Los poetas elegíacos como Propercio, Tibulo y Ovidio hoy nos resultan, como varones, hombres “demasiado modernos” en comparación con la propia mentalidad romana de su época. Sin embargo, alguno de los motivos que utilizan para hablar de los arreglos y vestidos de sus amadas siguen muy de cerca los tópicos más ancestrales de dominación. En particular, la relación del vestido con la fidelidad nos lleva a la consideración de las mujeres impedidas de movimiento. Si bien se trata de otra época y circunstancia, no puedo dejar de pensar en los reducidos pies de una anciana china que me encontré en la Ciudad Prohibida de Pekín, víctima de una costumbre ancestral que consiste en vendar los pies para que se atrofien. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Una de las funciones simbólicas básicas que tiene el vestido de la amada, al igual que el de la matrona romana, es la de mostrar su carácter casto y fiel, aunque, como veremos, no de la misma manera en un caso y en otro. Como es sabido, la stola era un vestido especialmente destinado a simbolizar la fidelidad de las matronas. Aunque a la mujer amada por Tibulo no le corresponda este atributo propio de las matronas, el poeta utiliza no obstante este símbolo de la fidelidad marital como motivo poético:
Tib.1,6,67-68 sit modo casta, doce, quamvis non vitta ligatos
impediat crines nec stola longa pedes.
"Enséñale a que sea al menos casta, aunque una cinta no ciña sus trenzas
ni una larga túnica sus pies" (trad. de Juan Luis Arcaz)
A su vez, el poeta una caracterización de la stola bastante significativa cuando nos habla de su carácter de vestido largo (vestis longa), en combinación con el verbo impedio, verbo que, aunque en principio aplicado a la cinta que sujeta los cabellos, también se refiere a la sujeción de los pies por parte de la stola, pues, no en vano, impedio es un verbo denominativo formado a partir del sustantivo pes. Ovidio ofrece, por su parte, un dístico de estructura muy semejante que combina la disposición de los cabellos y, en este caso, la cobertura de los pies con la instita, una especie de volante que se coloca en la parte inferior de la stola y que, por metonimia, puede denominar la prenda completa:
Ov. Ars.1,31-32 este procul, uittae tenues, insigne pudoris,
quae tegis medios instita longa pedes!
"Quedaos lejos, cintas delgadas, símbolo del pudor,
y tú, larga estola, que tapas hasta el empeine" (trad. de Juan Luis Arcaz)
Esta stola que sujeta los pies, al igual que una cinta lo hace con los cabellos, está estrechamente relacionada con el carácter simbólico de la prenda, cuya misión figurada es la de impedir el libre movimiento de la mujer. La contención y el impedimento del cuerpo han sido secularmente aspectos clave en la configuración del atavío femenino y, en especial, cuando afectan a los pies, por ser evidentemente la parte del cuerpo con la que se anda. A este respecto, no debe olvidarse la fuerte carga erótica que tienen las mujeres que a causa de su incómodo calzado no pueden caminar fácilmente, ya que de esta forma ofrecen una impresión de impedimento que simboliza una supuesta debilidad femenina. Squicciarino comenta a este respecto en su libro titulado El vestido habla (p. 73): “En estos prejuicios ancestrales, que ya son menos intensos a causa del tiempo (y cuyos orígenes actualmente se nos escapan), así como en el poder mágico que asignamos inconscientemente a algunos elementos de la indumentaria, tal vez se encuentre la explicación de por qué las mujeres prefieren los pies desproporcionadamente pequeños, así como de la costumbre femenina de forzar el pie en zapatos demasiado estrechos. Las observaciones de Havelock Ellis han puesto de relieve el atractivo sexual existente en las formas artificiales de caminar y habla de la existencia de «una atracción sexual abstracta basada en la sensación de impedimento, ya sea repentino o provocado, o sólo visto o imaginado; los pies se convierten en el núcleo principal de este tipo de atracción, lo que constituye la base sobre la cual se tiene a construir un fetichismo en torno a éstos o en torno a los zapatos»”.
A pesar de que la stola, como símbolo de fidelidad, no le corresponde a la amada del poeta, de ésta se espera, sin embargo, que su propia manera de vestir sea todo un símbolo, aunque no formalizado, de fidelidad, pues ha de llevar un vestido triste cuando la situación personal del poeta así lo requiera. FRANCISCO GARCÍA JURADO