(Grocuho Marx)
Hay personas camaleón. Capaces de adaptarse tanto a su entorno para sobrevivir que acaban perdiendo su propia personalidad. Los vestidos camaleón son harina de otro costal. Sin perder su propio carácter, cambian de cara en función de los complementos. Éste es un vestido poliédrico.
Ayer, el vestido de raya marinera, tuvo cara de Jean Paul Gaultier, en mi visita a la exposición sobre el genial diseñador organizada por la Fundación Mapfre. Imperdible, por cierto.
Tiene un punto Coco Chanel si se nos va la mirada a la raya marinera.
La película cambia si al formal vestido de muñequita, le añadimos una peligrosa chupa de cuero. Sé que el estilismo Pink Lady no parece digno de entrar en este post pero, ¡oh sorpresa!, funciona.
La cuarta cara de este vestido camaleón se esconde. Hay que buscarla bajo las capas de tul y las decenas de volantes que le dan volumen, Si fuera más largo, podría tener cara de María Antonieta sin Converse.
Pero en la indecencia de sus escasos centímetros de tela, tiene más cara del estilismo descarado de "Moulin Rouge"
Yo sigo sin medias. En estas fotos, aprovechando el tono dorado que no tiene ninguna media, solo te lo regala la luz de Cádiz. Y así, con las piernas desnudas y el viento soplando las mil capas de tul escondidas bajo el vestido, empiezas a ser más Marilyn y menos Satine.
Coco, Sandy, Satine, María Antonieta o Marilyn. Puedes intentar parecerte a quien quieras. Pero cuando cuelgas la chupa de cuero en el armario, te deshaces de las miles de capas de tul, y te descalzas las Converse, solo te quedas tú. Sin camaleones ni poliedros. Quedas tú y tu cara, auténtica y única. Que no es poco.