encontramos interpretaciones que nos abren la jaula, al ver la posibilidad de la libertad, nos quedamos temblando de susto.
Este miedo a la libertad habla de lo acostumbrados que estábamos al cautiverio, que por un lado nos limita, pero por otro nos brinda la comodidad de lo conocido. Las nuevas formas de observar nos asustan, nos asustan al ver el vasto espacio de movilidad, donde ya la responsabilidad de lo que suceda o no en nuestra vida nos corresponde. Mientras antes teníamos excusas, ahora solo tenemos resultados que remiten a nosotros mismos.
Lo que nos hace libres es la capacidad de tomar decisiones independientemente de las circunstancias. En el momento que percibimos la posibilidad de ser libres se nos pone a prueba para ejercer nuestro primer acto de libertad: decidir. Decidir quedarnos como el conejito de indias en los barrotes temblando en la comodidad de lo habitual o avanzar hacia la conquista del vasto imperio desconocido de nuestras infinitas posibilidades.