Pobres Criaturas es Bella Baxter, porque la interpretación de Emma Stone es lo único que destaca de esta película, que, como el rostro del cirujano que comete una aberración con el cadáver de una mujer, parece un puzzle de piezas mal encajadas. A priori, el argumento es interesante (se basa en una novela, por cierto, de Gray Alasdair ), qué aventuras podría llevar a cabo un cerebro infantil en un cuerpo adulto, pero, en ese viaje de descubrimiento hacia la emancipación de Bella como mujer, con el sexo libre como fundamento de esa lucha contra la opresión social, termina por perderse en un batiburrillo de experiencias y de ideologías que Baxter va adoptando, hasta el punto que no sé si me están diciendo que la prostitución es un derecho también de la mujer (¡horror!) o un ejemplo más del dominio del hombre.
Tampoco me queda claro si es buena idea conocer la verdad de las desigualdades o es preferible refugiarse en un mundo fantástico más proclive a la felicidad que producen los placeres físicos. Digamos que el viaje de autodescubrimiento de Bella Baxter es tan caótico como muchas de las imágenes que terminan por marear a espectadores quizás demasiado finos o clásicos como yo. Ese ojo de pez maldito me agota tanto en la fotografía como en el cine, qué le vamos a hacer. ¿Entretenida? Sí. ¿Merece la pena ver la interpretación de Emma Stone? También. Pero no creo que esta sea una película para repetir, con una vez basta. Y yo voy a acometer el aventurado viaje de leerme el libro, a ver si se me aclara el lío mental que me provocó la película.