Revista Insólito

El Vexu Kamin

Publicado el 25 diciembre 2021 por Monpalentina @FFroi
Julián González Prieto
Julian es escritor, autor del Vexu Kamin, obra que ha tenido gran trascendencia, muy divulgada en conferencias, charlas radiofónicas, revistas del Ateneo Leonés y otros medios de comunicación.

Pero no sobre el Camino Francés sino sobre uno de sus hermanos mayores, el Vexu Kamin, el Viejo Camino a Santiago, Camino Olvidado, Viejo Camino, Camino de la Montaña o como quieran llamarle los que desean alejarme de la paternidad de su salida del olvido. Comenzó a formarse a partir del descubrimiento del sepulcro jacobeo y discurre por nuestras montañas. [1] Por él caminaron los peregrinos europeos, mucho antes de hacerlo por el Camino Francés y también lo hicieron los monarcas navarros, los leoneses y puede que el Cid, el conde Fernán González, los abades Everto, Dustano, Geilón, Cesáreo y Gotescalvo, además de santos como Everardo de Frisia e incluso Francisco de Asís.

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Tras mi peregrinación a Santiago, en el año 1986, me sentí "tocado" por lo jacobeo.


Comencé a investigar sobre el tema y supe que, desde el descubrimiento del sepulcro jacobeo, a principios del siglo IX (813), hasta la constitución del Camino Francés (1138), pasaron más de tres siglos y que, en ese tiempo, además de los europeos venidos por mar, utilizando la ruta de cabotaje del Cantábrico y otras, [2] los peregrinos llegaban por miles Y me interesé por desvelar el interrogante que me había interpelado: ¿Por dónde caminarían los peregrinos europeos si no podían hacerlo por el Camino Francés, en gran parte imposible de utilizar debido a los avatares históricos y a las incursiones sarracenas asolando tierras y pueblos de su itinerario?

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Eran un "desierto estratégico", tierra de nadie y muy peligrosas para transitar, según eminentes historiadores, como Sánchez Albornoz y Menéndez Pidal.


Comencé a buscar respuesta, basado en una dura investigación, en trabajos de campo, archivos y bibliotecas, para conocer cómo fue el hecho jacobeo en las tierras por donde caminaron los peregrinos durante esos siglos. En principio pensé que sería tarea quijotesca, tras trece siglos de peregrinación, decir algo nuevo sobre lo jacobeo y que, lo que descubriera, dado el gran tiempo transcurrido, quedaría hilvanado. Pero persistí en sacar del olvido esta ruta, con un patrimonio cultural, histórico y paisajístico muy importante, aún sin apreciar, del que hay muchos testimonios en la toponimia y referencias documentales y culturales de gran valor. Y me puse esas gafas especiales para ver mejor en la historia, encajar las circunstancias del hecho jacobeo y saber cómo fue en las tierras por donde caminaron los primeros peregrinos. Recordemos que eran tiempos de la reconquista, cuando la Corte aún estaba en Oviedo, el Reino de León era un albor, el moro acechaba y los terrenos, por donde caminaban los peregrinos, estaban protegidos por la línea defensiva de castillos, realizada por los primeros reyes astur-leoneses.

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Y en ese "hincar el pico y atropar leña", expresiones de un buen amigo, de esos años de apasionante búsqueda, aparecieron múltiples y sorprendentes hallazgos.


Así pronto supe que, desde principios del siglo IX, se produjo un impacto espectacular en una cristiandad, ansiosa de lugares santos donde acudir y reliquias que venerar. Y los europeos, nobles y plebeyos, penitentes y penados, hombres y mujeres de toda condición, con mucha fe o deseosos de adquirirla, necesitados del favor de Santiago o agradecidos a él, fueron peregrinos por diferentes e increíbles motivos. Y acudían a miles, siendo pioneros los galos, que trajeron el hermoso románico y la devoción a sus santos, Martín, Roque, Julián y María Magdalena, tan extendida por los Viejos Caminos. Me sorprendió conocer que, en plena Edad Media, según datos recogidos por el historiador René de la Coste Messeliere, en albergues y hospitales de Santiago, acudían a Compostela, anualmente, de doscientos mil a medio millón de peregrinos y que en los meses estivales se llegaban a contabilizar, diariamente, dos millares. Supe que el mismo Alfonso III el Magno, en su Crónica, habla de la "ingente multitud de gentes" que él vio en Santiago y los historiadores árabes, Algacel, Ibn Haygan y El Idrisi dicen que Compostela se parecía a su Meca, por el gran número de peregrinos que vieron en sus visitas. Pues como los árabes tienen a Santiago como hermano de Jesús, un profeta para ellos, y a María como su virginal madre, también fueron afectados por el descubrimiento del sepulcro y, en los tiempos de tregua en las guerras, permitían que muchos mozárabes acudiesen a Santiago. Y fui descubriendo avaladoras citas en las Crónicas Silense, Najerense y Rotense, donde se indica que los peregrinos europeos iban "por las sendas extraviadas de Alava y las Asturias", o sea por las actuales Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Burgos, Cantabria, Palencia y León.

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Estas sendas eran las calzadas romanas y otros antiguos caminos, astures, cántabros y vadinienses, entonces muy frecuentados y cuidados, ahora, muchos de ellos, inhóspitos e intransitables.


Así como los abexugus, refugios para los peregrinos, que fueron trazados y construidos, especialmente en la montaña leonesa, por el rey Ramiro I, el de las bellas construcciones del prerrománico asturiano.

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Nuestra ruta es citada por Alfonso X el Sabio, en su Crónica General. También por el obispo Ximénez de Rada, en su De rebus Hispaniae. Y posteriormente por Esteban de Garibay en su Compendio General.


Igualmente acreditan su existencia historiadores como Georges Cirot, Gregorio Balparda, Luciano Huidobro, Pedro Alba, Demetrio Ramos, Alejandro Valderas, José Mª Luengo Martínez, José Mª Lacarra, J. Uría Riu y E. Vázquez de Parga. [3]
Algunos dicen que los peregrinos iban por los límites del rio Carrión, por la zona norte palentina de San Román de Entrepeñas, bajo el dominio y amparo de los todopoderosos Condes de Saldaña. Me ofrecieron especial importancia las citas del Padre Mariana, en su Historia General de España, que considera a nuestra ruta jacobea, hasta el año 1100, como la más importante para los peregrinos europeos. Y que pervivió, tras constituirse el Camino Francés.

Pasado un tiempo en estos trabajos, con mucho acopio documental ya obtenido, conocí la carta del abad Gundisalvo a San Froilán.


Se cumplen 1119 años desde que dicho abad escribiera, en latín, en el año 902, su desaparecida carta al pai Frolanus (San Froilán), tras regresar de su peregrinación a Santiago, acompañando a los reyes de Navarra, García y Leodegundia. Cien años más tarde, Valero, un monje de su monasterio, tuvo la feliz idea de transcribirla, con su confusa letra, "nel faulare das xentes de eiqui", en seis preciados pergaminos, rústicamente trenzados, llenos de enseñanzas. Me considero muy afortunado por haber dado a conocer este documento y nunca podré agradecer suficientemente, a los fallecidos propietarios, su generosidad, que me obliga a cumplir con la discreción que les prometí.

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Alguien dio en llamarle el Codex Frolanus, que escandaliza a algunos, y de su texto extraje los términos Vexu y Kamin.


A partir de mi encuentro con este extraordinario documento para la historia jacobea, ahora inaccesible y por sí solo merecedor de más extenso comentario, él se convirtió en mi principal guía para culminar la investigación, cuyo fruto fue mi primogénita obra. Y me he sentido muy satisfecho al comprobar que ha servido para remover la memoria histórica de momentos y lugares, señalando los itinerarios ancestrales que siguieron los antiguos peregrinos, siendo mucho el bien que he recibido, intelectual, anímico y espiritual, en los tiempos de reflexión, que hicieron revivir mi peregrinación. Deseaba volver a recorrer e investigar en las partes vasca, cántabra, burgalesa, palentina y leonesa de nuestra ruta jacobea.
Y, en el proyecto, acompañado de unos buenos amigos, completamos una mezcla de andadura, rodadura, aventura, investigación y peregrinación, siguiendo lo descrito por el abad Gundisalvo.

Al contemplar sus "Mons Dei", sus divinos montes, caricias de Dios, al decir del buen papa Francisco, la paz que nos envolvió resultó inolvidable.


Envueltos por una exuberante vegetación, pisamos perdidas sendas y lugares vírgenes para la peregrinación, contemplando preciosos valles, altivas montañas, bosques, ensoñadores ríos e inmóviles piedras cargadas de historia, que miramos y nos miraron. ¡Ay si hablaran! Considerando la vida como una peregrinación, como una continua búsqueda del saber y la verdad, el contemplar a la hermosa Madre Naturaleza, en gran parte despoblada, anima a caminar por ella, recordando, sintiendo, soñando y recuperando el perdido homo viator, buscador de las verdades que se carecen en la vida ordinaria, para confirmarnos como personas.

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Para nuestra ruta está muy bien eso de "se hace camino al andar" por lugares tan bellos como humildes, donde facilitaban, a los antiguos peregrinos, la protección de los agarenos y protegerán, a los nuevos, de los ataques de la masificación, permitiendo llegar, con mayor autenticidad, a mostrar su veneración a Santiago, pues el verdadero peregrino, ligero de equipaje, no es un viajero cualquiera. En nuestro caminar no nos faltaron esfuerzos y dolores, silencios y pensamientos, lágrimas y sonrisas; también sosiego y paz, siempre contando con el consejo de las buenas gentes de la montaña, cuando vuelven desde su éxodo invernal. Seguro que sabrán cumplir el sagrado mandato de "dar cobijo y posada al peregrino" y hablarán, a los peregrinos, de sus vidas y leyendas, como hicieron con nosotros, recordando lo dicho por Gundisalvo: "Cansado es pisar tantas piedras, subir lomas tan altas y mucha la sed, pero muchas son las sombras de los robles, hayedos, abedules, avellanos y otros árboles y vallinas y tanto el frescor de los regueros limpios, que pasamos, que pensando en nuestro destino y a pesar tener de los pies entumecidos, animados, todo nos resultó liviano".

Como resultado final edité un sencillo trabajo que, imitando al abad, lo transmití en la forma literaria de unas imaginarias cartas a nuestro transcendental guía. [5]

El itinerario parte de la medieval Uranzu (Irún) donde confluían las tres principales rutas jacobeas galas, siguiendo las calzadas romanas, antes de hacerlo en Saint Jean de Pied de Port y Somport. El inicio está en el puente de Santiago, donde accedían los antiguos peregrinos desde Bayona, por la Via Limosina o de Agripa. Y su recorrido inicial es el del actual Camino del Norte o Camino de la Costa, hasta Bilbao.

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En el puente de Castrejana los peregrinos se separan y los nuestros continúan hasta Balmaseda y el hermoso Valle de Mena, siguiendo por donde discurre la importante calzada romana, después Camino Real, que unía Flaviobriga (Castro Urdiales) con Juliobriga (Retortillo), pasando por las históricas Merindades burgalesas y continuando hasta las tierras cántabras de Corconte, en el Campoo de Yuso y las palentinas de Aguilar de Campoo.

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Los peregrinos deben ir hasta Cervera de Pisuerga, donde muchos se desviaban por el Camino Lebaniego, y pueden seguir haciéndolo, pasando por la hermosa comarca de La Pernía y Piedrasluengas, para visitar el Santo Leño en Santo Toribio de la Liébana cántabra. Son muchas las maravillas naturales y artísticas, además de referencias históricas y etnográficas, como atesoran estos parajes de la montaña palentina. Dom Gundisalvo dice que los reyes navarros descansaron en San Román de Entrepeñas, muy importante en tiempos medievales. También que siguieron hasta Velela, la muy jacobea Velilla del Río Carrión. Aquí se inicia el recorrido por la montaña leonesa. Entre Velilla y Morgovejo pasamos por Caminayo, cuyo nombre lo dice todo: Kamin-ayo -Camino de Santiago-, con la insólita vieira en su iglesia y los emblemáticos lugares de la Morra y el Hoyo de Santiago. Desde Morgovejo fuimos al Santuario, muy jacobeo, de la Virgen de la Velilla y por calzada y las tierras de San Guillermo, bordeando el río Tuéjar, llegamos a la preciosa ermita de San Martín y a Puente Almuhey.

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En su caminar, los peregrinos iban de rio en rio, tan reconfortantes. Así lo hicimos nosotros, del Cea al Esla, pasando por la Cruz de los Caminos. Siguiendo la calzada del sur, bordeamos la impresionante Peña Corada hasta llegar al Puente del Mercadillo y nos acercamos hasta San Pedro de Foncollada. Por el Viejo Camino de León pasamos el valle de las Arrimadas y por el Camino Rocinero seguimos hasta el viejo puente de Boñar. Los peregrinos continuaban su caminar, desde el río Porma hasta el río Curueño, bordeando el Pico Cueto por el llamado Caminus Caminantes, ahora intransitable. Nosotros pasamos por San Juliano y llegamos hasta donde estuviera la ermita de San Roque en Ranedo de Curueño, concluyendo nuestro viaje en el puente sobre el río Curueño, en Valdepiélago.

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Y llegamos a las eremíticas tierras de San Froilán y por la collada de la Mata de la Bérbula ascendimos hacia Valdorria , donde se visita la ermita del santo. Los peregrinos seguían a la vera de la Peña Galicia, que no deja de ser un topónimo jacobeo. Y continuaban hasta Correcillas, bello pueblo para perderse, donde por el arroyo, el valle y la collada de Santiago algunos se desviaban al Salvador de Oviedo. Continuamos nuestro caminar por el lugar del monasterio de San Julián de Veseo, donde Dom Gundisalvo escribió su carta a San Froilán. Pasado Villalfeide hay una iglesia, resto del monasterio de Mataprana, y el puente romano de Serrilla, sobre el río Torío. De seguido está Vegacervera, que también tuvo hospital para atender a los peregrinos. Dom Gundisalvo, que ya acompañaba a los reyes, dice que les agradó mucho comer, al paso por esta comarca, las rexielas, la cecina de chivo. Pronto está el jacobeo Coladilla y, cuando hagan accesible la Senda Gallega, los peregrinos podrán caminar por ella y pasar por el incomparable Faedo de Ciñera, terminando en La Vid de Gordón, donde el célebre cuélebre. Y por la Collada llegarán a Buiza, otro hito importante y encrucijada de caminos.

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Aquí, ya en época medieval, se desviaba el muy importante del Salvador, que ahora parte de León y entonces discurría por la calzada de la Carisa.


Desde Buiza, los peregrinos van hasta Beberino y La Pola de Gordón y pasando por Los Barrios de Gordón llegan a las colladas de Urdiales y Santas Martas, bajando después, por Los Calderones, hacia Piedrashecha y Viñayo, donde continúan hasta Otero de las Dueñas y Canales. Siguiendo por la antaño calzada romana, después Camino Real, ahora carretera, pronto se llega a Quintanilla. Y, pasado Bobia, a Soto y Amío, muy próximos a Villaceid, para después acceder a Riello, cabecera de la bella Omaña, donde se asciende, por camino, hasta el santuario de la Señora de Pandorado.

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Es muy grande, en esta comarca, la devoción a Santiago. Pienso que algo habrá tenido que ver la peregrinación.


Al paso por estos lugares, Dom Gundisalvo hace un detallado relato de su caminar y es muy entrañable, para cuantos amamos las antiguas costumbres leonesas, el juego de los bolos, el toque de las campanas, para espantar los nublados, y el Palo del Pobre. Y de nuevo en viaje, desde Pandorado hasta Guisatecha y El Castillo, donde destaca la torre del que fuera conocido como de Benal, de Dom Guisvado, el de San Adrián y Boñar, el amigo del Dom Alfonso. Fuimos hasta donde se cruzan las aguas del Omaña con las del río del Valle Gordo, junto a las que ascendimos por la carretera, que ocupa el lugar de la antigua calzada, teniendo a la vista el Suspirón y próximos a donde están las auríferas Fornias y Cousos.

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Y seguimos por el hermoso Valle Gordo, tan agradable de andar, pasando por pueblos con mucha historia, leyendas, ermitas, pequeños puentes y otros restos romanos. Así llegamos a Posada de Omaña, que fue pueblo importante y tuvo albergue para los peregrinos, de ahí su nombre. Hay una cruz, en medio de sus ruinas, que nos habla de su pertenencia a la Orden de Malta. Y en el caminar peregrino, por senda, se llega a Vegapujín y de aquí al acogedor Fasgar, a ambos lados de su arroyo cantarín, atravesado por varios pequeños puentes. Es un bello ejemplo de la arquitectura tradicional omañesa. Allí tomamos un camino montaraz, entre alisos, tejos, robles y abedules, envueltos por el frescor de la montaña leonesa. Por aquí abundan las fuentes, con su benefactora agua, en los momentos más oportunos. Es especial la del Abedul, con tres abundantes caños y unos versos en su pared, que nos invitan a detener y pensar.

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En otra parada, al llegar a la collada de Occidello, con sus 1641 metros, nos encontramos en el punto más alto del Vexu Kamin.


Y así llegamos al deseado lugar del Campo de Santiago, donde dicen que ayudó a Dom Ramiro en la batalla contra los sarracenos y en su honor levantaron una ermita. Aquí, la Madre Naturaleza nos muestra todo su esplendor, acercándonos mucho a Dios. Su paisaje y su paz resultan inolvidables. Envueltos por exuberante vegetación reanudamos la andadura de los kilómetros de bajada, Y atravesando la Sierra de Gistredo pasamos junto a una laguna, que recoge el agua de las nieves.
Después de dos angostos pasos, entre tejos y acebos, aparece el lugar de Villa Armenia, donde hubo un hospital para atender a los que, por aquí, ya serían muy cansados peregrinos. Próximos al incipiente río Boeza, con frecuentes y ruidosas cascadas, que pasamos varias veces gracias a rústicos y cuidados pontones, caminamos por un bosque frondoso que, a veces, impide ver la luz. Aliviados por el agua de las frecuentes fuentes, llegamos a la de San Juliano, muy próxima a Colinas del Campo del Capitán Martín Moro Toledano, ¡tela de nombre para tan precioso pueblo!, merecedor de ser visitado y con encantos suficientes para quedarse un tiempo en él. Ya en el bello Bierzo, en el descenso hacia Colinas, felizmente acompañados por el rumoroso arroyo llegamos a Igüeña y desde allí hasta el emblemático lugar de La Cercenada, con su legendario origen y su importancia jacobea.

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Después, por la que fuera Vía Nova, se pasa por Quintana de los Fuseros, con tanta historia astur y templaria, y después por los jacobeos Labaniego y Cobrana, dando vista al impresionante mirador de la Virgen de la Peña, tan unido al hecho jacobeo, finalizando en Congosto, tras agradable caminar. Los nuevos peregrinos deben salvar, el embalse de Bárcena, por su presa, para recuperar el recorrido histórico en Cubillos del Sil, continuando por la antigua calzada, después Camino Real, hasta Cabañas Raras. Y seguir por entre los dos Magaces, con el recuerdo de nuestro abad para el vino que consumieron a su paso, antes de llegar al viejo Kakabos, ahora Cacabelos. Muy próximos al histórico Castro de Ventosa continuarán hasta Pieros, ya por el trazado del posterior Camino Francés. Y enseguida está lo que fue Burbia, hoy Villafranca del Bierzo, pasando después por donde estuviera el monasterio de San Juan de San Fiz. Aquí fue donde a Dom Gundisalvo" le contaron la historia del peregrino que, por no tener para la comida y la posada, le despojaron de tabardo y sombrero y al llegar a Santiago estaban junto al sepulcro y volvió con ellos muy contento".

Y continuarán hasta el froilano Ruitelán, llegando al Cebreiro, tras haber pasado por un centenar de pueblos de la provincia de León.


Los peregrinos del Vexu Kamin seguían hasta Lugo, que fue cruce de Caminos Jacobeos, y continuaban hasta Compostela, unos por Sobrado de los Monjes y otros por Mellide. Al llegar a Santiago se debe saber que, desde Irún, hay unos 950 kilómetros, repartidos en 41 etapas. También debe considerarse que esta es una ruta de peregrinación, no de senderismo, y ser fieles al recorrido histórico, aunque sea duro en algunos lugares, como también lo es en otras rutas peregrinas. Entre todos debemos retomar y evitar que esta, más antigua y muy importante ruta jacobea, muera en el olvido o en la manipulación interesada.

Finalmente, animo a la peregrinación por nuestro Vexu Kamin leyendo lo que escribe Dom Gundisalvo, a propósito de su llegada ante el señor Santiago:


"Vos sabe cuánto bien hace ver a los muchos peregrinos, tan contentos y llenos de paz, cumplir sus deseos ante el sepulcro y mostrar su fe en las misas, confesiones y rezos que hemos tenido en el camino".


¡Buen Camino!


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