Si te digo a estas alturas que este verano está resultando un poco raro seguramente dirás “Mira, el palurdo este acaba de descubrir América” así que mejor me ahorro el comentario. Pero en realidad es que no estamos en verano sino en una fase más en todo este thriller sanitario-emocional en el que vivimos. Primero fuimos incrédulos, después aplaudimos llenos de fe y esperanza en

nuestros sanitarios, empezamos a ver como algunos se erigían en justicieros de balcón y ahora, poco a poco, vamos entrando en una nueva fase, bastante peligrosa si nos dejamos ir. La fase del cabreo colectivo en la que todo el mundo empieza a sentir una mala uva generalizada ante todo y ante todos los que se empeñan en amargarnos los existencia (el resto de la humanidad). Lo que parece claro es que este verano será recordado durante muchos años y nuestros biznietos, cuando lo estudien en clase lo verán en el temario como “El verano de la mala uva”, a todo color, con letras en negrita.
Cuando empezamos así se suelen cometer tonterías propias de incluirse en el Guinness de los récords. Como lo del otro día, empezar a organizarse para burlar las mascarillas y acabar pidiendo el “Habeas corpus” (como quien decía “alohomora” para abrir la puerta) al guardia, armado

con la paciencia que heredó del santo Job, que procedía a extender la correspondiente “receta” a la interfecta. Deberíamos tomárnoslo en seria, más ahora que estamos viendo como no es que lo vayamos a tirar por la borda sino que ya hasta parece que hayamos hundido el barco. No se que haremos si nos vuelve a caer confinamiento pero no es que la economía no lo aguantaría (obvio) sino algo peor, la estabilidad emocional saltaría por la borda. Piénsalo, vivir en un país de pobres ya lo hacemos de hace mucho pero vivir en un país de locos… (bueno, eso también).
¿Qué cómo te salgo yo hablando de mala uva en plena canícula de julio? No se si te habrás dado cuenta de que estos día no hacemos más que ver quejas y
Al final todo se reduce a lo siempre, nadie está conforme con nada que le afecte demasiado tiempo a la cartera o a las costumbres y clamamos contra las decisiones de la autoridad que están hechas a mala leche y para amargarnos la 
En el fondo queremos que vuelva la rutina, como sea, porque es lo que conocemos y somos animales de costumbres. Supongo que será eso, porque 
Si no somos capaces de asimimar que a estas horas ya no podemos aguantar el país a base de vender cartones de sangría y garrafas de “agua de valencia” igual es que algo no 
