El viaje iniciático es aquel que al irse realizando deja un conocimiento que implica un cambio mental y espiritual en el viajero. Se logra ver la vida de otra manera. La persona llega al final del viaje siendo la misma persona y a la vez, otra. Hay una especie de reconocimiento de nosotros mismos y de quienes nos acompañan en esta experiencia.
En estos viajes no cuenta la meta. Lo importante no es el lugar donde se llega. Lo que tiene valor es el viaje en sí.
En el camino se realiza una especie de purificación del caminante. El viaje puede dividirse en varias etapas. En cada una se aprende algo diferente, revelador y sorprendente. Cada etapa trae un ascenso, un conocimiento nuevo y más avanzado que el anterior.
Se va dejando atrás: la ignorancia a través del aprendizaje que vamos adquiriendo; la culpa, al descubrir que si hubo fallos no lo hicimos a propósito sino por desconocimiento; el temor, gracias a la valoración de nuestras capacidades; el rencor desaparece cuando otros nos enseñan perdonando nuestros errores y esto nos hace comprender que no somos infalibles ni mucho menos.
Todos los seres humanos hemos hecho y hacemos viajes iniciáticos. No hay que salir al extranjero para hacer un viaje de éstos. Es el camino de nuestra vida. El viaje nos proporciona desafíos.
A la vez nos proporciona las armas para vencerlos.
Pero hay que descubrirlas, no solo a través de la vista sino de la reflexión, del análisis que se hace durante el camino, sobre la marcha. Y así aprendemos a usarlas.
Hay libros que nos ayudan a entender el proceso pues logran que ocurra una transformación en el personaje. Otros incluso logran que se dé también en el lector. Es el caso de “La novena revelación”, de James Redfield, “Alicia en el país de las maravillas” equivocadamente pensado como un libro solo para niños, “El Alquimista”, de Paulo Coelho, “La Odisea” de Homero," El Señor de los Anillos", de J. R.R. Tolkien, "Las dos ancianas", de Velma Wallis, por citar solo algunos...
¿Recuerda otros libros con estas características?