Anoto lo anterior a las pocas páginas de comenzar a leer El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Subrayo mucho cuando leo. Frases o párrafos, las menos de las veces incluso pasajes enteros. Porque me gusta lo que dicen, porque me descubren algo nuevo, porque expresan algo que siento o pienso pero que yo no sabría poner en palabras o simplemente porque me gusta su sonoridad. No siempre subrayo físicamente porque por ejemplo en los libros que tomo prestados de la biblioteca no lo puedo hacer. Pero este es mío y además en versión digital, algún capricho me tengo que dar. Y aunque el papel tiene su encanto, la versión digital me facilita no solo el subrayado sino también el tomar notas, opción que no siempre uso pero que en este caso me ha resultado de mucha utilidad. Leer y que acudan cosas a mi mente. Leer y dialogar con los personajes. Leer y hablar conmigo misma. Seguir leyendo y rectificar los pensamientos anteriores.
Aleksy odia a su madre, la de los ojos verdes; el único rasgo bello que le reconoce, esos ojos que aún se le harán más verdes ese verano que está a punto de comenzar. Y sí, Aleksy es un adolescente. Hay que matar al padre y todas esas cosas. En este caso a la madre, al padre hace ya tiempo que lo mató o él mismo con su comportamiento se suicidó como progenitor imposibilitando la resurrección. Y sí, Aleksy es también cínico, demasiado. Ni siquiera la adolescencia justifica un odio tan férreo. Cuanto más odia Aleksy a su madre, menos me gusta él a mí, menos me convence y más quiero conocerla a ella.
La conoceré, pero al que más llegaré a hacerlo es a Aleksy; para eso es él quien me cuenta esta historia, quien la escribe. Un psiquiatra le dirá años después de que concluya ese verano que escriba sobre él. Porque aún no os lo he dicho, pues todavía lo desconocía cuando hice esa primera anotación: Aleksy sufre una enfermedad mental, una con «un nombre de dieciséis letras» que le dota de un instinto violento y suicida. Vale, sí, eso puede justificar el odio exacerbado hacia la madre. Vale, conoceré luego cosas que le han pasado, cosas que han pasado en su familia y que me ayudarán a entenderlo. Aun así, poco después de descubrir todo esto, apunto:
No me funciona la mezcla. Hubiese preferido un libro solo sobre la enfermedad mental o solo sobre la relación madre-hijo y la historia familiar. En este libro lo primero solo me muestra cinismo. En lo segundo el protagonista se desnuda, lo conozco al fin.
Sigo sin tener claro si el hecho de que Aleksy sea un enfermo mental le aporta algo a esta novela, pero tal vez habría debido de omitir la primera frase de mi anotación al trascribirla aquí, pues la novela sí me funciona y mucho.
La enfermedad mental es parte de Aleksy y yo poco a poco voy aceptándolo como es. Porque él es generoso al desnudarse y yo he de abrazar su desnudez. Y ahora que acabo de escribir esto caigo en que he vivido con Aleksy un proceso parecido al que él vive con su madre ese verano.
«Mi madre fue la primera mujer desnuda que tuve entre mis brazos».Las despedidas son encuentros.
Así reza mi siguiente anotación y estoy tontamente orgullosa de ella. Pienso que esta entrada bien podría haberse reducido a esas cuatro palabras. Bueno, mi último apunte también resume este libro muy bien pero de este estoy especialmente orgullosa. Tan escueto él, con la tendencia que tengo a enrollarme, y con esa paradoja implícita.
El verano en que la madre de Aleksy tiene los ojos verdes Aleksy y su madre se despiden y se encuentran y no sabéis lo que a mí me gustaría eliminar esa conjunción copulativa y fundir ambos verbos en una sola palabra. Pero no existe una palabra así. Al menos en el diccionario. Creo que sí existe en el idioma del corazón y el recuerdo de Aleksy. Re-cordar*: volver a pasar por el corazón.
Aleksy vive en Londres pero su familia es de origen polaco. Pensaba hacer un viaje loco (locura de efervescencia hormonal) con dos amigos locos (locura de enfermedad) pero termina pasando el verano con su madre en algún lugar del norte de Francia. Sueño cumplido sin pretenderlo. Aún no sospecha que ese va a ser el verano de su vida.
Sigo leyendo y sigo anotando lo que me viene a la mente al leer a Aleksy:
El tiempo no se recupera. Eso es así. Hay que partir de cero o de negativo, con nuestras heridas cosidas o sin coser.
Pienso en todos aquellos que nacen en números rojos, con la partida de la vida perdida de antemano. En los que no disponen de más hilo para coser sus heridas que uno deshilachado, rescatado del fango y por tanto propenso a infectar esas heridas.
«Por fin tengo algo mío, Aleksy, algo que me quiere solo a mí».«Arrastraba los pies como un siervo, pensando en la estupidez de mi madre y, sobre todo, en la hipocresía de la gente. ¿Por qué comprar cuatro vasos si vas a beber solo de uno? ¿Por qué tallar ocho sillas si comes siempre solo? ¿Por qué traer un objeto a tu casa, prometerle vida, una historia, olvidarlo luego intacto e inútil durante días, años, décadas?»
[...]
Yo formaba parte, sin duda, de los objetos, no de la gente de aquel mercado. También yo, al igual que ellos, he estado siempre de más, no he sido necesario, el triste resultado de un regateo momentáneo y el borrador amarillento del que sería, algún día, el Hijo».
Anoto:«En lugar de todos sus sueños, la muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo».
¿Se puede desodiar a alguien?
Tomo prestado el verbo desodiar de Aleksy. Él tiene más inventiva para expresar lo que quiere decir que yo. Y contesto afirmativamente a mi pregunta pero con la boca chica. Porque sé que no es odio lo que Aleksy sentía por su madre. O porque con su odio y amor me gustaría hacer lo mismo que con su despedida y encuentro.
Y sigo:
Enfermedad. Pérdida de peso. Se pierde lo superfluo. Queda la esencia. Somos más bellos.
Aleksy descubre lo que yo intuí desde el principio. Su madre es bella. Más allá de sus ojos verdes. O precisamente por ellos.
«Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeralda».
Girasoli dominante verde. Fotografía de Marcello Semboli
Avanzo. El verano de Aleksy y su madre se filtra por mis pupilas y la miel de mis iris se transmuta, el sol me calienta la piel y el frío se incrusta en mis huesos.
Les cuesta hablar, comunicarse. Todas las familias se parecen. No somos tan distintos unos de otros.
Cada uno quiere como sabe o puede.
Me equivoco. No se trata de lo que les ha pasado sino de lo que estaba por venir. Ni siquiera eso. Es aquí y ahora.
Cuando descubro lo que le pasó a la familia de Aleksy siendo él niño pienso que la historia va a orbitar sobre ese acontecimiento. Después creo que la historia irá más allá de ese verano por cosas que él me cuenta. Pero no. Este libro es ese verano. Ese aquí y ahora que ya es pasado, para Aleksy es presente eterno. Es un siempre.
Aleksy escribe que alguien le pedirá: «No escribas, Aleksy, por favor. Es posible olvidar los colores, las palabras, no». Yo anoto a continuación:
Las palabras dichas o escuchadas no se olvidan. ¿Tampoco las no dichas o no escuchadas?
Y ahora añado a mi propia anotación: ¿son las palabras que se escriben aquellas que quedaron por decir?
Aleksy comenzará a pintar, de ahí la referencia a los colores. Será un pintor de éxito cuando escriba sobre el verano en que su madre tuvo los ojos verdes. Ya se sabe de la recurrente relación entre la enfermedad mental y la creación artística. No es en este caso un recurso demasiado original pero el caso es que a Moira, una muchacha que conoce ese verano y que es quien le pedirá que no escriba, sus pinturas en ocasiones parecerán causarle una impresión no menos halagüeña que sus palabras. Aleksy se explicará así:
«Porque los seres humanos están enfermos y podridos y lo saben, pero fingen solo por miedo estar sanos y ser buenos. Y porque así es más fácil.Termino el libro.
Pero no todos pueden esconderse siempre. Y a veces toda su maldad y su enfermedad y su deformidad irrumpe y ellos se sienten mejor y más felices, incluso aunque los de alrededor los condenen y lloren por ello de pena».
«Aleksy, ¿cómo vas a recordarme? -me preguntó de repente, como un pájaro recién decapitado que todavía aleteara-. Dime qué es lo que más vas a echar de menos.
[...]
Los ojos».
«Te he querido, Aleksy, te he querido como he podido».Antes de cerrarlo, anoto:
Es la historia de un niño pidiendo amor. La madre es un ser famélico de amor. Todos somos niños necesitados de amor.
«Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas».
Ursa Minor Dwarf.Fotografía de Giuseppe Donatiello
Ficha del libro:Título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdesAutora: Tatiana ŢȋbuleacTraductora: Marian Ochoa de EribeEditorial: ImpedimentaAño de publicación: 2019Nº de páginas: 256ISBN: 978-84-17553-03-06Comienza a leer aquí
*Susana, te re-cordaremos siempre. Mientras haya música seguiré bailando y si es posible con una sonrisa.
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