Escribir una entrada sobre el ilustrador Chris Foss representa saldar una deuda que tenía con la nostalgia. A principios de los 80, grapado en la pared de mi cuarto, se podía ver la imagen que aparece más arriba. Una nave de gran tamaño surcaba el espacio con llamativos colores rojiblancos, igual que los de mi equipo de fútbol de los mil sufrimientos. El póster había sido extraído de una revista de la época, "Alien", de la editorial Minotauro, especialista en ciencia ficción. Ya por entonces me llamó la atención el estilo de Foss, con naves de todos los tamaños y formas, con gran colorido, que contrastaban con el tradicional gris metalizado tradicional. Sus paisajes, ausentes casi siempre de presencia humana, plagados de máquinas y artefactos futuristas resultaban llamativos y sumamente intrigantes. Después me resultó aún más fascinante cuando publicó algunas de sus ilustraciones en la enciclopedia "El mundo de lo oculto", muy popular a finales de los 70, quizás porque uno de sus asesores era el famoso Uri Geller. A doble página podíamos contemplar imágenes espectaculares, entre ellas las de una nave espacial grandiosa ayudando a levantar las estatuas de la isla de Pascua, los famosos moáis, o la de una astronave más pequeña aterrizando en la espectaculares pistas de Nazca en Perú. Por aquellos años fuimos muchos los que nos enganchamos a lo que se llamó como "Realismo fantástico", movimiento cultural impulsado a raíz de la publicación en 1960 de "El retorno de los brujos" de Louis Pauwels y Jacques Bergier, a los que seguirían otras obras de gran interés como "Recuerdos del futuro" de Erich von Däniken o "No somos los primeros" de Andrew Tomas. Aquí en España el fenómeno también tuvo sus pioneros, con Andreas Faber Kaiser, Jiménez del Oso, J.J. Benítez y el añorado locutor Antonio José Alés y aquel mítico programa de radio "Medianoche". Una de las tesis más llamativas y peculiares del género era la de lanzar la idea de que, en el pasado de la humanidad, los dioses, o mejor dicho los extraterrestres, fueron la piedra fundamental en la que se cimentaron las primeras civilizaciones. Foss supo captar muy bien la irresistible idea, para algunos demasiado extravagante, de que seres de otros mundos contribuyeron a forjar los primeros pasos de una humanidad primitiva. La mejor forma de perdurar era representar su presencia por medio de grandiosas obras que perduraran en el tiempo, como fiel reflejo de que algo demasiado extraordinario había sucedido en otras eras.La inspiración de Foss seguramente tiene sus raíces en su niñez, cuando podía contemplar en su Guernsey natal, isla británica junto a Normandía, los desechos de la maquinaria bélica de la Segunda Guerra Mundial. Lo que para unos representaba la chatarra que dejaron atrás las tropas alemanas durante su ocupación y los aliados después, le resultó de suma utilidad a nuestro futuro ilustrador.
En sus inicios trabajó en la realización de portadas de libros de ciencia ficción, una auténtica revolución en cuanto a estilo, entre lo tecnológico y lo pulp. Uno podría reconocer cualquier libro de la época ilustrado por Foss con sólo mirarlo, igual que sucede hoy con otros artistas de gran personalidad, como Miquel Zueras. Además su lista de autores no puede ser más exquisita, Asimov, Philip K. Dick o Frederik Pohl se encontrarían entre los beneficiarios de su poderoso y peculiar estilo.
Tras su paso por la revista erótica Penthouse, donde seguramente su forma de ilustrar no encajaría demasiado con otras pretensiones digamos más "lúdicas", y su etapa como ilustrador de libros de ciencia ficción, Foss recaló, como no podía ser de otra manera, en el cine, en un peculiar y rocambolesco proyecto del singular director Alejandro Jodorowsky, cuya pretensión era llevar a la gran pantalla la novela de Frank Herbert "Dune". Aunque la producción no llegó a buen puerto, Foss coincidió con Moebius, lo que sin duda fue un encuentro sumamente interesante, aunque quedara en nada. Su colaboración con otro maestro de la ilustración, H.R. Giger, sí que fue más fructífera, pues ambos colaboraron en el diseño conceptual de "Alien, el octavo pasajero". Hay algo de ambos artistas en la emblemática nave Nostromo. Después vendrían "Flash Gordon", "Superman" y otros trabajos hasta llegar al más reciente, nada más y nada menos que "Guardianes de la Galaxia".
En una entrevista a Jodorowsky sobre el estilo que requería su proyecto fallido, habla con su particular forma de expresarse, de lo que le pedía al diseño técnico, una perfecta forma de referirse al arte de Foss: "Dune tenía que ser hecha. Pero, ¿qué tipo de naves espaciales usar? Ciertamente no los degenerados y fríos coches o submarinos de hoy en día en América, antítesis misma del arte, que por lo general se ve en las películas de ciencia ficción, incluyendo “2001, Odisea en el espacio”. ¡No!, yo quería entidades mágicas, vehículos que vibraran, como los peces que nadan y tienen su ser en las profundidades mitológicas del océano…Yo quería joyas, animales-mecánicos, mecanismos con alma. Sublimes como cristales de nieve, los ojos-facetados de las moscas, alas de mariposa. No refrigeradores gigantes, cascos transistorizados y remachados, hinchados con el imperialismo, el saqueo, la arrogancia y la ciencia eunucoide…"
No cabe duda de la personalidad que desprende su obra, el uso del color, el paisaje, esa soledad cósmica en el que sólo las naves espaciales, las máquinas y los robots parecen adaptarse como un guante a esa inmensidad, a la belleza de los paisajes, un estilo, en suma, que lo identifica como uno de los grandes ilustradores de la ciencia ficción.