Gabriel Rufián, diputado en el Parlamento español de la independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) es un personaje dedicado únicamente a insultar a los constitucionalistas mientras le jura amistad eterna al antiguo terrorista Arnaldo Otegui.
Hijo y nieto de andaluces y abanderado de independentistas castellanohablantes, llegó a la Cámara en 2015, con 33 años, prometiendo cada seis meses que dejaría Madrid para volver a la Cataluña independiente.
Pero sigue mientras agranda físicamente, lo que demuestra que comida, bebida y vida capitalinas le conceden una próspera amistad.
Sus aportaciones legislativas no existen, pero sus frases contra los constitucionalistas, el Rey y los jueces llamándoles carceleros de los golpistas catalanes --“presos políticos”-- enriquecen también a las televisiones centradas en los escándalos, reales o exagerados.
De vez en cuando, al margen de su sainete para provocar indignación, estupor o risas con su histrionismo, sus irreflexivas ganas de demostrar su importancia dejan escapar alguna suciedad de la política que podría haberse callado.
Como la que acaba de revelarle al digital podemita eldiario.es: que Podemos le ofreció a ERC la salida del Gobierno del ministro de Asuntos Exteriores, el constitucionalista catalán Josep Borrell, si apoyaba los Presupuestos Generales del Estado que aprobará el viernes en Consejo de Ministros.
“Nos propusieron durante un tiempo la cabeza de Borrell”, ratificó Rufián, denunciando así la traición de Pedro Sánchez a través de Podemos al ministro, caballero solitario del Gobierno y casi del PSOE, que trata de neutralizar las impresionantes campañas de propaganda independentista dentro y fuera de España.
Sánchez ya decapitó a Borrell: irá en mayo de cabeza de lista del PSOE al Parlamento Europeo.
Rufián significa “Persona sin honor, perversa, despreciable” y “Hombre dedicado al tráfico de la prostitución”.
Pregunta: ¿quién es el verdadero rufián aquí?
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SALAS