Revista Opinión

El verdadero enemigo

Publicado el 08 junio 2011 por Franky
El verdadero enemigo Las recientes elecciones autonómicas y municipales españolas, en las que el partido gobernante ha sido vapuleado por los ciudadanos, constituyen una prueba clara de que existe un conflicto creciente y profundo entre gobernantes y gobernados, que será, sin duda alguna, el principal rasgo de la política mundial en el siglo XXI.

Cada día hay más gente que opina que el verdadero enemigo del ciudadano es el gobierno y que los gobiernos cada día son más hostiles con sus propios ciudadanos, a los que temen porque saben que tienen motivos más que suficientes para la rebelión.

Muchos gobiernos con mala conciencia porque han fracasado y han empobrecido la sociedad contemplan al ciudadano como su enemigo natural, como a gente que, en buena lógica, debería exigirles eficacia y que debería echarles del poder por inútiles. El ciudadano, por su parte, mira al gobierno con recelo y se siente cada día más estafado y maltratado por el poder. Como consecuencia de esos sentimientos, los gobiernos miman más a su policía represiva y la dotan de los más modernos materiales antidisturbio que a sus jércitos, instrumentos éstos diseñados para guerras exteriores, que son cada día más improbables.

Si eres un empresario español que has tenido que cerrar tu empresa porque las administraciones públicas no te pagan, ¿quien es tu enemigo, el gobierno o ETA? Si eres un pensionista al que han rebajado la pensión y que contempla impotente como pierde poder adquisitivo cada año, mientras los políticos hacen ostentación de su poder, riqueza y despilfarro, ¿quién es tu enemigo, el gobierno o Bin Laden? Si eres un parado que sufre a diario y se siente humillado porque la torpeza del gobierno de Zapatero ante la crisis te impide alimentar y educar a tu familia, ¿quien es tu verdadero enemigo? El pueblo de Islandia lo tiene tan claro que ha decidido destituir y juzgar por negligencia a su primer ministro Geir Haarde, el primero del mundo que se sienta en el banquillo por su mala gestión de la economía. También lo tuvieron claro los ciudadanos alzados de Túnez, Egipto, Siria, Yemen y otros países regidos por tiranos desalmados.

Por su parte, los gobiernos de países como Siria, Yemen y otros son incapaces de agredir a un enemigo externo porque temen que su reacción armada les arrebate el poder, pero los muy cobardes y asesinos no dudan en disparar contra su propio pueblo, que, desarmado, se manifiesta en calles y plazas demandando justicia y libertad.

El número de ciudadanos que se sienten enemigos de sus respectivos gobiernos crece de manera vertiginosa en todo el mundo, del mismo modo que los políticos adquieren cada día con más firmeza la conciencia de que los ciudadanos, indignados ante el fracaso de sus gobernantes, están agazapados, dispuestos a expulsarlos del poder y arrebatarles sus injustos privilegios y ventajas.

Hay países, entre ellos España, donde el enfrentamiento latente entre gobernantes y gobernados es palpable. Cuando uno reflexiona con serenidad sobre ese asunto, descubre que quien te está fastidiando la vida y te amenaza no son los terroristas, ni el imperialismo, ni Gran Bretaña, ni el capitalismo salvaje, sino tu propio gobierno, que es el que te cobra más impuestos de lo debido, el que despilfarra tu dinero, el que te margina porque piensas diferente, el que se endeuda irresponsablemente, empeñando el futuro de las próximas generaciones, el que se reparte privilegios, el que impide con su torpeza que tus hijos puedan tener un empleo, el que hace pagar a los débiles la factura de la crisis y el que está convirtiendo la vida de los españoles en un suplicio.

Cuando yo investigaba preparando mi libro "Periodistas Sometidos, los perros del poder" (Almuzara 2009), pronto descubrí que el enfrentamiento entre los gobiernos y sus propios pueblos se convertiría en uno de los nuevos fenómenos determinantes de la política mundial. Los ciudadanos, en muchos países, ya están votando sistemáticamente en contra de lo que le proponen sus gobiernos y la mayoría de los partidos en el poder pierden las elecciones no tanto porque sus adversarios les derroten, sino porque sus ciudadanos sienten deseos de castigarlos, expulsándolos del poder.

La historia de Zapatero en España es elocuente. Rechazado masivamente por su pueblo, que le pide que se marche y convoque elecciones, Zapatero ha decidido permanecer en la Moncloa hasta el fin de su mandato, una burla a la voluntad popular mayoritaria que los votantes españoles van a hacerle pagar al PSOE con una derrota memorable.

Hay dos párrafos en mi libro citado que explican con claridad el problema:

"El sistema político está tan mal diseñado que termina por enfrentar a los administradores con los administrados, a los gobernantes con los ciudadanos y a los representantes con aquellos a los que dicen representar. El político mira con recelo y termina odiando al ciudadano porque es consciente de que lo ha convertido en víctima y destronado como soberano de la democracia, despojándolo de sus derechos y del protagonismo que le corresponde en el sistema, porque sabe que el ciudadano es el único poder que le amenaza, el que puede un día exigirle, criticarle y echarle del gobierno, privándole de sus privilegios ilegítimos".

"La sociedad mundial está infectada tras haber contraído la enfermedad del neodespotismo pseudodemocrático, una aberración que degrada y desvirtúa la democracia hasta hacer posible que las élites de los modernos partidos políticos ejerzan un poder ilícito que se traduce en dominio y sojuzgamiento".

Quizás la clave esté en lo que decía Rousseau, que terminaba su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres afirmando que “es contra las leyes de la naturaleza, como se quieran definir éstas, que un imbécil conduzca a un hombre sabio”. Por idénticas razones, podemos afirmar que también es contrario a las leyes de la naturaleza que un corrupto ineficiente conduzca, desde el poder, a ciudadanos virtuosos. Y, sin embargo, eso está sucediendo en nuestras democracias. Si el pueblo elige en las urnas a un déspota para gobernarlo, ¿puede considerarse libre por el hecho de que el despotismo ha sido su propia obra?



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