
"Un domingo de finales del verano de 1937 se desató una tormenta de violencia inusitada sobre la región de Salzkammergut. Hasta entonces, la vida de Franz Huchel había discurrido como un goteo anodino, pero esa tormenta le provocaría un vuelco tan súbito como trascendental. Ya con los primeros estruendos de los truenos lejanos, Franz corrió a la cabala de pescador que habitaban él y su madre en el pueblecito de Nussdorf, a orillas del lago Attersee, y se arrebujó bien en su cama, a salvo en su cálida guarida de plumones, para escuchar los inquietantes rugidos".
Mi primer contacto con este autor fue el pasado año con su libro Toda una vida, una lectura sobre aislarse frente al mundo, y lo terminé satisfecha, con ganas de repetir. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El vendedor de tabaco.
Conocemos a Franz, un joven que abandona su pueblo para irse a Viena. Corren los años 30 y el joven Franz comienza a trabajar como aprendiz vendiendo tabaco mientras deja que la ciudad le deslumbre. Uno de los clientes de la tienda en la que trabaja es el Dr. Freud con el que entablará conversaciones sobre la vida y el mundo. Un mundo que cambia a marchas forzadas con el comienzo del nazismo.
El vendedor de tabaco es una novela de tono a ratos nostálgico en la que el autor se anticipa a la Segunda Guerra Mundial. En este caso, nos da una visión muy generalizada de Viena en los albores del nazismo partiendo de la base de que todo lector sabe lo que sucederá en no demasiado tiempo. Este es el ambiente en el que sitúa al impreciso Franz, un joven que peca de pacato a ratos, que rechaza el las opiniones viscerales y al que aún le queda mucho por aprender de la vida. Es ahí cuando su amistad con un ya entrado en años Freud puede ser el aporte que necesita la historia, pero el autor no desarrolla demasiado al personaje, convirtiéndolo a veces en un hombre sin las inquietudes y conocimientos que se le conocen, lo que provoca la perplejidad del lector. Y es que uno tiene la sensación, pese a que hay momentos en que la descripción de la ciudad se convierte en una delicia, de que el autor se queda corto casi de una forma permanente. Quizás no como error para él, ya que incluso en el tono percibimos que lo hace de una manera consciente, buscando mostrar a través de los ojos de una persona normal los sucesos que marcaron el comienzo de una gran guerra, solo que se queda corto y termina por perder verosimilitud. Quizás si no hubiera elegido precisamente a Freud...
Seethaler busca escribir una historia tierna, con momentos simbólicos y un protagonista que vive con sorpresa los acontecimientos que le rodean mientras aprende sobre el mundo para orientar a los clientes. Porque no solo se vende tabaco, se vende placer. Y precisamente esa es la sensación que uno tiene ante la rutina de Franz, la de una placidez calma que, como ya conocemos el futuro, no tardará en verse asolada.
El vendedor de tabaco es una novela amable que se lee casi del tirón ante la que uno tiene la sensación de cuento más que de realidad.
Y vosotros, ¿Con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
