Todos queremos tener una vida llena de aventuras y que cada día nos pase una cosa nueva y sorprendente, pero lo cierto es que cuando los patrones vitales cambian de repente cuando llevábamos acostumbrados a ellos desde muchos años atrás, nos sentimos un poco huérfanos de rutinas y de ese sentimiento cíclico de que las bicicletas son para el verano y en septiembre huele a libros nuevos, y en Navidad siempre nos ponemos el mismo jersey con abetos y cabezas de reno y flores de Pascua.
Este año es el primero que voy a hacer de periodista de viaje en potencia, y eso mismo convierte el viaje en algo nuevo que nunca había experimentado antes: el viaje como parte de un proyecto más amplio de escritura y comunicación. El proceso parece el mismo que el que he vivido durante los años anteriores, cuando me pasaba tres meses buscando vuelos económicos a cualquier parte del mundo, daba igual a dónde, con tal de marcharme. No es una huida, me decía, es un reencuentro conmigo misma y todo eso, pero esta vez el viaje cobra un sentido en sí mismo, y por un lado es algo que me asusta (¿cómo voy a ser capaz yo de crear un contenido completamente nuevo sobre lugares tan complejos, cómo voy a poder llegar tan profundo para comprender?), pero por otro es algo así como una ceremonia oficial, un bautismo en el mundo del periodismo de viajes, algo a lo que me voy a dedicar sí o sí, porque es algo que amo hacer.
Recuerdo cómo empezó el viaje a los Mares del Sur hace ahora justo un año. Sin pensármelo mucho compré mi vuelo en vuelo24.es, y en cuanto recibí la confirmación me di cuenta de que no sólo estaba obedeciendo a las necesidades de un blog recién nacido y ávido de alimentarse con historias, sino también a una especie de energía interior que pedía continuamente ser testada sobre el terreno. Algo así como: bien, rompe con tus reglas, lárgate sola, a donde sea, y escribe, a ver si esto es lo tuyo, no vayas a equivocarte. Y así fue. Un año después, con algunos tropiezos y muchos saltos de altura, sigo viva y por fin segura de que no hay una puerta que al atravesar convierta mi vida en lo que he soñado siempre, sino que ese camino se hace dando un pasito tras otro, conquistando primero los átomos volátiles, colaborando, mostrando, y sobre todo siendo consciente de que no se puede separar la vida de la profesión, porque eso resulta tan absurdo y antinatural, como nadar en contra de la corriente.
Este verano no va a ser el verano de siempre, no. Esta vez no voy a viajar con las niñas, ni voy a pintar una escuela en medio de la nada, ni estoy soñando con un Erasmus, ni acabo de terminar los exámenes de junio, ni hay despedidas ni hace calor. Sin embargo, aunque todo cambie y a veces sintamos la nostalgia de los días que eran tan fáciles, siento que algo enorme está ocurriendo. Que me estaré haciendo mayor, me dicen, porque ya no salimos de fiesta hasta la madrugada y, en cambio, nos dedicamos a hacer cenas en casa y conversar hasta que entra la noche de lleno, y a la mañana siguiente a ser adultos y madrugar y seguir desarrollando todos esos proyectos en los que estamos metidos. Porque dirán que la juventud de España está anquilosada y llena de pereza, pero yo a mi alrededor veo cómo la gente con la que he compartido mucho años ahora explota ese potencial interior, sea como sea, algunos a través del arte, otros creando empresas, otros asociaciones, otros decidiendo por fin quiénes quieren ser en realidad, ahora que nos dejan sentirnos libres.
Las cosas cambian y nosotros cambiamos a la vez, no sé si empujados por las circunstancias o siendo precisamente los “empujadores”. Siempre que recuerdo lo veloz que pasa el tiempo, me viene a la cabeza una frase que algún día leí y que le decía al tiempo: “si tú dejas de perseguirme, yo dejo de luchar contra ti”. Es una buena manera de verlo, ¿no es cierto? Aceptar que las cosas ocurren y pasan, y ocurren y pasan de nuevo. Pero hay otra frase latina que me gusta mucho más: gaudeamus igitur iuvenes dum sumus. Disfrutemos pues, mientras aún somos jóvenes.
En unos días (¡días!) estaremos viajando a Macedonia en furgoneta, desde Barcelona, para convertirnos en lo que siempre hemos querido: personas que viajan, que encuentran, y después te cuentan las historias desgranándolas poquito a poco.
Está a punto de comenzar. Y como seguro que no quieres perderte nada (guiño, guiño), te puedes suscribir aquí arribita del todo
¡Feliz día!
M.
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