Nada se olvida aunque no puedas recordarlo. (Zeniba, personaje del film)
El viaje de Chihiro es otra obra magna del insigne director Hayao Miyazaki gestada dentro del portentoso Studio Ghibli. Miyazaki (autor asimismo de La Princesa Mononoke) nos vuelve a embelesar con una de sus creaciones más evocadoras y alegóricas.
Un viaje transformador
Todos los viajes contienen un misterioso poder de evocación y transformación. Chihiro, una niña de diez años, se adentra en su viaje con gran temor e inseguridad. Ha perdido a sus padres en el inicio y deberá luchar por no desaparecer y por recuperarlos. En esta lucha tendrá que exigirse lo mejor de sí misma, pero ¿que tiene ella, una criatura débil y mimada? Pues tiene un corazón puro y una gran determinación. Y eso es más que suficiente.
Un viaje también representa un cambio: algo desaparece en tu interior para reaparecer bajo otra forma. Se debe dejar de retener algo tan aferrado como tu propio nombre para crecer. Chihiro lo va aprendiendo tal como avanza en su aventura.
Un mundo evocador
El mundo en el que ha entrado Chihiro es uno donde rige el encantamiento de dos brujas: una avara y otra condescendiente. Un mundo donde los dioses necesitan un baño que les permita arrancarse una podredumbre demasiado enquistada. Un mundo donde solitarios fantasmas devoran la codicia de aquellos que sólo desean riqueza. Un mundo donde un dragón puede ser tu más fiel amigo y aliado.
Este universo, más propio del reino de los sueños que del dominio de la vigilia, es el tablero donde Chihiro jugará su particular partida entre el olvido y el recuerdo. Donde aprende que nada se olvida aunque no puedas recordarlo. Los recuerdos se pueden perder pero algo de ellos subsiste en algún lugar donde el olvido nunca podrá entrar. El viaje de Chihiro siempre habitará en uno de esos rincones.
Chihiro en su viaje, recreada por Marc