Historia de una rata mala es el relato de una joven que emprende una huida que acaba convirtiéndose en un viaje iniciático. Helen huye de un pasado de abusos y malos tratos por parte de aquellos que más debían protegerla. Por ello, no cree poder volver a confiar en nadie. Su única pertenencia es una mochila donde guarda las tres cosas que más ama: sus libros de Beatrix Potter, sus lápices de dibujo y una ratita que salvó de ser sacrificada y que es su única amiga. Al empezar la historia la vemos pidiendo en el metro de Londres, mientras ideas tenebrosas cruzan por su mente.
Sin embargo, y a pesar de la desesperación, hay dos motores que la mantienen en este mundo: cuidar a su ratita y seguir la senda de la escritora y dibujante que tanto admira y cuya vida guarda curiosos paralelismos con la suya.
The tale of one bad rat fue publicada originalmente en 1995 en cuatro partes. A nuestro país llegó en formato tomo en 1999 por Planeta DeAgostini, edición ya descatalogada. Este año la Editorial Astiberri ha sacado una reedición bajo el título El cuento de una rata mala
La gran mayoría de los abusos sexuales ocurren dentro del núcleo familiar y pasan desapercibidos ya que el menor suele guardar silencio. Silencio al que indirectamente contribuyen los medios de comunicación que apenas tratan el tema a pesar de que es mucho más común de lo que parece. Es como si al no hablar de ello no sucediera. Como afirma el autor de Historia de una rata mala: “Los abusos existen dentro de una conspiración de silencio. La mayoría de las víctimas, y sobre todo las más jóvenes, lo consideran algo aterrador y confuso que sólo les pasa a ellas. No se atreven a hablar con nadie de ello y se vuelven seres solitarios y alienados” es por tanto necesario dar a conocer estas historias, como un medio para que las víctimas sepan que no están solas, que no les ocurre tan solo a ellas.
Cuando en 1995 salió publicada The Tale of One Bad Rat, el británico Bryan Talbot era un prestigioso guionista y dibujante, cuyo pasado en el cómic underground y en series como Sandman no hacían presagiar una obra como esta. El autor, plenamente consciente de la responsabilidad que asumía al tratar un tema tan delicado, huye de cualquier tipo de estilismo y opta por un dibujo de corte realista, con modelos humanos de los personajes principales, y localizaciones exactas. El verismo documental llega al punto de calcular con ayuda de un peluquero la velocidad a la que crece el pelo de Helen a lo largo del relato. Por supuesto, también habló con supervivientes de abusos y buceó en libros de psicología, siendo algunas de las actitudes y palabras de la protagonista un fiel reflejo de lo que suelen sentir las víctimas. Tanto celo tiene su recompensa no solo en la multitud de premios y elogios que Historia de una rata mala ha recogido, sino también en el hecho de que es utilizada en la actualidad en algunos centros de ayuda a la infancia de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Pero Historia de una rata mala no es solamente una historia de abusos. Habla de la necesidad de la imaginación y de la ficción para proyectarse al futuro, para encarar la realidad. También es un viaje desde la Inglaterra más dura y cínica (la ciudad, Londres convertida en una gigantesca jaula), a la conquista de un espacio propio más puro e incontaminado. A lo largo del camino Helen va encontrando aliados y aprendiendo a confiar un poco más en sí misma. En la última parte le espera lo más difícil: volver a confiar en los demás.
El Distrito de Los Lagos en el Noroeste de Inglaterra, importante escenario de la tercera parte de la historia