Revista Cultura y Ocio

El verdadero destino de las ratas

Por Sergiocossa @sergiocossa

El verdadero destino de las ratas
Llevaba meses escuchando los ruidos que subían desde el sótano de la casona que había heredado. Sonaban como rechinar de cadenas y carreras ligeras. Supuso que eran ratas que vivían entre los vetustos muebles y cacharros allí apiñados. Fumigó una y otra vez, pero los ecos sordos regresaban pronto, especialmente en la soledad y el silencio de la noche. Decidido a descubrir qué habitaba bajo el piso del caserón, descendió por la escalera de madera y cerró la puerta, impregnándose del antiguo olor a mazmorra. A tientas, se sentó en una silla y esperó inmóvil. Sus pupilas dilataron hasta percibir siluetas de objetos y sus oídos ahondaron en búsqueda del mínimo rumor. Horas después, el frío húmedo prensaba sus huesos tanto como el hambre retorcía su estómago, pero no se permitió el más leve movimiento. Casi vencido por el sueño, un deslizamiento de maderas lo sacudió. Entrevió un agujero en la pared y una melodía penetró en el lugar, junto a lo que parecía el avance de una horda silenciosa. Algo crujió junto a su cabeza y al voltearse vio una rata inmensa sobre un peldaño de la escalera. La rata saltó a su hombro y se introdujo a través del cuello de su camisa hasta su espalda. Intentó una carrera desesperada, pero su cuerpo entumecido no respondió. Se desplomó sobre una alfombra de pelos negros y dientes aguzados. El horror de la muerte lo invadió, y mientras se cerraba el agujero, vislumbró el brillo metálico de una flauta.
© Sergio Cossa 2012
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