Esta mañana me he vestido deprisa y he salido sin desayunar. Hoy tengo una presentación con un cliente importante. Me he puesto mi uniforme de ejecutiva y como es habitual en mí, la camisa sin planchar. El cabello desordenado y la mirada algo difusa frente al espejo. He terminado de maquillarme en un semáforo. Por mi mente han pasado las imágenes del powerpoint que he aprendido de memoria, pero también de los mejores y peores momentos de los últimos meses. Siempre me ha gustado hacer balance de todo y analizar mi vida en profundidad, sobre todo a final de año. Mi pasatiempo favorito es crear eslóganes publicitarios de mis momentos irrepetibles y últimamente sólo encuentro frases inconexas, estrés y problemas sin resolver. Nada digno de un león de oro en Cannes. Y día tras día amanezco inquieta, indecisa, exhausta y lidiando con un trabajo estresante en una agencia de publicidad, que a final de año, se encuentra a punto de la quiebra.Tengo que tomar una decisión o conformarme con la situación y en medio de todo esto se encuentra EL VIAJE. Sí, las vacaciones de Navidad. Ya tengo todo planeado. El 30 de diciembre me marcho con mi novio a México y a la vuelta iniciaremos los preparativos de la boda. Llevamos cinco años juntos. Al principio todo iba sobre ruedas. Mi vida al lado de Juan era como una montaña rusa donde siempre me encontraba en el punto más alto, disfrutando del presente, hasta que un día, sin previo aviso, el vagón comenzó a precipitarse en el vacío y yo no tenía donde agarrarme. La rutina hizo mella en nuestra relación y la crisis económica terminó agrandando ese agujero imperceptible que poco a poco comenzaba a ser un abismo insalvable entre los dos. Pero yo no imagino mi vida sin él, ni él sin mí. Supongo que sabes a qué me refiero. Y es que nos pasa a todos, la costumbre se ha convertido en nuestro animal de compañía predilecto.Así que ahora sólo quiero marcharme lejos. Olvidarme del frío, de la Navidad y de los compromisos y ya me imagino a mi misma dentro del avión. Cuando cierro los ojos veo una playa desierta, el suave rumor del mar invitándome a entrar y a confundirme juguetona y feliz entre sus olas. Otra vez Fin de Año. Esta vez prefiero no hacer balance. Sólo quiero hacer la maleta sin pensar. Llevarme aquellos libros que nunca termino de leer y mis prendas de verano favoritas. Abandonarme a simplemente no hacer nada.La mañana ha transcurrido deprisa y la presentación ha sido un éxito, como esperaba. El cliente nos ha confirmado su continuidad, pero mi cabeza está en otra cosa. Un último vistazo a mi agenda, recojo mi mesa y me despido de mis compañeros. Sonrisas, Feliz Navidad, buenos deseos y un hasta el año próximo, hasta la vuelta. Ahora me siento relajada y por primera vez en mucho tiempo una sonrisa me acompaña. Me subo al coche, acelero y me confundo entre la multitud de coches. El asfalto está congelado. Se presiente el atasco. Enciendo la radio. Cambio de canal y comienzo a aclarar mis ideas. Acabo de pasar de largo mi calle y el portal de mi casa. He decidido arriesgarme, seguir adelante y emprender un nuevo viaje. Adiós a Juan, adiós a México y adiós maleta. Todo ha sucedido en cuestión de segundos, pero lo tengo claro. En esta nueva etapa no necesito cargar con equipaje.
Hay veces en la vida en los que es necesario un cambio de itinerario, como igual de necesaria es una gota de océano en medio de un abrasador desierto y entonces lo que parece ser el final da lugar a un nuevo comienzo. Simplemente sientes dentro de ti que ha llegado el momento de volver a pasar tiempo contigo mismo, de quererte tal y como eres y de recuperar tu felicidad personal. Ya sé dónde iré. Me marcharé a pasar unos días al pueblo de mis abuelos, donde transcurrió mi infancia y a la vuelta volveré a confiar en la vida, me escucharé a mí misma y haré aquello que sienta. No quiero volver a hacer planes, ni programar mi vida minuto a minuto. Acabo de abrir la ventanilla del coche y he lanzado al aire mi agenda. Subo el volumen de la música, me quito los tacones, los tiro al asiento de atrás y me pongo a cantar. Siento una emoción indescriptible. Sin duda alguna el viaje de mi vida está a punto de comenzar y aunque no sé a dónde llegaré, sí conozco la ruta por la que a partir de este momento quiero conducir mi vida y comenzaré el año feliz y brindando por mi nuevo destino sin protocolos ni compromisos autoimpuestos.
Y tú ¿estás preparado para emprender un nuevo viaje? A veces nos pasamos toda nuestra vida viajando de un lugar a otro sin encontrar nuestro sitio y otras nos estancamos y permanecemos demasiado tiempo en el mismo lugar por temor a lo desconocido. Sean cuáles sean tus circunstancias personales, puedes empezar el viaje de tu vida en el momento que decidas y te sientas preparado. No importa que sea Navidad y estés rodeado de compromisos. No olvides que tú eres el conductor de tu propia vida y sólo tú puedes decidir el itinerario y el equipaje que deseas llevar contigo. Mira a tu alrededor, si no te gusta el paisaje que te rodea o la rutina que llevas cada día, ha llegado el momento de poner un nuevo rumbo a tu vida y para ello no necesitas marcharte demasiado lejos, sólo será necesario un cambio de mentalidad y que descubras aquello que te rodea con nuevos ojos, como la primera vez que viajas a un país que no conoces y así encontrarás oportunidades donde antes sólo veías obstáculos y un nuevo camino se abrirá ante ti.
Así comienza el viaje de tu vida, con una maleta cargada de sueños y un Diario de Viaje lleno de páginas en blanco, para que seas tú mismo quien narre sus propias aventuras y hagas realidad tus sueños en el lugar que decidas, donde el corazón te lleve y tu alma se sienta libre y segura.