
Hay muchas verdades que ahora salen a flote, causando estupor y dolor. La gente empieza a descubrir ahora que los políticos son la escoria del país y que han trucado concursos, regalado subvenciones, colocado en cargos públicos a sus familiares y amigos, falsificado oposiciones, alterado las cuentas y mentido a la ciudadanía de manera reiterada. Decenas de miles han robado y tienen patrimonios que no pueden justificar. Las "sorpresas", cada día más desagradables, apenas han comenzado.
Otra equivocación mayúscula es haber otorgado a los partidos políticos el monopolio de la democracia y el control absoluto del Estado. Los partidos políticos, por su diseño y funcionamiento, son entidades con claras tendencias mafiosas, que anteponen una y otra vez sus intereses al bien común y al interés general, que protegen a sus miembros, incluso si son delincuentes, que son capaces de cualquier cosa con tal de controlar el poder y sus privilegios. Sus militantes y dirigentes, más que servidores públicos y activistas generosos de la comunidad, son depredadores ambiciosos que pretenden solucionar su vida rodeado de muchos privilegios y escasos esfuerzos. Si existiera una Justicia decente y eficaz en España, los dos grandes partidos, con miles de militantes sospechosos o implicados en casos de corrupción, habrían sido ilegalizados por haber acumulado “méritos” suficientes para ser considerados asociaciones de malhechores.
Todas estas verdades están saliendo a la luz y la sociedad española debería aprovechar esta dolorosa crisis para aprender. Hay mil dramas y escándalos que afloran causando sorpresa e indignación. Otro de ellos es el que cualquier miserable o canalla sin preparación ni garantías éticas pueda llegar hasta la cúspide del poder y convertirse en secretario general de un partido e, incluso, en presidente del gobierno, sin haber tenido que someterse a inspección, control o examen alguno. Para llegar a esos niveles, habría que demostrar ante tribunales independientes que se posee solvencia moral, preparación profesional y algunos valores elementales. Pero a los políticos, que han abusado del poder para crearse paraísos propios, indignos de democracias de hombres y mujeres libres, no se les exige nada, ni siquiera que sepan idiomas, o que hayan terminado sus carreras. Y muchos de ellos, verdaderos babosos sin decencia, hasta falsifican el curriculum para exhibir estudios y títulos falsos.